—La cita con el abogado está agendada, señorita Farfán, quedo a las 4:00pm, por desgracias solo la puede atender en su despacho, ya que después tiene una junta, o ¿Le gustaría que la moviera a otro día? —Betty me sacaba de mis pensamientos irrumpiendo en la oficina, en donde trabajaba en el ordenador, poniendo al corriente algunos documentos que habían quedado pendientes. Extendió sobre mi escritorio los datos del abogado, el nombre y el teléfono del mismo.
—No Betty, esta bien, lo veré en la tarde, solo por favor envíame la dirección por w******p para que pueda llegar. —Me quite los anteojos para descansar un poco y me levante de la silla para estirar mis piernas y la espalda—¿Ya ha llegado mi hermano?
—No señorita —revisé mi reloj, eran más de las 11 am— ¿Necesita algo más?
—Por el momento no, Betty, muchas gracias.
Ella se retiró, y yo tomé la tarjeta blanca con el nombre del abogado para guglearlo, no encontré nada fuera de lo normal. Las palabras que Betty había dicho antes resonaban intensas en mi cabeza “información importante sobre sus 4 hijos”. Tenía ganas de preguntarle a la asistente al respecto, esperando que ella supiera más, pero decidí esperar para saber que era lo que me diría el abogado y después decidiría sí contarle a Iram y Adelfa o no.
Todo esto y que no había desayunado bien hacía que mi cabeza doliera de forma intensa, por lo que decidí tomar un poco de aire, aprovechando que había una cafetería cerca de la oficina, podría pedir que me llevarán algo, pero prefería caminar y despejar mis pensamientos un poco, la cafetería quedaba a unas dos cuadras, así que tomé mi bolso y abandoné la oficina.
Ordené un baguette y un café y me senté en una mesa con vista a la calle, así distraería un poco mi cabeza, viendo a la gente pasar de un lado a otro, cuando estuvo listo mi pedido me lo hicieron llegar y comí sin prisa, esa cafetería me traía algunos recuerdos, mi padre me llevaba a comer o a desayunar ahí de vez en vez, cuando me llevaba a la empresa al ser más pequeña. Desde niña me recuerdo jugando en el despacho de mi padre, corriendo entre las telas, dibujando en su oficina, pero poco a poco fui dejando de hacerlo, al llegar a la universidad pocas veces iba a la empresa.
Algunas lágrimas empezaron a formarse en mis ojos, amenazando con precipitarse en mis mejillas, pero no podía permitirme llorar, no en frente de toda esa gente que me rodeaba. Los recuerdos invadían mi cabeza sin piedad.
No podía creer que mi papá tuviera otro hijo y que jamás me lo hubiera dicho a mí, sobre todo a mí, que de sus hijos era la más cercana, ya que mis hermanos se había alejado considerablemente de él cuando se separó de mi mamá; me sentía traicionada, contrariada y algo negada a esa posibilidad, quería encontrar alguna justificación al respecto, pero simplemente no la hallaba.
Regresé a la oficina con los pensamientos más tranquilos y dispuesta a ordenar las últimas cosas que faltaban para poder continuar, me senté en el ordenador y comencé a hundirme en los reportes, balances y demás documentos, para darles el visto bueno y continuar con los pendientes de los clientes más grandes y algunos otros convenios que teníamos en la mesa.
El tiempo se me paso bastante rápido, por lo que sí Betty no hubiera entrado, yo no me habría percatado que la cita con el abogado estaba próxima. Agradecí el recordatorio de la pelinegra con una sonrisa y un largo suspiro emano de mi boca.
—¿Esta bien, señorita? —negué con la cabeza.
—No Betty, pero no te agobiaré con mis asuntos… —medité un poco la respuesta que le daba y cambié de parecer —Oye, ¿estas muy ocupada ahora mismo? —ella abrió los ojos y parpadeo en repetidas ocasiones.
