Un contrato por amor

1511 Words
Al día siguiente él regresó a su casa, su madre y su novia como dos policías lo estaban esperando. —¡Nicholas Grimaldi! —chilló Consuelo. —¿De dónde vienes? —Discúlpame mamá, no tengo porqué darte explicaciones —contestó Nick. —Yo soy tu prometida —intervino Jessica—, creo que yo sí merezco una aclaración —reclamó cruzándose de brazos en espera de la respuesta de su novio. —Muy pronto les daré a ambas todas las explicaciones que necesitan. Por el momento quiero que sepan que lo nuestro se acabó Jessica. La joven palideció mientras presionaba sus puños, y respiraba agitada, miró a Consuelo, y se observaron entre ellas. —¡Mi cabeza! —exclamó Consuelo. Nick giró hacia su madre y se acercó a ella. —Lamento darte un disgusto mamá, no quiero que tu enfermedad se acelere por mi culpa, pero debes entender que yo no puedo seguir comprometido con una mujer a la que no amo. Consuelo se tomó de la cabeza y se desmayó. —¡Vas a matar a tu madre! —reprochó Jessica, alterada y preocupada por su suegra. Nick la miró mal por el absurdo comentario que hizo, llamó a una ambulancia. Consuelo al fingir el desmayo y escuchar que su Nicholas la iba a llevar a un hospital fue reaccionando. —Hijo...ya me siento mejor —repuso Consuelo nerviosa. —Mamá yo te amo, tú siempre vas a ser la mujer más importante en mi vida, pero debes entender que yo no puedo seguir con Jessica, no la amo —habló con sinceridad. Consuelo en ese momento se olvidó del aprecio y cariño que le tenía a Jessica, por encima de todo estaba la felicidad de su único hijo, para evitar problemas con la chica, no emitió ninguna opinión, solo le brindó una suave caricia con su mano en la mejilla de su hijo. —Nick, haz lo que te dicte el corazón. Jessica fulminó con la mirada a Consuelo. Esa mujer se llenó de odio y resentimiento, no le parecía justo haber desperdiciado tres años de su vida al lado de un hombre que nunca había expresado el más mínimo cariño por ella. «No será tan fácil librarte de mí Nicholas Grimaldi» dijo en su mente observando con profundo odio a su ex novio. **** Días después. Ariadna tomó asiento en el confortable sillón de su oficina, aún no había tenido la oportunidad de comentarle a Nick lo que descubrió, necesitaba recabar más pruebas, entonces miró frente a ella un folder. Se quedó pensativa porque no recordaba haber dejado pendiente ningún documento. Al momento que abrió la carpeta sus negros ojos brillaron: «Un contrato por amor» decía la carátula, entonces su mirada se cristalizó, se llevó la mano al pecho intentando frenar los fuertes latidos de su corazón. Sin dudar un segundo estampó su nombre en aquella hoja, y de inmediato con esos documentos en sus manos se dirigió a la oficina de Nicholas. —Firmé nuestro contrato —murmuró con la voz temblorosa, sin poder dar crédito a lo que habían hecho. Nick se puso de pie y en un par de zancadas ya la tenía abrazada a su cuerpo. —Me hubiera gustado hacerlo de otra forma, pero no contamos con tiempo —susurró muy cerca de los labios de ella. —Acabo de condenar a mi padre a permanecer en prisión —mencionó con un dejo de tristeza—, pero ante todo es más importante la felicidad de nuestra familia —expuso mientras observaba a Nick con la mirada brillante, entonces le entregó el folder. Nicholas abrió y contempló la firma de ella junto a la de él. Su pecho se hinchó, cerró sus ojos, agradecido de que Octavio le alumbrara el camino. —Nuestro contrato de amor, elimina por completo al que firmaste con Alonzo —mencionó mientras le acariciaba el rostro—. Ahora solo me perteneces a mí, eres mía con todas las de ley. Ariadna mordió sus labios y su cuerpo se estremeció. —Con o sin contrato, siempre seré tuya —sentenció mientras unía su boca a la de Nick, y se besaban con desespero, como si de aquel contacto dependiera su vida. **** La jornada laboral culminó. Alonzo en todo el día no se había comunicado con Ariadna, eso se le hizo bastante raro a ella. Nick volvió a irrumpir en su oficina con una gran sonrisa y su azulada mirada iluminada de felicidad —¿Ya te