Esperaba a Betty en el coche, mientras trataba de controlar mis emociones para no estallar en un ataque de ira por el chantaje de aquel abogado y su “cliente”, ni si quiera lo conocía, no tenía idea de quien era Viktor, más allá del acta de nacimiento, tendría que investigarlo más a profundidad.
—Ya está, señorita. —Betty entraba al auto indicando que podríamos partir. De inmediato noto mi energía y se quedo callada sin hacer ningún movimiento, cosa que agradecí bastante.
Después de manejar un rato con rumbo a la oficina espeté sin tacto hacía la asistente —¿Ya comiste? — ella negó con la cabeza por lo que me desvié un poco para pasar a un restaurante a comer algo con ella. Además de estar enojada, no podía mal pasarme o mi cabeza sufriría los estragos y mi mal humor saldría a flote durante todo el día.
Llegamos al lugar y el valet parking me recibió las llaves de mi auto, y de inmediato el hostess nos dio una mesa, a pesar de necesitar reservación para consumir en el lugar. Nos dio una mesa con vista a la calle, como siempre las pedía mi padre, la verdad es que muchas cosas de él yo las había hecho parte de mí vida y mi personalidad también, entre ellas las manías, hábitos e incluso modos de hacer o decir las cosas.
Partí al baño para lavarme las manos y después regresar a comer, yo pedí una crema de zanahoria con esferificaciones de verduras mixtas y salmón como plato fuerte, en cambio Betty pidió una entrada mediterránea con mariscos y de plato fuerte un medallón de atún en salsa de alcaparras, dos copas de vino blanco para acompañar y la música de fondo de un pianista espectacular.
Como par arte de magia, al ver y oler la comida delante de mí mis emociones desaparecieron, dejándome solo la felicidad próxima por degustar los alimentos. Tanto que por un momento me olvide que estaba acompañada de la asistente de mi padre, no es que ella no se aclaraba la voz como para abrir conversación.
—Si no te molesta Betty, prefiero que comamos un poco antes de hablar de algo. —sin esperar su respuesta inunde mi cuchara en la crema de zanahoria con las esferas de colores para llevarla a mi boca, los sabores explotaron en mi paladar produciendo que sintiera alivio de inmediato y no fue hasta que vacié mi plato cuando me sentí lista para existir y ser una persona normal en el mundo.
En ese momento noté que Betty había no terminado de comer su entrada, tal vez tenía más de la mitad de la misma, por lo que me veía con un gesto peculiar en la cara y yo la miraba con los ojos abiertos sin entender lo que sucedía. Betty se llevo una mano a la boca para suprimir la risa que le brotaba de lo más sincero de su ser.
Fruncí el ceño al no entender lo que había sucedido, tomé la servilleta y me limpié la boca pensando que era eso lo que había sucedido, pero no tenía la boca sucia o no parecía que lo estuviera porque en la servilleta no había rastro de nada.
—¿De qué se ríe? —le increpé a Betty al tiempo que le arqueaba una ceja.
—No nada, solo que me doy cuenta de que tenía hambre —señalo y siguió comiendo. Revolee los ojos ante su comentario, pero no podía decir que no, cuando tengo hambre me pongo de malas y este día no iba nada bien, así que de cierta manera había desfogado mi energía con aquel plato.
—Tú conocías a mi papá tal vez mejor que nadie, Betty. —entable conversación— Tú sabes de la existencia de mi hermano, es decir, ¿es cierto que tengo un hermano? —pregunté sin tapujos. La cara de Betty se transformó.
—Pues solo lo que él me decía señorita, de ese tema en particular no conozco mucho, pero sé quién si le podría dar más información al respecto. —contestó sorbiendo su copa de vino.
—Pues dime, te escucho.
—Su madre —la respuesta me dejo helada, así que volví a preguntar par afirmar.
—¿La madre de Viktor? —negó con la cabeza.
—No señorita, hasta donde sé la señora Smith falleció hace un par de años, pero su madre, Rosaline, podría decirle más al respecto. —suspiré con mucha frustración. Hacía tanto tiempo que no veía a mi madre, que sería difícil hablar con ella, de hecho la idea no me gustaba para nada, el problema entre papá y ella era debido a que mi madre le fue infiel.
