—Habla ya —pidió Douglas con su fuerte aspecto y atlética apariencia en perfecto juego con su grave vos—. Di de una vez por todas qué diablos ves —ya empezaba a desesperarse, aunque se empeñara en no exteriorizarlo demasiado. Los demás continuaban atentos.
—Es… es Spiderman, haciendo un sexy baile candente en un tubo de lentejuelas —dijo al tiempo que prorrumpía en carcajadas al verle la cara de tontos, llenos de intriga.
—Maldito inmaduro —calificó Damián con el rostro rojo por el enojo y las manos empuñadas. Los murmullos no tardaron en escucharse entre ellos y algún que otro gruñido.
—Idiota —refunfuñó Erika entre dientes—. Deberíamos darte una golpiza.
—Has dejado en casa los peluches y carritos de plástico, deficiente mental —lo reprendió Edmund, el chico de cabello rizado con cara de fastidio mientras el resto se mantenían en una intensa decepción momentánea.
—De acuerdo —intervino Edith con aspecto de duende: nariz puntiaguda, rostro pequeño y corte masculino de flequillos sobre la frente—. Entraré primero —se ofreció, como quien lleva la batuta. Sin darle importancia a las tonterías de Alexis y el enojo del resto.
Era evidente que las grandes rejas de la entrada no se abrirían a menos que tardaran horas y horas con las herramientas necesarias para romper las cadenas que la mantenían bajo supuesto seguro, así que la joven de 18 años decidió trepar la gran pared que separaba el terreno de la calle, dio un salto y utilizó las manos además de ciertos trucos para poder llegar dificultosamente a la cima después de un par de minutos.
—¿No vendrán? —inquirió una vez sobre el paredón de piedra y cemento, verla allí le daba un aspecto de gata gótica. Ninguno respondió, pero varios, seguidos del resto comenzaron a trepar la enorme pared mientras Edith dio un salto hasta caer sobre sus pies e incorporarse de inmediato como un resorte.
Todos lograron pasar al otro lado de aquella aparente oposición, algunos con más dificultad que otros aunque los que más razonaban se mantenían a la espera de cualquier cosa, Edith y su estilo gótico iba adelante y los últimos eran Félix y Arlett, quien veía a los lados con toda la precaución posible, tampoco era que le agradaba la idea de visitar aquel edificio abandonado pero era capaz de enfrentar cualquier cosa, Félix le tomó la mano e hiso que ésta lo mirara a los ojos, Arlett sonrió, eso le encantaba al joven de n***o cabello lacio, para él no había mejor tranquilidad que saber que su novia estaba bien.
Las motas de nieve continuaban cayendo sobre ellos en un llanto silencioso, estilo sepulcro, el ambiente del lugar no cambiaba durante los días de esa época, todo era opaco, casi oscuro a igual que el estado de ánimo que conservaba cada uno de los habitantes de allí, en ese preciso momento podría ser las siete de la mañana, así como medio día o las cinco de la tarde. La monotonía reinaba en cada árbol de ramas negras cubiertas de suave nieve fácil de desintegrar; a la horilla de las aceras se podían ver los riachuelos que en verano corrían hasta desaparecer de vista y ahora no eran más que hielo inerte.
—¡Oh! Una puerta —habló Edith al ser la primera en llegar al lugar, el edificio no quedaba tan lejos de la pared superada, pero todo se hacía de pronto extraño, desde afuera parecía un espacio no tan grande como ahora que lo observaban desde adentro, el territorio sin dueño era un poco engañoso, pero fue algo que no importó mucho. La joven de cabello corto y hermosa mirada verde haló la manilla de la puerta, pero no cedió.
—Espera, lo haré yo —dijo Douglas con su imponente figura fuerte de piel morena—. Hazte a un lado —Edith se apartó y de una patada el joven de corte militar arremetió contra la puerta violentamente, logrando abrirla.
Alexis bufó en medio de una burla sarcástica al ver aquello.
—Eso fácilmente pude haberlo hecho sin ningún problema —pronunció con aquellos delgados labios en una mueca odiosa y presumida. Douglas se volvió hacia el autor del comentario anterior.
—Entonces entra tú primero —propuso—. Supongo que también puedes hacerlo sin ningún problema.
Alexis titubeó al principio, pero decidió demostrar su valentía luego de pasarse una mano por lo largo de su cabellera en la parte superior de su cabeza en forma de copete, los miró a todos y luego dio un vistazo al interior de la estructura vieja y oscura, no se lograba ver mucho más allá de la puerta, posiblemente se necesitaría de alguna lumbrera para saber qué había dentro. Todos se mantenían a la espera.
—¿Y bien? —desafió Douglas.
—Jamás dije que no lo haría —respondió antes de avanzar hacia la puerta, cruzar el umbral y caminar a pasos tímidos hacia el interior. En ese preciso instante Douglas cerró de golpe la puerta, la cual emitió un fuerte sonido sordo que dejó ecos dentro del edificio.
—¡Oh, por Dios! Chicos —Douglas actuaba con fingido desespero—. ¡La puerta se ha cerrado sola! ¡Alexis se ha quedado dentro del edificio! ¿Cómo saldrá de aquí? —Todos se reían entre dientes. Alexis comenzó a golpear la puerta, buscando a tientas la manija para halarla, pero no cedía, volvió a golpear la puerta con todas sus fuerzas, empujando.
—¡NO ME DEJEN AQUÍ! —gritó desesperado en medio de la oscuridad, Douglas y el resto sonreían por la broma, pero se mantenían en silencio excepto Erika, que estaba más lejos de la puerta.
—¡Espera aquí! —instruyó la mujer de piel oscura en voz alta, con la intención de jugar también—. ¡Todos iremos por ayuda!
—¡MALDITA SEA! —gritó una vez más—. ¡NO ES NECESARIO QUE VALLAN POR AYUDA, USTEDES PUEDEN HACERLO!
—¡No somos tan fuertes como tú! —esta vez fue Edmund quien gritó, el flacucho de cabello rizado mientras codeaba a Damián, quien permanecía de brazos cruzados, expectante de aquella escena de comedia—. ¡Seguramente podrías arreglártela tú solo mientras los demás vamos y volvemos con los bomberos para rescatarte! ¡No hagas mucho ruido, esperemos que no haya nadie más dentro! —Alexis se aterró aún más al escuchar aquello y prosiguió nuevamente empujando como un loco y golpeando la puerta sin parar. Luego de algunos segundos de silencio, atentos a cada momento de lucha de Alexis, Douglas permitió que la puerta se abriera, entonces el rubio salió disparado como un cohete.
—No era necesario que golpearas y empujaras —le recordó Douglas con una mirada obvia, Alexis intentó retener lo que se le estaba diciendo, con los ojos tan abiertos que casi se salían de sus órbitas debido a la fuerte emoción—. La puerta se abre hacia adentro, tarado.
El soberbio joven percibió complicidad en aquellos rostros.
—¿SE BURLAN DE MI? —Inquirió, resoplando como un toro ante un banderín rojo—. ¡IMBÉCIL! —rugió a la vez que le estampaba un golpe en el rostro al moreno que había sostenido la puerta. Y así fue como comenzó el primer round.
Después de una golpiza mutua, en la que parecían perros en violentas competencias, terminaron con un labio roto y el cabello revuelto. El resto de los exploradores tuvieron que intervenir para que no se arrancaran las orejas o continuaran lastimando sus testículos y así permanecieran un poco más calmados antes de entrar todos a la vez, no sin antes Arlett detenerse y ver hacia atrás, buscando alguna cosa con la mirada, algo en aquel lugar no le inspiraba confianza.