Capítulo 4. Una Verdad tan peligrosas como la mejor mentira.
Marcelo Ferrer, empresario multimillonario, no era alguien acostumbrado a esperar. Había pagado una suma considerable para garantizar la "pureza" de una joven desconocida para su hijo, cansado de la falta de compromiso de Piero y sus gustos por las mujeres fáciles, su padre encontró ese sitio en internet donde algunas jovencitas vendían su pureza al mejor postor. Lo que él quería en realidad, era que su hijo se diera cuenta de lo importante que es tener a alguien sin experiencia y puro en su vida, y que se decida de una vez por todas a sentar cabeza.
A sus sesenta años, el hombre quería que su hijo formara una familia.
El trato se había hecho a través de ese sitio exclusivo y clandestino, con reglas claras y estrictas, como le gustaba a él. Nadie podría saber la identidad del ganador y mucho menos la identidad de su hijo. El único problema que vio fue que el cincuenta por ciento del dinero se transfería primero, como una señal de confianza y compromiso y al completar la transacción ofrecida, se depositaba la diferencia del dinero, la misma que debía ser dividida en la cuenta de la beneficiaría y en la cuenta del lugar web.
Pero para Marcelo Ferrer, la joven por quien pujó no había cumplido con su parte del acuerdo, pues no se presentó en el lugar designado, en la fecha y hora asignada. Cerrando su perfil antes de que pudieran contactarla.
Marcelo estaba furioso. No había rastros de la joven ni del intermediario que había manejado el trato. El sitio Web luego de que él se comunicara anunciando la falta de compromiso y un posible fraude, cerró de pronto. Lo único que tenía era el recibo de la transferencia bancaria. Sin embargo, Marcelo no era un hombre que dejara las cosas asi no más, menos si alguien se había burlado de él.
El hombre movilizó a todo su equipo de seguridad personal para rastrear a la destinataria del dinero. Sabía que encontrarla era cuestión de tiempo y asi fue…
Esa misma tarde, Alicia recibió un mensaje inesperado
** ¿Alicia Paulet? Estoy buscando información sobre un depósito en su cuenta bancaria. Es importante que hablemos ** decía el texto, firmado con unas iniciales que ella no reconoció, M.F.
Ella frunció el ceño. ¿Quién era ese tal M.F.? se comenzó a preguntar ¿Y cómo había conseguido su número de teléfono y su nombre? Alicia recordaba que la empleada bancaria le dijo que quizás el banco se comunicaría con ella, en caso fuera algún error. Pero nunca le dijo que le darían sus datos personales a alguien más, eso le pareció tan extraño e irreal que decidió no responder el mensaje, podría ser alguna clase de estafa. Aunque algo en su interior le decía que esto estaba lejos de terminar ahí.
Y esa noche… Mientras Alicia intentaba distraerse escribiendo en su laptop, el sonido del timbre llamando con insistencia la sobresaltó. Alicia miró su pantalla para ver la hora y frunció el ceño al darse cuenta de lo tarde que era. Su abuela se había quedado en casa de una vecina amiga, pensando que podría ser ella quien le tocaba cansada de quedarse en una casa ajena, se levantó y camino hasta la puerta, al abrirla, se encontró con un hombre alto y de semblante serio. Detrás de él podía notar la presencia de alguien con mucho poder y más atrás, otros dos hombres de aspecto intimidante permanecían de pie, como estatuas.…
Ambos Llevaban trajes de color oscuro, pero el señor que estaba detrás llevaba uno que parecía bastante caro, hecho a medida como escribía ella misma en sus novelas. Y al pasar al frente pudo notar que su mirada destilaba autoridad.
-- ¿Señorita Alicia Paulet? – le preguntó, su voz era ronca y firme. Alicia pudo notar que ni siquiera vaciló al tenerla frente a él. Alicia asintió, sintiendo como su corazón comenzaba a latir con fuerza, imaginando que serían unos mafiosos o algo peor.
-- Soy Marcelo Ferrer. Creo que sabe por qué estoy aquí – le dijo el hombre que se encontraba al medio.
Ella negó rápidamente con la cabeza, sintiendo un nudo en el estómago.
-- Lo siento, pero no tengo idea de quién es usted señor. Ni tampoco sé de qué está hablando – Marcelo la observó un segundo tratando de leer sus pensamientos.
-- No me haga perder el tiempo, señorita Paulet. He pagado una suma considerable, y ahora es momento de que cumpla con su parte del trato – Alicia se sintió completamente perdida.
-- ¿Qué trato? Yo no he hecho ningún trato con usted. No entiendo de qué está hablando – señalo Alicia cada vez más confundida. El empresario dio un paso hacia ella, lo suficientemente cerca como para que Alicia sintiera el peso de su autoridad.
-- Necesitamos hablar sobre su falta de compromiso al no acudir a la cita pactada, recibir una transferencia como la que hice para que intenten tomarme el pelo, ¿acaso sabe con quién se ha metido? ¿De verdad pretende no saber nada? – le dijo, ingresando al departamento sin esperar una invitación.
