2: Regalo.

2382 Words
—¿Ya pensaste que quieres de regalo? —inquiere papá mirándome con esa calidez que solo nos permite ver a nosotros. ¿Regalo? ¿Fiesta? ¿Por qué no me sorprende que continúen con esa idea? ¿Acaso no entienden que no quiero celebrar esto? Estudie esto porque ellos querían, no porque sea algo que me nazca hacer. —No quiero fiesta. —Cam… —habla papá. Enarco una de mis cejas retándolo con la mirada. —Ese puede ser mi regalo. —La fiesta se hará —suelta mamá. Ella siempre buscando excusas. —No estoy de acuerdo con esta fiesta y no lo estaré… —Hija —habla papá queriendo traer paz al desayuno. Sacudo la cabeza. —Mucho menos quiero un regalo de consolación. —Cam —advierte mi madre—. Te graduaste con honores y en tiempo récord ¿No crees que es para celebrar? Es imposible sacarla de su idea. Suelto un suspiro lanzando el tenedor en la mesa provocando un fuerte sonido. —Si tan solo hubiera estudiado algo que me gustara, lo haría con gusto. No les estoy echando en cara, fue mi decisión complacerlos, debo llevar con las consecuencias. —Cambri —advierte papá. Me pongo de pie, ya se me quitaron las ganas de comer. —¿Para qué me preguntan si no quieren saber la respuesta? Salgo del comedor escuchando el fuerte llamado de mi madre. Me molesta que decidan por mí, lo que más me enoja es que a pesar de decirles las cosas, ignoren siempre lo que les digo, es como si mi madre solo se quisiera escuchar a ella misma. Tomo asiento en la banca que está cerca del jardín, la más alejada de la piscina, el viento que las murallas de la fortaleza dejan pasar corre por mi viento. El olor de las flores no demora en llegar a mis fosas nasales, con lo que me deleito por un par de minutos. —Papá quiere hablar contigo —toma asiento a mi lado. Dejo salir un leve suspiro sin apartar la mirada del césped. —¿Quiere que escoger mi vestido? —cuestiono con sarcasmo. Papá no tiene nada que ver con esto, pero no puedo evitar sentirme molesta. Siempre hace lo que mamá quiere, sé que la ama, pero amar es muy diferente a complacerla en todo. —No sabría decirte que quiere. Asiento poniéndome de pie dándole la cara. —Ahora vuelvo. Me sonríe con amor mientras parpadea algunas veces. —Estaré esperándote. —Gracias. Me pongo de pie dirigiéndome al despacho, ese es el único lugar en el que mi padre ha de estar a estas horas, eso si aún continúa en casa, lo normal es que ya estaría en la oficina ¿Qué quiere hablar? —Hija —habla poniéndose de pie al mismo tiempo que viene a mí. —¿Querías hablar de…? —cuestiono tomando asiento en la silla que queda frente a él. Deja salir un leve suspiro volviendo a su sitio. —¿Qué está sucediendo contigo? —Tan malo es que diga que no me agrada algo. Sacude la cabeza mirándome con tristeza. —Cariño, tu madre… —No quiero hablar de ello. —Princesa. —Uno de los guardias que tienen turno de noche tiene a su hija hospitalizada, lo justo es que esté con ella. Frunce el entrecejo. —¿Quién? —No conozco el nombre de todos. —Lo averiguaré, gracias. —¿Entonces…? —cuestiono enarcando una de mis cejas. —¿Puedes complacer a tu madre? Ruedo los ojos al mismo tiempo que me pongo de pie. —¿No he llevado toda una vida complaciéndola? Sin más que decir salgo del despacho, amo a mi padre, pero a veces me irrita cuando hace todo por ver feliz a mi madre. Feliz, he intentado hacerla toda mi vida, nada parece complacerla. Salgo al jardín tomando asiento al lado de Danna, más que tomar asiento me dejo caer en la banca. —¿Todo bien? Nada, está bien. —Podría emborracharme con la reserva de vinos de papá. —¿Tan malo es? —Todo está mal. Siento que me estoy estancando. —Cariño, ya conoces a mamá. Ladeo el rostro al mismo tiempo que recorro su rostro con la mirada. Ha cambiado tanto, que me sigue sorprendiendo. Lo único que nunca pasara es que ha sido la única persona que ha desafiado a nuestra madre. —A veces creo que debería irme. Sus manos pasan por mi espalda. —Nadie te cortaría las alas, ¿Pero eso es lo que quieres? —Lo que quiero es escapar de este encierro. —Me está asfixiando. —Cam... Sacudo la cabeza respirando