La maldad asecha.

1397 Words
Un gran sentimiento de felicidad volvió a transitar por cada poro de la piel de Ariadna, se colgó del cuello de Nick, y lo abrazó con fuerza. Esa noche anduvieron por la bahía tomados de la mano, cobijados bajo el cielo estrellado y esa hermosa luna que brillaba en lo alto del firmamento. Nicholas se sacó su chaqueta, cubrió a Ariadna con ella para protegerla del frío. Entre besos, abrazos y risas llegaron a la suite del hotel. Apenas entraron se comieron los labios. Nicholas tenía a Ary pegada a la puerta de la habitación, su lengua le acariciaba el cuello. — ¡ Nick! —gemía Ariadna, en un hábil movimiento él deslizó la cremallera de su vestido, y enseguida la prenda cayó en la alfombra. Él se inclinó ante ella y le quitó las sandalias, entonces depositó un suave beso sobre su empeine. Ary sintió como cada parte de su cuerpo se encendía, más cuando los labios de Nick caminaron por sus pantorrillas, y luego llegaron a sus muslos, entonces los dedos de él, recorrieron el fino encaje de las bragas negras que lucía, se la quitó para luego hundir su lengua en el sexo de su chica. Las manos de la joven se apretaron a los fuertes hombros de él, sosteniéndose, mientras sentía como su vientre se encogía y una gran ola de calor la envolvía. Varios gemidos escaparon de sus labios. Nicholas sonrió complacido, entonces elevó su azulada mirada y se reflejó en los ojos de Ariadna, se puso de pie y la condujo a la cama. Enseguida se desnudó frente a ella, mientras observaba como Ary se mojaba los labios. Nick se subió a la cama y se inclinó ante el cuerpo desnudo de Ary, empezó besando uno a uno los senos de la joven. Ella se retorcía de placer, después los labios de él bajaron por su abdomen, y llegaron hasta su feminidad, ahí con su lengua empezó a jugar con su centro, para Ariadna esa experiencia era nueva, se aferraba a los hombros de Nick, sus piernas temblaban. — ¡Oh por Dios! —gemía. —¡Por favor mi amor sigue! —jadeaba, Ariadna sentía que sus terminaciones nerviosas estaban a punto de colapsar. Nick se detuvo, ella exclamó un quejido, no entendía por qué interrumpió el momento hasta que él la tomó de las piernas y las colocó alrededor de su cintura, la embistió de una sola estocada. Ella lo recibió gustosa, los movimientos de él eran cada vez más profundos, ambos movían sus caderas acoplándose a la perfección, gemían, jadeaban sin ningún control. —¡Dios! —exclamó Ariadna enloquecida de placer. —¡Me vuelves loco! —gruñó él, al sentir la danza de sus caderas restregando sobre su m*****o, escucharla gemir de esa manera, percibir su entrega, llevaba a Nick al éxtasis, hasta que ambos sintieron sus cuerpos tensarse, gimieron cuando estallaron en un delicioso orgasmo. Se miraron a los ojos sonrientes, felices de estar juntos, de amarse a plenitud, estaban seguros de que está vez nada ni nadie los iba a separar. ***** El Congreso había finalizado. El momento de regresar a New York era inminente. Nick y Ariadna tenían un mal presentimiento, aquellos días en Los Ángeles fueron como un sueño. Inclusive estuvieron tentados a huir juntos a un lugar donde la maldad no los pudiera separar, la realidad era otra muy distinta, mientras ellos vivían su romance a plenitud, y se juraban amor eterno, ya sus enemigos hacían planes. La madre de Alonzo, Amanda viajó hasta Miami, para tener una seria conversación con su hijo, esa mujer era demasiado ambiciosa y no podía permitir que la fortuna de los Grimaldi se les escapara de las manos. —Debes presionar a Ariadna para casarte con ella y embarazarla de inmediato. No podemos permitir que el bastardo de tu primo, se quede con la herencia que durante años tu padre y tú han trabajado —mencionó haciendo sonar sus tacones sobre el piso de la suite. —Tranquila mamá, pondré en marcha mi plan para casarme con Ariadna a la brevedad