-- Yo… no entiendo. ¿De qué trato habla usted?, ¿A que cita se refiere? Esto debe ser algún tipo de error – dijo ella, Alicia estaba con la espalda pegada a la puerta, no sabía si debía salir corriendo a pedir ayuda o quedarse ahí y aclarar las cosas, ver al tipo frente a ella, insinuando que ella intentaba estafarlo, fue suficiente para que decida quedarse allí.
-- ¿Error señorita Paulet? ¿Usted cree que una transferencia bancaria realizada a su cuenta por ciento veinticinco mil dólares podrían considerarse un error? – Alicia se quedó sin aire. ¿El dinero? ¿Era él quien lo había enviado? Pero ¿por qué? Nada de esto tenía sentido para ella.
Alicia parpadeo varias veces tratando de entender, ese tipo sabía muy bien sobre la transferencia que ella había recibido,
-- Le digo que está cometiendo un error – insistió ella, cerrando la puerta detrás de él, sin saber qué más hacer. Tampoco quería que sus vecinos se enteraran de todo este lio. Marcelo la miró fijamente, como si estuviera evaluándola.
-- Intenta decirme que el dinero que recibió no era para usted. Fue muy valiente para meterse en un negocio asi, y ahora se hace la mojigata tratando de decir que fue un error. ¿Necesito saber qué hizo con él? – exclamó sacando un pequeño cuaderno de notas. Hubiese sido muy fácil acudir a su banco y solucionar el problema, incluso podía permitirse perder esa cantidad de dinero, pero lo que no podía permitir era sentirse estafado, y menos tener que explicar a su sectorista bancario, porque realizó dicho deposito, desde una cuenta clandestina. Él también se estaba jugando su nombre y su posición.
-- Le digo que yo… ¡No hice nada! Ni siquiera sé de dónde salió ese dinero. Intenté averiguarlo en el banco hace unos días, pero me dijeron que no podían darme ninguna información, porque era una cuenta anónima. Escuche, yo no pedí ese dinero, pensé que era un error… y no he tocado nada – le respondió Alicia, sintiendo cómo el nerviosismo comenzaba a apoderarse de ella. Marcelo alzó una ceja, claramente escéptico. Luego entrecerró los ojos, intentando decidir si decía la verdad.
-- Eso no cambia nada. Usted firmó un acuerdo, aceptó los términos. Y ahora está tratando de evadir su responsabilidad –
-- ¡Le juro que no sé de qué está hablando! No firmé nada. Ni siquiera sé quién es usted –
El empresario la observó por un momento, como si intentara decidir quién estaba mintiendo ahí. Luego, suspiró con exasperación.
-- Esto es más complicado de lo que parece, señorita Paulet. El dinero que usted recibió era el 50% de un acuerdo muy delicado. Necesitamos que coopere con nosotros para resolver este asunto – le dijo ahora el hombre que estaba al lado de él, con un tono que dejaba claro que no aceptaría un no como respuesta.
Alicia lo miró, tratando de procesar sus palabras.
-- ¿Un acuerdo muy delicado? – preguntó, repitiendo las mismas palabras que acababa de escuchar,
-- ¿De qué está hablando señor? No tengo idea de lo que quiere decir. Yo… solo soy una escritora. No hice nada malo y ese dinero… – trató de insistir en su inocencia, sintiendo cómo la situación se volvía cada vez más surrealista.
-- Entonces, según usted, ¿quién diablos es la persona con la que hice el trato? Porque le recuerdo que el dinero se encuentra en su cuenta, señorita Paulet. Y si no es usted, ¿quién se supone que es? –
Marcelo Ferrer suspiró, como si estuviera a punto de perder la paciencia. De pronto el hombre que estaba a su lado se acerca para hablarle en el oído.
-- Señor, puede ser que alguien más haya usado sus datos. No sería la primera vez que algo así sucede – le informó, tratando de dar el beneficio de la duda. Jean Petro estaba acostumbrado a tratar con las mujeres que su jefe Piero acostumbraba a buscar, y la jovencita que estaba frente a ellos, no tenía ninguna semejanza con ellas.
Marcelo pareció considerar esa posibilidad por un momento, pero luego sacudió la cabeza.
-- Lo descubriré, señorita Paulet. Y si está mintiendo… le aseguro que no le gustará enfrentarse a las personas involucradas en este asunto – le advirtió, antes de levantarse y dirigirse a la puerta.
Alicia se quedó de pie, atónita, sintió que su mundo se desmoronaba. ¿Qué significaba eso?, ¿era acaso una amenaza de ese señor lo que le acaba de decir?
-- ¿Qué es exactamente lo que espera de mí? – Marcelo dio un paso hacia atrás, para quedar muy cerca de ella, su mirada parecía mucho más intimidante.
-- Le sugiero que lo piense bien, señorita Alicia Paulet. No suelo ser un hombre paciente, pero estoy dispuesto a darle tiempo para reflexionar. Cuando decida cooperar, sabe cómo contactarme – dijo y miró al hombre que estaba junto a él, quien sacó una tarjeta oscura y se la entrego, en ella decía el nombre, Marcelo Ferrer Santos y un número de teléfono.