Capítulo 11. Abriendo los ojos... una sorpresa inesperada.
Solo unas horas después, sin haber indicios de que el primer rayo de sol se filtrara por las cortinas, ya que todavía no amanecía. Alicia abrió los ojos asustada, no era su habitación y mucho menos su cama y, al ver el rostro tranquilo de Piero durmiendo a su lado, un nudo se formó en su estómago.
Sabía que era el momento de irse, pero había dormido tan bien, que era como si su cuerpo quisiera permanecer en ese colchón por un tiempo más. Con cuidado, se arrastró por la cama hasta bajarse y levantarse sobre la alfombra, luego recogió sus cosas una por una, no era mucho considerando la forma como llegó vestida, se colocó la braga y el vestido. Tomo su pequeña bolsa y salió de la habitación sin hacer ruido.
Cada paso hacia la salida la llenaba de nerviosismo, pero también de un extraño alivio. Había sobrevivido a la experiencia más extraña y agradable de su vida, ahora tenía mucho que procesar y algo de dinero con que empezar.
Cuando finalmente estuvo fuera del bar, respiró profundo. La magia había terminado. El mundo seguía su curso, como si nada de lo que vivió hubiera pasado. Un auto la esperaba a la salida, al menos el señor Ferrer no la dejó tirada ahí, pensó.
Alicia subió en él, no sabía como debía actuar, solo permaneció en completo silencio. El conductor tampoco habló, solo la llevó de regresó a su departamento. Alicia bajo del auto al llegar y sin mirar atrás ingreso en el edificio que vivía sintiendo una mezcla de emociones que no podía describir.
Al ingresar a su hogar no pudo esperar para pensar, solo se sentó frente a su computadora, abrió un nuevo documento y comenzó a escribir, no paraba de hacerlo. Necesitaba plasmar cada detalle que había pasado, cada sensación sentida por primera vez. Sabía que aquella noche no sólo había marcado un antes y un después en su vida, sino también en su carrera como escritora.
Piero, por su parte, despertó un par de horas más tarde. Al notar que Alicia ya no estaba, sintió una punzada de desilusión en el pecho que lo tomó por sorpresa, algo extraño en él. Esa chica había sido diferente a las demás, tal y como lo dijo al ingresar. Y aunque no lo admitiría en voz alta, parte de él esperaba volvérsela a encontrar.
Sin embargo, luego de algunos minutos recuperó la cordura y como siempre, se convenció de que era mejor así, no encontrarla al despertar había sido lo mejor. Incluso tuvo que reír al recordar que siempre era él quien se alejaba de ahí al terminar, nunca se había quedado dormido, ¡nunca! Así que culpó a su cansancio y estrés por haberse quedarse dormido en esta ocasión.
La mujer misteriosa había cumplido con lo que esperaba de la noche, resultó ser lo especial que su amigo le ofreció y eso debía ser suficiente. Pero una parte de él no podía evitar preguntarse si realmente sería así…
Piero Ferrer
Me desperté con los primeros rayos de sol filtrándose por las pesadas cortinas. Algo en el aire parecía diferente, una sensación que no lograba descifrar del todo. Giré la cabeza hacia la cama, esperando encontrarla ahí, pero el espacio estaba vacío y frio.
No había señales de ella, salvo el leve aroma floral que había dejado en las sábanas. Estiré un brazo sobre el colchón, donde su cuerpo había estado horas antes, y al hacerlo, algo llamó mi atención.
Ahí, justo en el centro de las sábanas, una pequeña mancha roja sobresalía para mí. Mi mente tardó un segundo en conectar los puntos, miré mi hombría y pude ver pequeñas manchas en él. Pero ¿Cómo lo hizo?, ¿Cuándo paso esto…? Me comencé a preguntar mientras una ola de sorpresa recorrió todo mi cuerpo. Acaso, ¿Era esto posible? ¿De verdad?...
Me quedé observando ese pequeño indicio, con el ceño fruncido y una mezcla de incredulidad y… algo más que no podía identificar del todo.
-- ¡mierda! – terminé susurrando.
Siempre he sido un hombre racional, alguien que no se deja llevar por suposiciones, pero en este momento supe que lo que pensaba era real, supe lo que había pasado la noche anterior. Esa mujer había llegado a mí siendo completamente inocente.
-- ¡Maldición! – exclamo al recordar las palabras de mi amigo, a esto se refería con una mujer “especial”
-- ¡Carajo! – susurró pensando que se había vuelto loco. Esta mierda no podía estar pasando, al menos no a mí.