—No, señorita, por el momento no. — La miraba con atención estaba parada delante de mí con su tableta abrazada a su pecho, su cabello atado en una colita alta, con su clásica sonrisa que inspiraba seguridad y lealtad; le tenía confianza, pero no al grado que mi papá se la tenía. «¡Claro! ¡Ella! ¿Cómo no lo pensé antes?»
—Necesito que me acompañes Betty, con el abogado. — Ella solo asintió y se dirigió a tomar sus cosas, en seguida las dos nos poníamos en marcha con dirección a la oficina del abogado.
Estaba nerviosa tras el volante, las manos me sudaban, quería saber lo que pasaba, mi respiración trataba de controlarla sin mucho éxito, a medida que nos acercábamos al despacho del abogado sentía las nauseas llegar a mi cuerpo y anidar en mi boca.
—Si me permite —Betty prendía el equipo de sonido del auto —, creo que algo de música le vendría bien señorita, se ve algo tensa. —asentí, ella puso su celular en sincronía con el estéreo Michael Bublé “Feeling Good” sonaba en las bocinas, y su voz surtió efecto en mí de inmediato como pocas cosas en este mundo. —Es curioso —señaló Betty— Está canción también relajaba a su padre…
Guardo silencio antes de terminar la frase, aquella aseveración me había dejado una sonrisa en la boca. La miré por el rabillo del ojo, ella revisaba el iPad para desentenderse de lo que había dicho, tal vez pensó que aquello pudo haberme incomodado, pero por el contrario, me daba fuerza en ese momento.
—Supongo que algunas cosas se heredan, se traen en la sangre. —asintió con sonido sin regresar a verme, entendí entonces que algo le sucedía, tal vez se sentía culpable, por lo que había dicho antes— No te sientas mal, todo está bien, yo entiendo que a ti también te duele saber como está mi papá ahora mismo, pero no es tu culpa. —asintió de nuevo, está vez con la cabeza y una mueca en el rostro, acomodando su ropa con las manos.
—Señorita, de vuelta a la derecha en la siguiente calle, hay un estacionamiento, de ahí solo caminaremos un poco. —seguí su recomendación y estacioné el auto, en cuestión de minutos estábamos dentro del despacho de este abogado que había irrumpido antes en la empresa.
Nos recibió de inmediato la asistente del abogado, indicándonos que él nos estaba esperando ya en su oficina.
De frente a nosotras y con una sonrisa "encantadora" el abogado nos recibía gustoso, portaba un traje gris claro de tres piezas y un pañuelo café, que hacía juego con su corbata y zapatos, en la solapa. Tenía cerca de los 40 años, su piel era blanca, su cabello castaño y sus ojos marrones. Sostenía un puro encendido en su mano y nos invitaba a tomar asiento a la vez que nos extendía la mano para estrecharla.
—Bienvenidas, — Se dirigió a mí para presentarse— señorita Farfán, soy Joseph Manríquez y represento a Viktor Smith, pero eso usted, ya lo sabe. —su sonrisa era tan grande que daba la impresión de ser falsa, de inmediato me pareció patético y poco tolerable, por lo que mi limité a indagar sobre la visita a la empresa de mi familia, sonriendo con un acento inconmensurable de sarcasmo.
Se arregló el saco al mismo tiempo que se sentaba detrás de su escritorio y prosiguió hablando con su gesto exagerado —La verdad que no tenía intención de hablar con usted, pero supongo que su padre…
—Mi padre está de viaje señor, y no ceo que regrese solo para atender su asunto, el momento su apoderada legal soy yo, así que puede decirme cualquier cosa que necesite. —repuse
—Pues, es que mi cliente quiere tratar específicamente la situación con él. —rebatió.
—Pues eso no será posible. —el abogado guardo silencio, analizando mi postura, se llevo el puro a la boca y fumo un poco.
—Mire, señorita Farfán —espetó después de un breve silencio—, creo que me ha mal entendido; tengo instrucciones de que solo puedo hablar con su padre al respecto de lo que mi cliente, el señor Viktor Smith, me ha solicitado.
