Capítulo 7. La señorita invitada del señor Ferrer.
Por la mañana, Alicia se despertó con un nudo en el estómago. Pasó el día distraído, impidiendo mirar la caja que todavía estaba sobre la mesa. A las 5 pm, recibió un mensaje de texto en su teléfono.
** Señorita Paulet, su chofer llegará a las 7:30 pm por usted. Prepárese **
El mensaje al igual que el anterior no tenía remitente. Alicia sintió que le faltaba el aire. ¿De verdad iba a hacerlo? Caminó de un lado a otro de la habitación, mordiéndose el labios mientras trataba de tomar una decisión. Finalmente, miró el vestido y los zapatos.
-- Esto es por ti abuela, lo que no me matará me hará más fuerte y definitivamente me servirá para mi siguiente novela, estoy segura – se dijo para sí misma, como si las palabras pudieran darle el valor que necesitaba.
Al ver su reloj y darse cuenta de que los minutos pasaban demasiado rápido, se dio una ducha rápida y comenzó a arreglarse. No sabía mucho sobre maquillaje, ni peinados especiales, pero con ayuda de su portátil, trató de seguir los tutoriales que se encontraban en internet.
Cuando se puso el vestido, se miró en el espejo y casi no se reconoció. La dulce y romántica Alicia, ahora parecía una mujer fatal. Sonrió nerviosa por su resultado,
-- ¡Acá vamos mujer!, solo imagina que ahora eres la heroína de una de tus historias –
A las 7:30 en punto, un auto n***o llegó a recogerla. Alicia se subió, su corazón latiendo con fuerza mientras el vehículo se alejaba de su pequeño departamento. No sabía qué le esperaba al final de ese trayecto, pero estaba a punto de descubrirlo.
Alicia
He pasado todo el viaje en un auto desconocido tratando de mantener la calma, aunque, para ser sincera, no estoy muy segura de qué es más fuerte, si los nervios que me consumen lentamente o la curiosidad por lo desconocido. Desde que acepté aquella absurda propuesta, mi mente no ha dejado de fabricar historias, como si todo esto fuera uno de esos enredos románticos que suelo escribir en mis novelas, incluso he tenido una idea descabellada, que es escribir una novela con todo lo que me ha pasado. Pero como buena escritora debo investigar, averiguar y llegar al fondo de todo esto.
Pero sé muy bien que la realidad está lejos de ser algo romántico. Estoy metida en un lío del que no sé absolutamente nada.
Cuando el auto se detuvo frente al lugar indicado me di cuenta de que había llegado la hora de la verdad, no había marcha atrás para esta locura. El conductor se bajó y abrió la puerta para que yo haga lo mismo, sentí su mirada curiosa, pero no dijo nada.
Salí del auto y al mirar afuera mis ojos se abrieron de par en par. El edificio frente a mí era imponente, con una fachada de vidrio que reflejaba las luces de la ciudad. En la entrada, una alfombra roja se desplegaba como un sendero hacia un mundo completamente desconocido por mí, todo esto es tan diferente a lo que estoy acostumbrada, todo esto es tan ajeno a mí. Hombres y mujeres impecablemente vestidos entraban y salían como si este lugar fuera de su segunda casa.
Había olvidado por completo como me veía yo, sentía algunas miradas puestas sobre mí, pero no quería si quiera darme vuelta para comprobar si eso era verdad, con las piernas temblorosas, luchando por mantener el equilibrio sobre los tacones altísimos que me habían enviado seguí avanzando, sintiéndome como un pez fuera del agua, o como una niña jugando a ser adulta, completamente fuera de lugar.
-- Esta es la señorita invitada por el señor Ferrer – dice de pronto el conductor y puedo ver como la puerta se abre de par en par para mí. Cuando estuve adentro, el lujo del interior me dejó sin aliento. Todo estaba iluminado con un resplandor cálido y elegante, como si cada rincón hubiera sido diseñado para deslumbrar. Las paredes estaban adornadas con arte moderno, y el sonido de una suave música de jazz llenaba el aire. Era el tipo de lugar que ni en mis sueños más ambiciosos habría imaginado pisar.
-- ¿Qué estoy haciendo aquí? – me pregunté a mí misma, mientras un hombre de traje oscuro se acercaba,
-- ¿Ella es la señorita invitada por el señor Ferrer? – preguntó mirándome de arriba abajo,
-- Sí. Ella es – respondió la persona que me había recibido en la entrada, pude notar que todos me miraban de manera extraña, pero no quería estar más preocupada, asi que me desconecté por un segundo.