al mismo tiempo que recupero la compostura, lo último que quiero es que sienta lástima por mí, ya tuve suficiente con su culpa. —¿Qué harás hoy? —cuestiono. —¿Qué harás tú? —me regresa la pregunta. Suelto un fuerte suspiro lleno de cansancio. —Estar en casa como una princesa —respondo sin quitar la vista del hermoso jardín. Más bien es estar encerrada en la torre. —No es bueno que pelees con mamá. Sí que me conoce sabe que aún no he descargo este malestar que siento. —¿Cómo hiciste para aguantarla? —me veo preguntando. Por un momento su mirada cambia, la tristeza se refleja en ella. —La culpa me ayudo a aguantar —asiento. Pero yo no tengo culpa. —A veces no la soporto. Quisiera ser como tú y tener el valor de enfrentarla. Soy capaz de enfrentarme a todos, pero cuando se trata de mi madre solo bajo la cabeza y dejo que decida. Pasa su brazo por mis hombros relajando mi estado de ánimo, ella es la única que tiene ese efecto. —Te tengo una sorpresa. Me separo de ella para verla a los ojos. —¿Qué sorpresa? —inquiero. No suelo ser expresiva con lo demás, pero en cuanto se trata de Danna puedo convertirme en una niña de cinco años. Las únicas sorpresas que me encantan son las de ella. —Si te digo dejaría de ser sorpresa —me regala esa hermosa sonrisa que me hace sentir especial—. ¿Vamos? —se pone de pie a lo que la imito. Hay ocasiones en las que mi madre me sorprende, me refiero a que tiene sus días buenos o por lo menos así lo recuerdo ¿En qué momento cambio todo?, recuerdo que como sus hijos éramos su prioridad, pero poco a poco se ha enfrascado en su vida que se olvidó de ello. A veces creo que es de esas madres que sienten que cuando sus hijos crecen no necesitan de ellos, lamento decepcionarlos aun cuando tengamos cien años siempre necesitaremos de nuestros padres. Al entrar en la casa por un momento me pierdo en el tiempo cuando veo a mi madre con la pequeña Elle, es como verme en el pasado. Mi madre siempre ha sido una mujer muy estricta, pero también fue tierna. Con los años olvido ser tierna, dicen que el tiempo endurece el corazón, pienso que eso sucedió con ella o por lo menos eso supuse hasta que la vi con pequeña. Eso confirma mi primera teoría. —¡Elle! —la llama Danna. Pero parece que la pequeña está muy feliz en los brazos de su abuela. —Ma —hace un pequeño puchero encantador. —Nos vamos. Elle niega. —Déjala hija —pide mamá. —Lo siento madre, pero hoy no. Creo que no la deja por una razón, no le gusta lo berrinchuda que se vuelve. —Ma —vuelve a pedir haciendo un puchero encantador. Danna niega, al no ver ninguna iniciativa por parte de la niña va en su búsqueda alzándola. —Nos vemos madre —se despide con un beso en la mejilla. —Vengo tarde —informo al mismo tiempo que me pongo a la par con Dann. Mi madre se pone de pie, confundida. —¿Cómo? —Saldré. —Cam… Respiro moderadamente. —Soy mayor de edad siempre y cuando salga con protección todo estará bien. —Mis palabras parece dejarla sin alternativa a rechistar—. Estaré en casa de Dann. Anoche cuando llegue a casa era la chica más feliz, pero hoy no estoy de buen humor, no después de saber de la fiesta que dará mi madre. Subimos al auto marchándonos de la fortaleza Fonseca Ferreiro, por el retrovisor puedo ver como el auto de René o más bien el que mi padre le asigno nos sigue. Más que un guardaespaldas, es un mi hombre de confianza, quizás no hablemos mucho, pero le tengo un cariño muy especial. Estos años estuvimos alejados ahora que estuve estudiando en Niza, fue petición mía, no porque me estorbara, solo quería experimentar la vida de una chica normal. Y lo hice, tuve una vida normal en lo que hacía lo que quería sin que mi madre me estuviera reprendiendo o diciéndome esto no se hace así, camina derecho, compórtate como una dama y todo ese tipo de cosas. —Deberías intentar hablar con ella —habla Danna. Dejo salir un leve suspiro. —¿Crees que ella me escucharía? —Intentándolo no pierdes nada. Llevo la mirada a la ventana. —Lo he intentado, pero mamá escucha nada más lo que ella quiere escuchar. —Es raro. —¿Por qué? Su mirada