—Le pido entonces, señor Manríquez, que hable con su cliente, mi papá no esta en condiciones de regresar de su viaje, y es muy probable que no lo haga, planeaba su retiro hace meses. Así que me dejo a cargo de todo.
—Ya veo. — Se frotó el mentón— Y me temo que usted tampoco me dirá en donde puedo encontrarlo. —arrojó la ceniza del puro en un cenicero de cristal cortado que rebozaba en su escritorio.
Dirigí mi vista a Betty quien me miraba de una forma aprobatoria, entendí entonces a lo que se refería y que tenía que ceder a dar información de mi padre que no quería divulgar.
—Mi padre está en el hospital —anote de la manera más fría posible— desde hace tres meses, conectado a una máquina tras un infarto fulminante, él no puede hablar con usted porque sencillamente no tiene actividad cerebral significativa. —el silencio reino durante algunos segundos en los que aquel hombre me analizaba con el puro en la boca.
—Hagamos algo señorita, pero antes permítame hace una llamada.
Él se levantó del asiento, tomó su celular, caminó un par de pasos para abrir una puerta dentro a su despacho diferente a por donde habíamos entrado, dejando ver una sala de juntas, y se metió ahí por un par de minutos.
—Hizo bien señorita —musitó Betty dándome confianza—, sí quiere saber lo que tiene que decir el abogado está es la única forma.
El despacho era muy sobrio, algunos cuadros colgaban de las paredes y un estante repleto libros decoraba una de las paredes de piso a techo, todo era de madera, incluidas las sillas en las que estábamos sentadas, con un revestimiento de cuero n***o. una alfombra color vino bajo nuestros pies con detalles en oro y plata.
El pestillo de la puesta sonó augurando la próxima entrada del abogado a la sala.
—Bien, señorita Farfán, mi cliente ha accedido a tratar con usted en representación de su padre. — Me adelante un poco en la silla con impaciencia— Mi cliente, también es hijo del señor Farfán, —espero unos segundos a que diera reacción, pero no me inmuté, él entrecerró los ojos y continuó— Y lo único que espera de su padre es que también se le incluya en el testamento. Esa es su petición.
Sonreí y ante mi gesto el abogado se sorprendió. —¿Cómo puedo estar segura de qué su cliente, también es hijo de mi padre? Para empezar, y para continuar, yo no puedo añadirlo al testamento, es mi padre él único que puede modificarlo, pero es imposible, dada su condición.
—Si pueden, — Se sentó en una esquina del escritorio delante de nosotras— usted y sus hermanos pueden llegar al acuerdo de incluirlo, de darle todo en partes proporcionales. —hablaba con las manos, explicándose mientras depositaba el puro en el cenicero de cristal— O bien, se podría abrir un caso, con prensa de por medio, en el cual ustedes tendrían que comprobar que todos son hijos del seños Saamir Farfán, y así el juez determinaría lo correspondiente para cada uno.
—Muy bien, entonces, hablaré con mis hermanos y cuando lleguemos a un acuerdo, me comunicaré de nuevo con usted. — Me levanté acomodando mi bolso bajo el brazo izquierdo, Betty me imitó— Le agradezco mucho su tiempo.
Di media vuelta para salir por la puerta de su despacho, pero él continuo hablando por lo que me giré para encararle.
—Piénselo, señorita, a nadie le conviene que estos asuntos legales salgan a la luz, la prensa siempre hace mal uso de la información y el nombre de su padre y el de ustedes puede ganar mala reputación.
—Gracias. —concluí saliendo del despacho del abogado y caminando a prisa hasta el estacionamiento con Betty siguiéndome los pasos.
«¡Me amenazó! ¿Qué diantres se cree ese hijo de puta?» chillaba mi cabeza mientras apretaba los puños y los dientes. «Definitivamente tengo que contarle a mis hermanos» bufe con frustración mientras me subía a mi coche, esperando que Betty llegará con el boleto del estacionamiento pagado.