Rachel soltó otro grito de horror al ver trozos de carne entre los dientes de aquellos desgraciados. Tres de ellos venían jugando a saltar la cuerda con lo largo de una tripa llena de sangre, perecían divertirse. También había dos que jugaban a la pelota con la cabeza de la víctima mientras el resto traían a rastras las piernas y los brazos aún sangrantes. Los jóvenes se hicieron a un lado rápidamente, sorprendidos cada vez más, dándole paso a las criaturas, quienes ahora se dirigían por el pasillo rumbo a las escaleras que comunican con el último piso. Ninguno de ellos se atrevía a enfrentar aquellos pequeños demonios ahora y el que venía de último le arrebató la cabeza a otro de sus semejantes con gesto mezquino, señalándole sus dientes manchados de rojo y luego caminando con