Comencé a recordar la noche anterior, cada detalle de lo vivido con ella desde que ingresó en la habitación, su torpeza al intentar bailar sobre el tubo, sus movimientos nerviosos y bastante novatos, su forma de evitar mis ojos al principio, y sus palabras cuando dijo que ella no era igual a las demás.
-- ¡Obvio que no! –
Luego, recordé su mirada fija cuando finalmente tomó el control de la situación. Había algo diferente en ella, algo que me había desconcertado desde el primer momento. Y ahora, después de ver aquella mancha roja sobre la sábana todo comenzaba a tener sentido.
Definitivamente ella no era como las demás mujeres con las que había estado. No había sido seductora ni atrevida, y cuando cayó sobre mí, ahora siento que fue sin intención, debía haberse tropezado como lo hizo cada vez que intentaba montarse en el tubo.
Pero me preguntó que la pudo llevar a esto, ella había tenido algo mucho más poderoso que el resto, y una pregunta ronda mi cabeza una y otra vez,
-- ¿Qué carajo la hizo entregarme su virginidad? –
-- ¡mierda! – exclamé, una y otras vez. Su fragilidad y, al mismo tiempo, su valentía al enfrentar algo tan desconocido para ella estaban comenzando a desarmarme.
Caminé hacia el espejo del baño y me observé detenidamente. ¿Qué significaba todo esto? Seguía sin entender ¿Por qué esa mujer me entregaría algo tan valioso? esa pequeña mancha sobre la sábana, y los recuerdos de la noche anterior me hacían sentir demasiado extraño.
Esto no era lo que yo buscaba. Para mí esto sería solo una noche más, una diversión pasajera, como siempre. Pero lo que pasó anoche no podía salirse de mi cabeza. Cada sensación y cada cosa vivida… Entonces me encontré preguntándome ¿por qué no podía quitarme a esa mujer de la cabeza?
Salí del baño y me acerqué a la cama nuevamente. Me senté al borde y enterré el rostro en mis manos, tratando de encontrar respuestas. Esa muchacha había venido aquí bajo un contrato, eso debía ser, era la única explicación real para mí, era lo único que me parecía ser cierto, pero no era lo que esperaba. De alguna manera, su presencia había transformado una noche ordinaria en algo realmente extraordinario y peligroso.
-- Esto no estaba en el plan – murmuré para mí mismo.
Con cada segundo que pasaba, la idea de que se había ido sin decir nada me incomodaba más. ¿Por qué había decidido marcharse sin decir una palabra? ¿Se arrepentía de lo que había pasado o era parte del trato con quien la trajo a mí? ¿Acaso había sido demasiado para ella?
Miré la mancha en la sábana una vez más y solté un suspiro. No podía evitar sentirme culpable, aunque no entendía del todo ¿por qué? Quizá era porque, por primera vez en mucho tiempo, me sentía responsable de algo más que de mí mismo o de las empresas de mi familia.
Me puse de pie y tomé mi teléfono. Marqué a uno de mis empleados para que prepararan una muda de ropa y la enviaran a la habitación. Necesitaba salir de acá, necesitaba despejar mi mente para pensar claro. Pero mientras caminaba de regreso hacia el baño, no podía evitar echar un último vistazo a la cama desordenada y al rastro que esa desconocida había dejado detrás.
Algo me decía que esta no sería la última vez que pensaría en ella. Ni la última vez que nuestros caminos se cruzarían.
Cuando salí del baño, mis ojos volvieron a posarse sobre la cama. Esa mancha seguía ahí, como una pequeña evidencia de lo que había ocurrido la noche anterior, y con cada segundo que la miraba, más incómodo me sentía.
-- ¿Por qué no puedo dejarlo pasar? – murmuré. Esto no era algo nuevo para mí. Había pasado incontables noches con mujeres hermosas, disfrutando del momento, incluso me habían hecho cosas que pensaba no podrían hacerse, y aunque todavía no lo creo, la noche anterior fui yo quien hice todo el trabajo, aunque parezca extraño, así fue.
Pero esta vez todo era diferente. ¡Esa mujer era diferente!
No sabía ni su nombre. Ni siquiera se lo había preguntado. Había asumido que mi amigo se había encargado de todo, que ella era "una profesional", como solíamos llamarlas. Una mujer que entendía el juego y que sabía exactamente cómo actuar.