Mi madre era una persona dulce, hasta donde yo recordaba, pero de un momento a otro se volvió arisca y hostil, nos regañaba y castigaba por todo, incluso recuerdo alguna ocasión en donde nos golpeo a mis hermanos y a mí por desobedecerla; la última época de su matrimonio con mi papá fue tortuosa para todos.
Mi padre se iba muy temprano en la mañana para la empresa que apenas comenzaba a dar frutos, y ella se iba apenas mi papá salía de la casa y regresaba justo antes de que papá volviera del trabajo. Ni si quiera nos llevaba a la escuela, nosotros tomábamos el autobús escolar de ida y de vuelta. Muchas veces llegamos a casa a preparar algo de comer porque mi madre no había hecho nada.
Después, el alcohol llego a su vida y empezó a deteriorarla considerablemente, salía por horas y regresaba a tomar hasta embrutecerse. Mi padre dormía en la recámara o en la sala, en un lugar diferente al de ella, hasta que la descubrió siendo infiel, nosotros nos enteramos de aquello algún tiempo después. Mi padre demandó a mi mamá y se quedo con nuestra tutoría.
Todos la pasamos bastante mal, en especial Adelfa, que al ser la mayor, cargaba con más responsabilidades, muchas veces ella dejaba de hacer sus cosas para cuidar de nosotros o darnos de comer, dejo de salir, de tener amigos o parejas para atendernos, razón por la cual siempre estaba enojada, no solo con mamá sino con papá.
Recuerdo las peleas entre ellos, eran abrumadoras para mí y para Iram, que a pesar de no ser tan pequeños, éramos una carga para ella. Mi hermana peleó tanto con papá que papá optó por llevarme a la empresa en más de una ocasión, mientras mi hermano se quedaba solo en casa y Adelfa salía de fiesta con algunas amigas o salía al cine. En fin, no son épocas agradables de recordar.
—¿Señorita, puedo retirar su plato? —el camarero me traía de vuelta de mis pensamientos con su pregunta, sonreí amable en su dirección y asentí con un sonido, llevando un mechón de mi cabello atrás del oído.
En cuanto el mesero se retiró Betty sorteo una pregunta —No le gustó la idea que sugerí, ¿cierto? —pregunto con cautela de mi respuesta, mi mirada estaba cargada de tristeza y mi semblante sin duda no era el más optimista.
—No Betty, hace más de 10 años que no veo a mi madre, no sé en donde pueda estar ni donde podría encontrarla, y la verdad es que no creo que ninguno de mis hermanos este dispuesto a hacer algo. —dejé escapar el aire de mis pulmones lentamente— Tenemos que pensar otra forma de averiguar algo, dejemos la opción de mi madre como último recurso.
—Podemos buscar información de los parientes de Viktor, si así lo desea. —resaltó con un semblante pensativo —No conozco el nombre de su madre, pero seguro que en el acta de nacimiento dice.
—Esa idea me parece mejor. —los platos fuertes llegaban a la mesa y la cara de felicidad regreso a mí en cuanto vi el rosa del salmón posar glorioso sobre mi plato— Pero antes, comamos. Ya habrá tiempo de preguntarte un par de cosas más.
Comimos casi sin decir palabra, a excepción de algunos comentarios de parte de Betty, que nunca había ido a aquel restaurante, mi padre frecuentaba otros estilos, él solo salía a comer cuando un inversionista o cliente importante llegaba a entablar un trato con él, de ahí en fuera, comía en el comedor de la empresa o en su propia oficina.
Me contaba cosas de papá que no siempre podía ver, como que con los empleados siempre había sido muy cordial y amistoso, a excepción de que se cometieran errores, no se volvía un ogro pero ella decía que se ponía más “enérgico”, y que las únicas dos ocasiones en las que lo vio furioso, fue por la deslealtad de uno de sus empleados, al filtrar información entre empresas y la vez que mi madre quiso regresar a formar parte de nuestra vida.