vas a casa? —preguntó a Ariadna. Ella lo observó con los ojos cargados de brillo, cogió su bolso para salir de la oficina. —Si ya me voy —respondió, se acercó a él y le susurró dos palabras que hicieron eco en la mente y en el corazón de Nick. Nicholas se estremeció se aproximó a ella, le dio un delicado beso en los labios, luego pasó su mano hacia su vientre, donde crecía el fruto de su amor. —Déjame acompañarte Ariadna. —No Nick, eso sería muy sospechoso. —Me preocupa que andes sola conduciendo tu auto a estas horas — comentó sintiendo una especie de zozobra. —Siempre lo he hecho y nunca me ha pasado nada, tranquilo. —Ariadna le acarició el rostro con mucha ternura. — ¿Segura no quieres que te acompañe? —volvió a preguntar. —Si amor —contestó Ary con una delicada sonrisa. Enseguida se dieron un gran beso como despedida. Ariadna bajó al estacionamiento, salió en su auto mientras iba conduciendo por las grandes avenidas de New York tuvo la extraña sensación que la venían persiguiendo. Aceleró tratando de extraviar al vehículo que aparentemente la perseguía, perdió de vista a ese auto, entonces Ariadna pensó que todo era producto de su imaginación. Casi cerca de llegar a su departamento una camioneta se le cruzó, Ary frenó de golpe para evitar chocar con aquel vehículo, se tocó su vientre temblando aterrorizada. De pronto unos hombres armados se bajaron y se dirigieron hacia ella. La joven sintió su pulso acelerarse, aquellos sujetos tenían muy mal aspecto. —¡Las llaves del auto, el bolso y todas las cosas de valor! —espetó uno de los individuos que la apuntaba con un arma. Ariadna se quedó paralizada sin saber qué hacer. Otro de los hombros le gritó. —¡Abre el auto o disparo! Ary temiendo por su vida, abrió los seguros del vehículo. —¡Sale! —vociferó un tipo alto, moreno de cabello rizado, con una cicatriz en su rostro. Agarró del brazo a la chica y a jalones la sacó del vehículo. —¡Por favor no me hagan daño! —imploró temblando como una hoja. «Dios mío ayúdame, no permitas que me lastimen» suplicó en su mente presa del pánico. Uno de esos tipos el más mal encarado de todos se acercó a Ariadna, ella sentía que las piernas le temblaban del miedo, tenía su mano en su vientre tratando de proteger a su bebé. —¡Eres más hermosa de lo que nos dijeron! —susurró ese delincuente mostrando todos sus dientes con una sonrisa diabólica. Ariadna se estremeció de miedo. —¡No te me acerques! —bramó furiosa para no demostrar temor. —¡Pero si es toda una fiera! —mencionó aquel hombre con una sonrisa sádica. —¡Cómo me recomendó el doctor!— Lanzó una carcajada que parecía de película de terror. —¡Déjala! —gritó el otro sujeto. — ¡Ya sabes lo que tenemos que hacer! —¡Viene alguien! —Advirtió un tercer tipo que Ariadna no supo de dónde salió. —¡Apresúrate, haz el trabajo que te encomendaron Willy! En ese instante Ary comprendió que aquellos hombres no deseaban ni el bolso, ni el auto, ni las cosas de valor, querían hacerle daño a ella. El tal Willy sacó un cuchillo. Ariadna se paralizó, sentía su corazón latir a millón. —¡No, por favor! —rogó—, les doy todo lo que quieran, incluso más dinero que la persona que los envió, pero no me lastimen —suplicó sollozando. — ¡A ti no te queremos hacer daño sino a tu bebé! —exclamó uno de los tipos observando a la joven con malicia, en ese momento un vehículo apareció. Ariadna pudo ver que una silueta se acercaba. — ¡Suéltala! —bramó Nick caminando a pasos acelerados abriendo y cerrando sus puños, mientras su respiración cada vez era más irregular. En ese preciso instante uno de esos hombres sin dudar un segundo apuñaló a la chica en su vientre, sin perder tiempo se subieron en el mismo auto en el que llegaron y salieron corriendo. Ary con las manos ensangrentadas y con la visión borrosa, cayó en los brazos de Nick que desesperado exclamaba. —Por favor mi amor resiste... ¡Malditos! —repetía angustiado al ver la sangre y la herida que Ariadna tenía en su vientre, temía tanto por la vida de ella y por la de su bebé.
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