posible, esta vez no podrá negarse. —¿Qué piensas hacer? —inquirió su madre, mientras tomaba asiento en un sillón y prendía un cigarro. —Ya lo veraz mamá. —Alonzo llamó a los abogados de la exportadora—. Necesito que hagan efectivos los pagarés que firmó Fabricio Rinaldi. —El profesional, un hombre muy correcto y ecuánime cuestionó el mandato de Alonzo—. Haga lo que le pido o usted quedará despedido. —No dio tiempo de contradecir su orden, colgó el teléfono. —Fabricio irá a la cárcel, Alonzo —comentó Amanda—. Lo sé mamá, esa es la idea, con Rinaldi, preso, Ariadna tendrá que hacer mi voluntad. —La mujer sonrió triunfante, mientras seguía fumando su cigarro. —Eres brillante hijo, claro que la boda no es suficiente, lo que en realidad interesa es el heredero. Recuerda eso Alonzo. En ese momento pensó en Ariadna, él no la amaba, claro que le atraía muchísimo como mujer, era la única que no había caído rendida por sus encantos, así que embarazar a Ariadna, era algo que él con placer estaba dispuesto a hacer, pero no imaginaba que alguien se adelantó a sus planes. **** En New York, Jessica llegó al apartamento de Consuelo con el semblante desencajado. —Nick me llamó y me dijo que debe conversar conmigo sobre nuestra relación. —¿Qué cosa?—Bufó Consuelo, arrugando la nariz, haciendo que aparecieran varias líneas en su frente. —Lo que escuchas —comentó. —¿Crees que termine conmigo? Consuelo pasó su mano por su rostro, se quedó pensativa, y seria. —No lo sé —respondió la madre de Nicholas—. He notado a mi hijo distraido —mencionó—, dale largas al asunto, que yo me encargaré de hacerle desistir de esa idea. Agradezco que me hayas puesto al tanto. —Consuelo tienes que ayudarme. Nick no me puede dejar. Yo lo amo. —Sollozó desesperada. La madre del joven Grimaldi rodó los ojos con molestia. —En primer lugar, debemos saber qué prentende mi hijo —recomendó—, sin embargo con lo de la herencia, ya no tenemos tiempo, por loq que tengo en mente un plan, así que pon atención Jessica nada puede salir mal. Es así que entre Consuelo y su futura nuera idearon una estrategia para hacer que Nick desistiera de esa idea. **** En Los Ángeles, Ariadna y Nick se encontraban acostados abrazados uno a otro, después de haber hecho el amor por última vez en aquella suite, sabían que en New York debían tener mucho cuidado de ser descubiertos, un movimiento en falso y todo podría resultar mal. —Ariadna mi amor, promete que pase lo que pase, esta vez no vas a dudar de mi. Ella mantenía su cabeza en el pecho de Nick al momento que él pronunció esas palabras, de inmediato levantó su rostro hacia él. —Mi amor por qué me dices eso. Me asustas. Nick le acarició el cabello, con mucha ternura, una opresión en el pecho se apoderó de él, como si algo no le dejara disfrutar de ese momento con la mujer a la que él tanto amaba. —Tengo miedo Ariadna, no deseo perderte otra vez, no lo podría soportar. Ella acercó sus labios a él, lo besó con mucho amor. —¡Mírame Nick! —solicitó Ary, él le hizo caso. —Yo también siento temor, estoy muy asustada, sin embargo, no podemos dejar que este miedo que sentimos, nos sobrepase. Ahora estamos juntos mi amor y nada ni nadie nos va a separar. Nick abrazó con todas sus fuerzas a Ariadna, como si quisiera quedarse pegado a ella para siempre. A pesar de las palabras de la joven, aquella zozobra que percibía no lo dejaba en paz. De nuevo la pasión se apoderó de su ser. Se entregaron en cuerpo y alma al gran amor que sentían uno por el otro, descansaron, se bañaron, alistaron su equipaje, caminaron tomados de las manos por el aeropuerto de Los Ángeles, sin darse cuenta de que alguien los había visto. Subieron al avión de regreso a New York, antes de que cada uno tomara su respectivo taxi, un apasionado beso por parte de ambos fue la despedida.
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