—Por favor, no toquemos más el tema de mi madre, Betty. —cada que escuchaba que alguien hablaba de ella me revolvía el estómago y me sentía triste.
Terminamos de comer para regresar a la empresa, pasaban de las 7pm, así que fui directo a sacar el acta de nacimiento de la caja fuerte del despacho de mi padre para empezar a buscar cuanto antes a cualquier persona que estuviera relacionada con mi padre, con Viktor o con la madre de “mi hermano”.
Caminé con Betty a mis espaldas por los pasillos de la empresa hasta llegar al puesto de Betty en donde ella se quedo revisando su computador y algunos archivos que habían llegado en calidad de urgente. Yo seguí mi camino hasta la oficina de mi padre, deje mi bolso en la sala y me dirigí al librero, abrí la puerta en donde se encontraba la caja fuerte y digité la clave para acceder.
La puesta de la caja fuerte cedió pero me quedé con los ojos abiertos en su totalidad, el interior se encontraba vacío, los papeles no estaban ahí. Metí la mano para comprobarlo, nada, no había nada en la caja fuerte. «Eso no es posible, yo los vi aquí ayer. Yo los vi aquí»
Me quedé helada. Tomé algunos segundos para pensar. «Las carpetas de piel» la idea llego a mí de pronto, así que atendí a mi intuición, busqué las carpetas de piel por todo el librero de mi padre, pero no las encontré.
Betty entraba al despacho al tiempo que yo removía libros y papeles con el afán de encontrar esas carpetas que por ahora, eran toda la pista que teníamos de Viktor.
—¿Señorita? —interrumpió con hilo de voz.
—¡NO ESTÁN BETTY! —gruñí aún buscando, en los cajones y repisas de la estantería— ¡LAS ACTAS, NO ESTÁN!
—Eh… —hizo una pausa que me dejo escalofríos en todo mi cuerpo— yo las tengo aquí. —giré a verla con lentitud, mi boca estaba entrecerrada, no daba crédito a lo que me estaba diciendo— Estaban en mi escritorio señorita.
La tuve que haber mirado con mucha furia para provocar esa reacción en ella, me veía como sí fuera a golpearla, con miedo bailando en sus ojos, tomando las carpetas y poniéndolas como escudo delante de ella. Di algunos pasos largos hasta llegar a ella, sin preguntar más le arrebaté las carpetas para revisar el contenido de cada una de ellas.
Las carpetas tenían su interior intacto. «No entiendo. Me voy a volver loca».
—Betty, ayer las pusimos dentro de la caja fuerte, ¿cierto? —ella asintió con la cabeza y musitó un muy leve “Sí”, lo que me generó aun más confusión, me tomé algunos segundos para entender— ¿Qué hacían en tu escritorio?
Ella me estiró la mano para mostrarme la parte posterior de una de las carpetas en donde una nota estaba pegada…
“¿Ya lo sabías, Salma?” estaba escrito en una impecable caligrafía en letra cursiva. Me llevé las manos al rostro intentando entender algo.
—Las encontré en mi escritorio, señorita, debajo de un montón de documentos que me llegaron. —explicó con la voz temblándole en un tono muy bajo— ¿Cree usted que su hermano lo haya visto?
Le sostuve la mirada a Betty, me encogí de hombros.
Él que mi hermano se enterará de esto, sentenciaba mi relación con él y con Adelfa, estallaría una guerra campal entre los tres, y sin dudas desconectarían a papá, pese a la esperanza que albergaba en mi corazón de que despertará de su letargo.
Negué ligeramente con la cabeza —No sé. Por lo pronto —extendí el acta de Viktor— busca a cualquier pariente vivo de Viktor. Yo veré que hacer.
Betty abandonaba la oficina de mi padre al tiempo que yo me desplomaba en una de las sillas de los invitados. La detuve antes de cruzar el umbral.
—Betty, a partir de mañana, solamente tu y yo tendremos llaves de esta oficina, las cámaras de seguridad replicarán el video en mi celular o mi tableta, así que haz que instalen un software apropiado para ello… y ya te puedes ir a tu casa.
Con mucha pena en su cara me dio las buenas noches y se retiró, dejándome en la soledad del despacho.