Glasha se fue hace tiempo y me llamaron a cenar. Si estar en la misma casa con Gleb, o como se llamaba ahora a "mi primo", fue una tortura para mí, entonces sentarme en la misma mesa con aquel, quién era responsable de la muerte de mi querido y de mí, fue peor. La «tía» es una perra, no me dejará ir a la corte de la Emperatriz, porque no le daba la gana o tenía algo diferente planeado para mí. Seguro que se le ocurrirá algo para no presentarme. Glasha aún no ha vuelto. Yo no he tenido más remedio que bajar al comedor. Allí, en la mesa ya estaban la vieja y Gleb. Él se levantó para saludarme. - Anastasia, este es mi hijo Anatolio, - dijo la anciana, - tu primo. - Encantado de conocerte querida «prima», - dijo él sonriendo. Al escuchar su voz me puso el pelo de punta y sentí como el