Capítulo 2. El gran Error.
Finalmente, la subasta terminó. Recibí un mensaje en la plataforma con los detalles mínimos del ganador, al parecer debía ser un hombre mayor, no necesitaba ser muy inteligente para saberlo, solo con mirar la cantidad de dinero que terminó ofreciendo por mí, era suficiente para hacerlo, lástima que voy a tener que estafar a este rico señor. Su oferta había superado a todas las demás por mucho, e incluso a mis propias expectativas, la cantidad es realmente inimaginable. Sentí un estremecimiento al ver tantos números juntos en la pantalla; en ese momento supe que mi vida estaba a punto de cambiar.
Respiré hondo y espere que los términos pactados se cumplan, ya había enviado los datos de la cuenta bancaria para la transferencia, pero decidí revisar los números varias veces más, asegurándome de que todo estuviera correcto, la he creado solo para este negocio y pienso transferir el dinero apenas lo tenga en mi poder. Estoy eufórica, pero también nerviosa, aunque confiada de que, después de esto, no tendría que preocuparme nunca más por dinero en mi vida.
-- Ale, esto es todo. Una transferencia y… ¡seré rica! – le dije emocionada, con una sonrisa que no podía ocultar. Ella sonrió, aunque con una sombra de preocupación en su mirada,
-- Espero que sepas en lo que te estás metiendo, Camila. Ojalá estés haciendo lo correcto – me respondió.
Nos abrazamos, y esa noche, mientras dormía, soñé con una vida llena de lujos, en la que definitivamente todo era posible…
Hoy desperté con una sensación extraña, como si algo estuviera fuera de lugar. Me di cuenta de que era el día en el que mi vida debía cambiar para siempre. Ya pasaron dos días, el dinero debería estar en mi cuenta bancaria, y esta misma noche yo debería estar durmiendo en algún lugar fuera de este país. Con la cantidad de dinero que había ganado en esa subasta, podía desaparecer sin dejar rastro. Iba a ser libre y rica, muy rica. Una combinación que hasta hace poco había creído imposible.
Con esa idea en mente, corrí a mi computadora, ingresé al banco, abrí mi cuenta y me preparé para ver el saldo que debería hacerme la persona más feliz en este mundo. El cursor parpadeaba en la pantalla, mientras que el suspenso me mataba, pero estaba segura de que en cuestión de segundos todo mi esfuerzo se vería recompensado.
Pero, cuando vi el saldo de la cuenta, no había nada. El balance seguía siendo exactamente el mismo: cero. Incrédula, revisé una y otra vez los detalles. Me aseguré de que el dinero debía haber llegado ya, así que refresqué la página varias veces, convencida de que debía tratarse de algún error temporal.
-- No puede ser… – susurré en voz baja, mientras un escalofrío me recorría la espalda. Mi teléfono sonó de repente, y al ver el nombre de Alejandra en la pantalla, sentí una mezcla de alivio y ansiedad. Ella había estado conmigo en todo el proceso; quizás podría ayudarme a entender qué estaba pasando.
-- ¿Y bien? – me preguntó mi amiga, sin siquiera saludarme. Su voz reflejaba la misma emoción contenida que había sentido yo al despertar.
-- No ha llegado nada Ale, ¿no sé qué está pasando? – le respondí con tono tembloroso, mirando la pantalla de mi computadora como si en cualquier momento fuera a cambiar mágicamente.
Alejandra se quedó en silencio por un segundo, se veían claramente desconcertada, quizás más que yo.
-- ¿Estás segura de que pusiste bien los datos de la cuenta? – me preguntó finalmente, tratando de mantener la calma.
-- ¡Por supuesto que estoy segura! Revisé todo tres veces antes de enviar los datos, incluso ahora los volví a revisar. ¡No soy tan tonta, Ale! – contesté, empezando a sentir una mezcla de pánico y frustración.
Ella suspiró al otro lado de la línea.
-- Bien, cálmate, Camila. Tal vez se trata solo de un retraso en la transferencia. A veces el sistema bancario puede ser lento, sobre todo con montos tan grandes como el que te deben depositar y el tipo de cuenta que has abierto tú, no es que sea muy de fiar cariño. Dale un par de horas y revisas de nuevo, ¿vale? – me sugiere y eso hare. Intentaré seguir su consejo y relajarme un poco, aunque lo creo casi imposible.
