Ademar

2213 Words
Caminé con miedo de tropezar, aun sintiendo mis piernas tambalearse, después de darle los buenos días continué— Mi nombre es… —Salma. Lo sé—interrumpió sin pretensión—, usted es la hija menor de Saamir. —sonreía de una manera tal que provocaba algo en mí que no había experimentado antes, traté de controlar mi respiración, pero en las inhalaciones pude identificar la loción que llevaba puesta y que me enloquecía aún más. Me aclaré la voz y me senté en la silla de mi padre. —Eso es correcto. Veo que usted sabe quien soy, y me temo que estoy en desventaja. — Me acomodé en el asiento, Ademar ocupo su lugar en el sillón de enfrente e hizo un gesto minúsculo, que me pareció cautivador, su lengua envolvió su labio inferior por un milisegundo antes de comenzar a hablar. —Bueno, como puede notar —comenzó a platicar mientras tomaba la taza de café enfrente de mí, él solo me observaba, escudriñando mis movimientos—, trabajo para su padre desde hace unos meses, él directamente me contacto, yo me hago cargo de sus negocios en Europa, así que la mayor parte del tiempo radico allá, solo vengo a rendir cuentas a su padre, pero supongo que ahora le rendiré cuentas a usted. —su voz me parecía tan jodidamente sensual, su acento británico marcado en conjunto con su voz profunda hacía que mi respiración se desbocara, trataba de concentrarme en lo que estaba diciendo, pero mi cabeza divagaba, sus ojos azules no dejaban de observarme, haciéndome sentir ansiosa y emocionada, hubiera saltado encima del escritorio para besarlo en ese momento, pero desistí de la idea de inmediato, apenas lo conocía, no podía permitirme algo así, pese a ello mi mente divagaba mostrándome escenas para rodear al perfecto Adonis que tenía enfrente, me relaje, respirando profundo y sonriendo para él. —¿Cómo conoció a mi padre? —increpé sin dejarlo continuar su explicación, él entrecerró los ojos con desconfianza y espeto. —Le acabo de decir que lo conocí en un bar hace un año en Europa. —me sonrojé, mis pensamientos me habían envuelto a tal punto que había dejado de escuchar lo que él me decía. —Sí lo siento, es solo qué, no entiendo algunas cosas, pero continué por favor. —hice un ademán con la mano mientras sorbía lento el café de la taza. Ademar sonrió para mí, se acercó lento para tomar de mis manos la taza de café sosteniéndome la mirada, —Me permite— se llevó a taza que antes había estado en mi boca a la suya, tomando un sorbo sin despegar los ojos de los míos. El rocé de sus manos y el contacto visual erizaron cada uno de los vellos de mi cuerpo e hizo que retuviera el aire en mis pulmones. —Me temó que está es mi taza. —guiño un ojo y dirigió la mirada hacía un lado de mi escritorio, en donde mi taza de café estaba humeante. Me sonrojé al instante, sin saber muy bien que hacer. —M-me disculpo, parece que hoy estoy muy desconcentrada, el día de hoy. —«¿Qué acabo de decir? Le he insinuado que me pone nerviosa, ¡Salma, tienes que controlarte!», me regañaba.  —No le culpo —otra vez ese gesto minúsculo y una sonrisa de infarto en sus labios—, supongo que no han sido días fáciles, después de lo ocurrido con su padre, eh, y-yo lo lamento mucho, éramos —se aclaró la garganta para corregir—, somos muy buenos amigos. —¿Cuántos años tienes, Ademar? —escupí, mi papá no frecuentaba bares, o no que yo supiera, además, el sujeto tremendamente sexy que estaba delante de mí no se veía mayor de 35 años, no tenía ni idea de cómo mi padre podría haber dado con él, su aspecto rudo, su cabello y barba larga; algo no me cuadraba. —Tengo 36 años, SEÑORITA Farfán. —recalcó esto último, haciendo que mis mejillas se enrojecieran de nuevo, mostrando el bochorno de mi cuerpo. «Diez años mayor que yo… ¿Qué estoy pensando?» —Perdóname que te hable de tú, pero me inspiraste mucha confianza, por favor, siéntete con la libertad de tutearme también. —repuse intentando disimular los nervios ante este monumento de hombre. —No te preocupes, Salma. —volvió a seguir hablando pero yo me perdía en la abertura de sus labios delgados y bien delineados «Debe medir como 1.90», pensaba sin quitarle los ojos de encima. —¿Salma? —espetó.  —Perdón, yo, no estaba prestando atención, estaba… — quise disculparme, sin mucho éxito, no sabía que decirle— Perdón, pero mencionó a mi padre y me quede pensando en él. —eso no era del todo cierto, pero no podía decirle descaradamente que estaba pensando en lo guapo que es. —Pensé que nos hablaríamos de tú —inclino una media sonrisa, achinando los ojos y de inmediato su expresión se sereno cambiando de tono de voz—, perdón Salma, no quería incomodarte, la verdad que a mí también me duele mucho lo que le paso, él siempre ha sido un hombre admirable, nos hicimos muy cercanos en poco tiempo. —Sí, cuesta trabajo entender qué está conectado a una máquina. —los ojos de Ademar se abrieron como platos, llenos de asombro. Pude ver como el aire se almacenaba en sus pulmones, conteniendo la respiración. —¿Cómo dices? —musito apenas. Sus ojos bailaban en mí figura, tratando de encontrar alguna respuesta en mí. —Es probable que mi padre muera en algunos días más, mis hermanos quieren desconectarlo, pero no estoy de acuerdo en ello. —me incliné en el asiento con frustración— Perdóname, yo no, no tengo que decirte todo esto. Ambos guardamos silencio durante algunos segundos, hasta que él interrumpió —¿Será que puedo ver a tu padre antes de irme? — Su pregunta me tomó por sorpresa, la verdad que no habríamos considerado que ninguna persona ajena a nosotros, sus hijos, lo viera en ese estado. El silencio reino por un momento en la oficina hasta que él volvió a irrumpir —Solo de ser posible, claro, yo entiendo que esta decisión debe ser tomada con sus hermanos, sin embargo, me gustaría verlo. —Lo platicaré con mis hermanos, pero no le aseguro nada, la verdad, no lo habíamos considerado, la salud y el estado de mi papá es reservado para la familia. —asintió con resignación. —Lo entiendo. —su voz me dejaba saber que el que mi papá estuviera en esa posición le dolía, aquello me conmovió ligeramente. —Sigamos hablando de lo que nos compete, Ademar, ¿hay alguna otra cosa que deba saber de usted? —su sonrisa de nuevo en su rostro, me hacía babear como adolescente— ¿De ti? —corregí y pregunte con porte, esperando que no notará lo inquieta que me sentía al estar cerca de él, era inquietante, y sus ojos azules sobre mí solo hacían que mi tensión aumentará de poco nuevamente. —Pues, no sé qué más quieres saber, ya te he dicho que vivo en Europa, que trato los temas de negocios allá, que viajo cada mes hasta Manhattan a rendirles cuentas, soy soltero —«¿Soltero a los 36, y siendo tan guapo? ¡no le creo nada! Oh, tal vez sea gay, bueno pero que sea gay no tiene nada que ver con lo soltero. ¡Ay! ¡Concéntrate de una maldita vez!»—, tenía la idea de irme ayer pero Betty me dijo que tu querías verme. —Es correcto, quería conocerte ya que casi me arrollas ayer con tu motocicleta, y bueno te vi en el video de seguridad de la empresa y me pareció curioso. La puerta de madera se abrió un poco, lo suficiente como para que la cabeza de Betty se asomará. —Señorita Salma, me permite. —le hice un ademán con la cabeza para que pasará, de inmediato camino hasta mi costado y me dejo los papeles que le había solicitado antes de entrar, todo lo relacionado a Ademar, solo me dejo una hoja y el contrato dentro de una carpeta de piel, me tomé unos segundos para examinar la hoja. Sonreí.  —¡Gracias Betty! Te puedes retirar. —me dirigí a Ademar en cuanto Betty salió de la oficina— Pues bueno, Ademar, espero que puedas estar por aquí algunos días más, ya te comunicaré que decidieron mis hermanos al respecto de tu visita a mi padre. Ademar se levantó de la silla —estaré un par de días en la cuidad, por sí me necesitas, Salma, con gusto, llámame, yo solía comer con tu papá, así que si tienes tiempo, podríamos comer juntos —se llevo las manos al cabello largo para peinarlo hacia atrás dejándome ver su cuerpo en todo su esplendor, mi lengua se escapo de mi boca y jugueteo un poco con mis labios, ante el deseo sin precedentes que ese hombre detonaba en mí—, me retiró ahora. —me extendió la mano para despedirse, tomó la mía y la llevo a su boca para depositarle un beso casto en el dorso, manteniendo el contacto visual y provocando que mi tensión s****l aumentará al cielo. Tomó su casco y sus guantes para partir de mi oficina, se detuvo un segundo en el umbral de la puerta y se dirigió de nuevo a mí —Le pediré su teléfono a Betty, si no le molesta— asentí con la cabeza— Nos vemos pronto Salma— una ligera sonrisa esperando a que cerrará la puerta tras de él, en cuanto lo hizo deje caer mi peso en la silla. Me tomé unos minutos para recomponerme, llamé a Betty para que entrará de nuevo a la oficina, para que me diera un informe detallado de lo que debía de saber de la empresa y las cosas de mi padre, además de solicitarle algunas cosas más. —Betty, siéntate por favor. Necesito que investigues todo lo que puedas sobre el abogado que irrumpió ayer aquí, de ser posible, contáctalo para acordar una cita con él en algún restaurante, no aquí por favor. —Busqué en la agenda de mi padre alguna cosa que estuviera escrita para esa semana de agosto pero no habría nada escrito, ni en la semana ni en todo el mes, lo pase por alto y me dirigí a Betty— Necesitamos los muestrarios de las nuevas telas, por favor, que los preparen y me los entreguen a la brevedad. Y por último, coloca una reunión con los directores de departamentos y mis hermanos, que sepan que a partir de ahora y hasta nuevo aviso nos haremos cargo los tres en distintos niveles. Esto último genero un gesto minúsculo de parte de Betty, entrecerró los ojos y siguió apuntando en su iPad como sí nada. —¿Qué pasa? ¿Por qué el gesto? —Ah, no, n-no, nada. Es solo que, pensé que se haría cargo solamente usted. —¿Por qué lo dices? —Betty se veía algo nerviosa, se acomodo la falda de corte tubo que llevaba puesta y repuso. —Su padre siempre pensó que solo usted podría hacerse cargo de la empresa, era una de las cosas que siempre me decía, de hecho… Sus palabras se cortaron como si de pronto pensará que lo que iba a decir no lo debía de saber, o tal vez no era la forma de decirlo, le arqueé una ceja en su dirección, moví la cabeza para que continuará hablando. —Es solo que el decía que sí le pasaba algo, yo tenía que enseñarle a usted todo lo necesario. —algo en su actitud me dejaba saber que sabía mucho más que solo eso, pero que sentía que mi papá despertaría de un momento a otro y no debía precipitarse a reaccionar antes de tiempo. —Pero, ya verá que su papá se mejorará y él mismo le enseñará todo, antes de retirarse. Hice una mueca, eso no estaba en mis manos, que mi papá despertará y tuviera la vida que tenía antes del infarto era prácticamente imposible, según el médico, mis esperanzas eran pocas y me dolían en lo profundo del corazón saber que pronto tendríamos que dejarlo partir. Me levanté y caminé hacia el ventanal de la oficina de mi padre, viendo la cuidad afuera, no estaba lista para hacerme cargo de todo lo que se venía, sin lugar a dudas; mi hermana quería vender la empresa, a mi hermano le daba igual y yo quería continuar con ella, era algo que sentía que mi padre quería, le había costado tanto trabajo, que no podía permitir que se desmoronará o se deshiciera. —Te puedes retirar Betty. Gracias. —ella salió de la oficina de mi padre dejándome sola con los muchos pensamientos que cruzaban por la mente y que me agobiaban de pronto, las cosas que había dicho Adelfa me ocupaban gran parte ahora, pero primero quería saber que pretendía el abogado que había irrumpido en la empresa el día anterior. 
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