-- Señorita, por favor, sígame – me dijo el tipo de traje con una voz cortés pero firme.
Asentí, sin atreverme a preguntar nada, pero mientras lo seguía, traté de procesar lo que estaba viviendo. Mi mente romántica de escritora no podía evitar imaginar posibles escenarios. Tal vez este era el comienzo de una de esas historias extravagantes donde la chica común y corriente termina viviendo un romance improbable con un millonario, y sonreí al pensarlo. Pero la realidad era que no sabía ni siquiera qué esperaban de mí esta noche.
Subimos por un ascensor privado que me pareció interminable, ya había notado lo alto que era este edificio, pero no espere tener que subir hasta el final. Mis dedos jugaban nerviosos con el borde del vestido, mientras trataba de evitar mi reflejo en las paredes llenas de espejos. La mujer que veía en ellos no era yo. No era la Alicia que escribía sus historias románticas en un Jean y una polera.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, mi guía me condujo por un pasillo alfombrado, la misma alfombra roja que observe al ingresar. Caminamos hacia una habitación al final del pasillo. Mi corazón latía tan fuerte que temía que pudiera oírse.
-- ¿Quién estaba al otro lado de esa puerta? y ¿Qué esperaba de mí? – era la pregunta silenciosa que me hacía antes de llegar.
El hombre se detuvo frente a una puerta, tocó suavemente y me hizo un gesto para que entrara. Tragué saliva y, sin pensarlo demasiado, di un paso adelante e ingresé.
La habitación era más grande que todo mi departamento, sentí como la puerta se cerró detrás de mi y las luces comenzaron a bajar su intensidad, pude notar que tenía unos sofás de cuero y se podía apreciar el lujo desde donde estaba. Estiré mi mano para apoyarme en una mesa que estaba a mi lado, parecía ser un bar personal, estaba tan ansiosa que sin pensarlo tomé la copa que estaba servida ahí y la bebí de un solo trago.
-- ¡Mierda! – susurre cuando sentir que la garganta me quemaba como fuego. No estoy acostumbrada a beber, pero lo he hecho para poder escribir la sensación que se siente al hacerlo, sin embargo, lo que acabo de beber me ha quemado la garganta como nunca me había pasado.
Dejé la copa y comencé a buscar a alguien adentro, por un momento, pensé que estaba sola. Mi mirada recorrió el lugar, y mis ojos se detuvieron en un tubo que estaba instalado en el centro de la habitación. Un tubo metálico, iluminado por luces muy tenues. Mi respiración se cortó, como si mi cuerpo empezara a procesar lo que esto significaba. Intenté distraerme observando algo más, con la tenue luz no podía ver muy bien, pero lo que llamó mi atención fue una enorme ventana frente a mí, y seguí caminando hacia ella, se podía ver toda la ciudad desde donde estaba. Debí percatarme de la dirección antes de subir al auto, pero tenía tantas cosas en mi mente.
Estaba tan encantada viendo todo desde que allí que al oír una voz profunda y ronca me sobresalte. Girando para poder ver a quien le pertenecía.
-- ¿Así que finalmente llegaste? – escuché.
Giré la cabeza hacia donde provenía la voz y por fin lo pude ver. Estaba sentado en uno de los sillones de cuero n***o que había visto antes, todavía no entiendo como no lo pude notar, el hombre sostenía una copa en la mano. No podía verlo bien, porque no me había puesto mis anteojos. Tenía un pequeño problema de visión, aunque solo los utilizaba para ver de lejos, de noche y con poca luz se me dificultaba mucho más.
Entrecerré un poco los ojos para verlo mejor, el hombre parecía tener unos treinta o quizás un poco menos de eso, no estoy segura. Con traje no es fácil determinar la edad. Su cabello parecía oscuro y cuando se levantó pude darme cuenta de que estaba perfectamente peinado, y su cuerpo para ser sincera me dejo sin aliento. No podía determinar el color de sus ojos, pero parecían brillar bajo la luz con visible curiosidad. Analizándome de pies a cabeza como si fuera un producto en exhibición.
No lo conocía, pero algo en su presencia me intimidó. No solo por su apariencia, sino por la forma en que su mirada penetrante me observaba, era como si esperara algo más de mí. Pero sin saber cual era el trato que acepte, como podría hacer o decir algo…