continua fija en la carretera. —Porque eres su sol. —Supongo que quiere una hija perfecta. Me regala silencio porque ella también sabe que mamá ve en mí una hija perfecta ante la sociedad, ella quiere una princesa, pero yo no soy una princesa. El camino me la paso entretenida con mi pequeña sobrina, quien no para de molestar mi cabello rubio debería pintármelo de otro color. Solo pensar en ello me hace sonreír como villana, me imagino la cara que mamá pondría. —¿Qué es tan gracioso? —cuestiona mi hermana deteniendo el auto. —¿Crees que deba pintarme el cabello? Mi hermana voltea a verme con horror. —¿Quieres pintarte el cabello? —Tú lo has hecho. Sonríe de lado mientras me mira extrañada. —¿Esto tiene que ver con demostrarle a mamá que no eres perfecta? —Algo. Se ladea en el asiento del coche dándome la cara. —Si quieres hacer algún cambio en tu vida, que sea por ti, no por otra cosa más. —¿Y si quiero…? —Pues adelante —lleva su mano a la puerta abriéndola al mismo tiempo que toma a la niña en sus brazos y sale del auto. No me queda más que imitarla. —Tía —la pequeña Elle extiende sus brazos hacia mí. Cuando se trata de ella, William y Helena lo doy todo, son mi felicidad, la felicidad de mi familia. Adoro lo que es hoy en día mi familia, estamos creciendo y lo mejor es que estamos más unidos que nunca. —¿Lista para tu sorpresa? —sonríe haciendo que sus ojos brillen. Tomo la pequeña en mis brazos. —Nací lista. Dejo que mi hermana me conduzca hacia una parcela de apartamentos, es un terreno individual, no se puede ver ninguna casa o más bien no se podía ver porque ahora nos hemos detenido en una pent-house hermoso, tiene tres pisos. ¿Qué hacemos aquí? —Vamos —señala con la cabeza la puerta. Este lugar parece una zona exclusiva, tan exclusiva que es solitaria. El lugar es hermoso, tanto que me he quedado corta de palabras, algo que no siempre sucede conmigo. —Dann. Toma a la niña de mis brazos mientras me extiende una llave. —¿Qué es? —cuestiono enarcando las cejas esperando una respuesta. Como se trata de ella no lo tendré. —Abre. Asiento, muero de curiosidad ¿Les he dicho que soy curiosa? Pues sí, soy curiosa y sé mucho de cada persona a la que veo. Abro la puerta al hacerlo la respiración se me corta, si por fuera me parecía más que hermoso, les aseguro que por dentro es como estar en un paraíso. —¡Wow, que hermoso! Niega con la cabeza con una sonrisa en el rostro. —Lo es —deja a la pequeña en el suelo. —¿Cómo encontraste este lugar? —Vamos —ignora mi pregunta. Me conduce por el apartamento, todo es hermoso, sofisticado, es como si fuera hecho a mi medida, no es que sea exigente, es solo que soy una niña de casa que está acostumbrada a los lujos. —¿Te gusta? —cuestiona mi hermana cuando nos detenemos en una puerta del segundo piso—. Abre. —¿Por qué tanto misterio? —Abre. Niego ¿Por qué tanto misterio? Abro la puerta al mismo tiempo que mi boca queda abierta en una perfecta o, si hace un momento la respiración se me corto, en este momento el corazón se me acelera como caballo desbocado, los ojos se me llenan de lágrimas mientras el pulso se me acelera y el nudo perfecto en mi garganta se hace presente. —Dann… —¿Qué te parece? —¡Es hermoso! Es más que hermoso, tiene el espacio perfecto, los pinceles están ubicados en la mesa dentro de su envase, las pinturas ordenas en la mesa, los cuadros en blanco están recostados a la pared son muchos y lo mejor de todo el marco para poner los cuadros son la medida perfecta. —Este es mi regalo de graduación. Mis ojos no se apartan de ella. —Dann… —La idea era hacerlo en casa, pero… —Lo sé —dejo salir un suspiro lastimero—, a mamá no le gusta. ¿Cómo es posible que mi hermana me conozca mejor que mi madre? ¿Eso sucede? Asiente con la cabeza. —Exacto. Este es tu regalo, no solo el estudio —señala el lugar —. También el apartamento. —¿Cómo? —Me dijiste que te sientes agobiada en casa. Mis ojos se llenan de lágrimas no derramadas, odio llorar. —Dann, yo… —No acepto un no como respuesta, princesa.
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