Luego de despedirse de su único amor, Celeste cerró los ojos por última vez. Silencio, paz y tranquilidad sentía en ese momento. Segundos después sus ojos se abrieron por una molesta e intensa luz. Al abrirlos se dio cuenta que no se encontraba en el hospital, sino frente a una gigantesca puerta de metal con incrustaciones de oro, plasmada sobre ella había símbolos y figuras celestiales. Recorrió con sus ojos lo que se encontraba a su alrededor, pero se dió cuenta que sólo era un espacio vacío, iluminado con esa intensa luz. Decidió abrir la enorme puerta frente a ella. Con miedo, tomó con su mano el pomo y giró de ella abriéndola de inmediato. Observó el interior del lugar con mucha atención; se encontraba en un edificio amplio con paredes blancas, había varios escritorios hechos de un