- ¿Se puede saber que hacen aquí? - Les gruño.
- ¿Lo mismo que tú? - Dice Ángelo tajante con sus manos metida en el bolsillo.
-Lo siento lindura, estamos aquí gracias a ellos. - Dice Lanffont.
-Eres un maldito. - Le gruñe Antonio a Lanffont.
-Vale ya que estamos aquí por lo mismo espero que esté vez si tengamos resultado. - Digo tajante, tratando de que no me afecte estar cerca de ellos, Antonio se tranquiliza ya que Maritza habla con él, no sé qué le dice por qué me giro al escuchar al otro hablar.
-Yo si quiero el trato. - Dice todo adolorido, él hombre comienza a decir todo lo que sabe, estoy parada al lado de Antonio escuchando todo lo que dice y quién los contracto, veo que Ángelo va con su arma a matarlo, ya que termino de hablar.
-No. - Digo tajante, él me fulmina con la mirada.
-No quedará vivo. - Me gruñe.
-Sí lo hará, yo si cumplo mis promesas. - Le gruño desde dónde estoy, él le da un golpe en la cara con su arma y él hombre le cae su cabeza aún lado desmayado, Ángelo empieza a dar órdenes a sus hombres subo la escalera, salgo de la casa todos lo hacemos, me voy al coche dónde llegue, no me subo espero a que Lanffont termine de hablar con Francesco, Antonio está a mi lado y por su respiración parece un toro.
-Te juro que en cuánto acabe esto, nos iremos lejos de todo. - Dice Antonio cabreado.
-Eso haremos. - Estoy viendo que ellos vienen hacía nosotros. -Nos vamos. - Le digo tajante a Lanffont sin ver a Francesco, ni mucho menos a Ángelo.
-Estefanía no podré ir con ustedes, se me presento algo, no podré acompañarlos. - Dice Lanffont mirando a Antonio.
- ¿Cómo que no vas a venir? - Le gruñe Antonio.
-Irán con Ángelo y Francesco. - Dice tajante.
-Me dijiste que me ayudarías a buscar a mí bebe. - Le gruño cabreada.
-Y eso estoy haciendo lindura, me quedaré aquí en la ciudad para vigilar a la familia de Ágata, mientras que ustedes vayan a buscar al bebe. - Se va a darle unas órdenes a Maritza.
-Ya es hora de irnos. - Nos dice Francesco y se va a unos de los coches, veo a Ángelo está esperando que empiece a caminar, respiró hondo y trato de calmarme para no ponerme como una histérica y reclamarle porqué todo esté tiempo me ha mentido y ocultado todo lo de mí abuela, nos vamos en unos de los coches al aeródromo, no me despego de Antonio ni él de mí, la muy perra de Ágata ha sacado mi hijo de la ciudad él hombre nos dijo que ellos solamente se encargaron de ayudarlos a llevarse a mí bebe y que se lo entregaron a la madre de Ágata en el aeródromo, solamente le ruego a Dios que esté sano y salvo.
- ¿Antonio a dónde vamos? - Estamos en el aeródromo no he hablado con ningunos de ellos, vienen unos coches acercándose a nosotros estoy arrecostada en uno de los coches que están aparcados frente al jet, tengo mis brazos cruzados en mi pecho tengo el abrigo y aún el frío que está haciendo se cala por los huesos, Ángelo y Francesco desde que llegamos lo que han hecho es hablar con sus hombres y por el móvil.
-No lo sé, Fani. - Me dice y le da una canalada a su cigarro.
-Creó que nos habíamos prometido no fumar más. - Lo fulmino con la mirada, él me ve a los ojos y me da una media sonrisa.
-Ya vez ha cosas que no se pueden dejar. - Me dice sarcástico mostrándome el cigarro.
-Antonio, sabes que eso no es bueno. - Le gruño.
-Me lo dice la que se fumaba casi todos los cigarros de Vigo en un día. - Se mofa de mí.
-Olé. - Mi mirada se va hacía el coche que aparco a uno metros de nosotros, se baja. -Fabrizio.- Digo al verlo salir del coche.
- ¿Qué hace ese gilipollas aquí? - Dice Antonio al verlo.
-Hola preciosa. - Me dice Fabrizio delante de mí, me da un beso en la mejilla.
- ¿Tú que haces aquí? - Le digo sorprendida.
-Siempre llegando tarde. - Le gruñe Francesco acercándose a nosotros.
-Tarde, pero seguro. - Le dice quitándose sus gafas de sol.
-Bien ya estamos todos. - Dice Ángelo sin saludarlo y se encamina al jet, él es el, sube primero, seguido de Francesco, Fabrizio me hace señas con su cabeza de que suba primero, lo hago y los demás vienen tras de mí, me voy a unos de los asientos lejos de todos.
-Hola Estefanía, tiempo sin vernos. - Me dice Pierina con una taza de chocolate caliente.
-Hola, ¿te acordaste de mi chocolate?
-Claro, siempre me acuerdo de ti. - Dice con su sonrisa de lo más linda.
- ¿Pierina de casualidad sabes a dónde vamos? - Le dice Antonio, que se sentó en unos de los asientos que están delante de mí.
-Ha Suecia. - Dice ella sorprendida por la pregunta.
- ¿Suecia? - Decimos los dos en unísono.
L. R.