Déjate encontrar

Capítulo 5

            Arlett era quien iba delante de todos, seguida por su novio y el resto de equipo, corriendo por un pasillo largo, de luz igual de triste y escasa que en los otros pasillos que se distribuían por todo el edificio, posiblemente daban con otras escaleras que conducirían a los pisos superiores. Iban a subir las escaleras pero la joven se detuvo al instante, todos los demás la imitaron.

—Supongo que querrá buscar en los pisos de arriba —dijo con la intención de actuar inteligentemente—. Considero que esconderse en alguna habitación de este primer piso sería una buena decisión. Tal vez en aquella de allá—. Señaló.

—Buena idea —agregó Alice mientras los demás asentían a la misma vez.

            Félix fue quien tomó la iniciativa esta vez y giró el pomo de la puerta más próxima a ellos, la cual cedió al instante, emitiendo un chirrido fastidioso al moverse las bisagras.

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—Procuremos permanecer todos juntos —aconsejó Arlett observando todo con sus ojos dorados, en voz baja—. No es buena idea perderse en este lugar.

            Entraron a la oscura habitación apenas iluminada por las luces de seis linternas; pues, los otros no habían traído las suyas consigo.

            Se trataba de un viejo y amplio lugar que parecía haber sido un espacio para preparar los alimentos. Félix se encargó de no cerrar la puerta con seguro por dentro, solo la entrejuntó y decidió permanecer allí, a un lado mientras Douglas continuaba contando.

—Veintiuno… veinte… diecinueve... dieciocho… —se escuchaba a lo lejos la voz del buscador.

—Mantengamos el silencio —dijo Damián.

            Los demás no dijeron una palabra, Rachel tiritó un poco, sin saber si era frío o temor, Walter colocó una mano sobre el hombro de ésta al tiempo que Félix tomó suavemente la mano de Arlett en la suya, apretándola un poco, como diciéndole “estoy aquí”.

            Felix y Arlett tenían una sólida relación, pero no se diferenciaba mucho de la que tenían Walter y Rachel, para él, ella era un solecito por las mañanas y su luna por las noches, de esas novias a las que provoca pellizcarle las mejillas y tocarle con el índice la punta de su nariz, era tímida y risueña; de las jóvenes que prefieren usar converse que botas punks y vestir colores pasteles en vez de oscuros.

— Doce… once… diez… nueve… —emitía la voz de Douglas tras pausas cortas.

            Alice, en medio de los chicos ató su rubio cabello en una alta cola de caballo. Walter empujó apenas sus gafas con la punta del dedo índice. Alexis permanecía tranquilo, sin ningún motivo para alterarse. Edmund con la cámara encendida, haciendo tomos de aquellos lugares que eran iluminado por la linterna de Damián, quien solo analizaba con detención las resquebrajadas paredes de la habitación y el techo empolvado con una gran lámpara vieja colgando de cadenas oxidadas. Erika miraba su móvil, cuyo objeto tecnológico marcaba las 07:36 pm y Edith permanecía de brazos cruzados, evidentemente aburrida.  

—Tres… dos… uno… —hubo una pausa pronunciada—. Cero —se escuchó finalmente justo antes de un escalofriante silencio.

                                                                                              * * *

            Douglas despegó la frente de la pared, dándose la vuelta hacia aquel pasillo justo frente a sus ojos, ignoró todos los demás, cuatro en su totalidad. Entonces decidió buscar en su morral una linterna que le facilitara la búsqueda, introdujo una mano dentro del bolso, pero a medio buscar lo detuvo una suave voz maculina.

—¿Buscabas esto? —el tono provocaba tanto encanto como temor.

            Entonces fue cuando Douglas levantó la mirada y se paralizó al encontrarse con aquella presencia de extraño rostro antes visto en alguna parte. Era nada menos que el hombre del cuadro.

                                                                                              * * *

            Los demás jóvenes permanecían en silencio dentro de la oscura habitación, a la espera, luego de escuchar el último número. Respiraban lentamente y pocos segundos después escucharon el más escalofriante grito emitido por su amigo.