Bien pues, como lo había imaginado me pasé las siguientes horas revisando la cuenta cada diez minutos con los nervios de punta, no pude seguir el consejo de mi mejor amiga y esperar. Yo no soy asi. Intenté mantenerme ocupada mientras la desesperación comenzaba a matarme, pero el tiempo parecía avanzar en cámara lenta, esa misma noche debía presentarme en el lugar acordado para entregar mi “supuesta pureza”, aunque en realidad yo debería estar a kilómetros o mejor dicho a millas de ese lugar…
Finalmente, esa misma tarde, recibí una notificación en mi perfil de la app. Abrí el mensaje, esperando con el corazón acelerado que fuera una confirmación de algún error con respecto al depósito. Pero en lugar de eso, era un mensaje de la misma plataforma de subastas, confirmando que la transferencia había sido completada con éxito… hacía horas.
-- ¿Hace horas? ¿Cómo carajo ocurrió esto? – grito mirando el documento con la transferencia que me envían. Pero no lo puedo negar, el dinero había sido enviado exitosamente, el único problema era que no estaba en mi cuenta. Sentí que el suelo se me desvanecía bajo los pies.
-- ¡Alejandra! – grité, sin siquiera marcarle primero, necesitaba hablar con mi mejor amiga. No podía creer que me estuviera pasando esto a mí. Pero fue como si estuviéramos conectadas, ella llegó y tocó la puerta al oír desde afuera mi grito,
-- ¿Camila estás bien? – escuché su voz, corrí para abrirle la puerta, y al ver mi estado ella me abrazo con rapidez.
-- ¿Qué pasó? – me preguntó, y pude notar la alarma en su voz y como no, con el grito que debí haber dado.
-- ¡Algo salió mal Ale! ¡El dinero no está en mi cuenta! – exclamé desesperada, sintiendo cómo el pánico empezaba a tomar control de mí. Alejandra tomó una respiración profunda y me alejó un poco de ella para hacerme entrar en razón.
-- Camila, mírame. Esto suena a que alguien cometió un error en el proceso. Vamos a revisar todo de nuevo, paso a paso. ¿Tienes a la mano los datos bancarios que enviaste para abrir esa dichosa cuenta? – me pregunta y como tonta asiento.
Corrí a mi carpeta de documentos y encontré la captura de pantalla donde había escrito los datos de mi cuenta antes de enviarlos, comencé a revisar todo y no encontré ningún error.
--Te das cuenta todo está bien – comente señalando los documentos y la copia de mis manos, fue Ale quien apenas miró la imagen, se dio cuenta del error que había cometido, y cuando lo señalo, esté saltó frente a mis ojos como un golpe directo al estómago.
-- No puede ser… – murmuré, llevándome una mano a la boca, horrorizada.
-- ¿Cómo pude haberme equivocado asi?... ¿Cómo me equivoqué, Ale? ¿Por qué tuve que equivocarme en un número…? – le dije, sintiendo cómo la desesperación comenzaba a abrumarme. Alejandra se quedó en silencio un momento, antes de reaccionar.
-- Lo siento amiga, pero ese dinero debió ser abonado a otra cuenta. Ahora es otra persona quien tiene todo ese dinero en su poder, ¿si es que todavía lo tiene en su cuenta? – me dice y ambas sabemos lo que eso significa, la plataforma fue muy clara sobre el trato. Ni yo daría mis datos y tampoco los daría la persona que estaba pagando por mi ofrecimiento.
Sentía las lágrimas brotar de mis ojos y un fuerte dolor en el pecho al darme cuenta de la magnitud de mi error.
-- Esto… esto no puede estar pasando… no a mi – susurré, tratando de no dejar que el pánico me dominara. Ale intentó calmarme, aunque su propia voz temblaba al hacerlo.
-- Camila, escucha, tal vez todavía podemos solucionarlo. Podrías contactar a la plataforma y explicarles lo que pasó. Seguro que podrán reubicar el dinero, ¿verdad? Al fin de cuentas ellos querrán que te presentes esta noche – me dice y solo me queda reír de lo ingenua que se escuchan sus palabras,
-- No es tan simple. Esto es completamente confidencial. No hay servicio al cliente, no hay soporte Ale. Es un trato que se maneja en el “anonimato total”. Una vez hecho, no hay vuelta atrás. No creas que estas cosas están completamente legalizadas – le expliqué tratando de que entienda el lio en el que estaba. Aunque no puedo culparla, ella fue la primera que me lo advirtió.
-- Camila… creo que debemos enfrentar el hecho de que, tal vez, perdiste ese dinero. Al menos te mantuviste en el anonimato, nadie sabrá nunca que fuiste tu. No pasa nada, al fin de cuentas ni siquiera venderás tu virginidad – murmuró.