Capítulo 5

2250 Words
Los trámites se terminan y yo salgo de la habitación con la monja María. Al salir, me encuentro con los abuelos que me esperan y se levantan al verme. — Nena, espero que este sea solo el comienzo de tu nueva y alegre vida. Recuerda que no estás sola y nosotros te queremos mucho — dice tomando mi mano la señora Jude — No podemos ofrecerte mucho, pero quiero que tengas presente que cuentas con nosotros en todo ¿vale? — Esta bien. Adiós, señores Smith — me despido y me marcho con las monjas, fuera de la clínica. En la entrada de la misma, hay un pequeño auto al que subo con ambas mujeres. — Debes colocarte el cinturón — me pide la monja María y yo asiento. El recorrido es largo y agotador. Por lo que me quedo dormida y es la monja María quien me despierta cuando el auto esta detenido fuera de una gran casa. No tan grande como donde vivía, pero tiene más zonas verdes que mi antigua casa. También se puede ver más de diez niños jugando bajo de la sombra de dos árboles, mientras varias mujeres con la vestimenta de la monja María y la directora, se mueven de un lugar al otro trabajando. — ¿Qué tal te parece? — me pregunta la monja y yo no se que decir. Por lo que guardo silencio — No te preocupes, te parecerá extraño porque nunca habías visto un lugar así, pero pronto te acostumbraras. — No será necesario, mi padre vendrá por mí. — murmuro bajando del auto. — Esta bien. Entonces disfruta tu tiempo aquí, el cual será corto ¿Cierto? Asiento ante su pregunta y la sigo adentrándome al lugar. La madre superiora desapareció y sin poder reconocer caras, me resulta complicado identificar personas. La monja María me lleva hasta mu dormitorio, siendo este uno que tiene más de seis camas de cada lado de la pared. — Esta habitación, la compartirás con once niñas que vinieron antes de ti. Ellas han pasado por momentos dolorosos como tú, por lo que, podrán ayudarse entre sí. Por lo que, debes ser amables con ellas y ellas acordaron ser amables contigo — De acuerdo. La monja María, camina hacia la parte baja de la cama. De ella abre varios cajones con ropa. — Aquí esta tu ropa y la que te quites, tendrás que colocarla en la canasta que esta al fondo de la habitación. Quiero recordarte que nadie limpiara por ti. Así que, debes tender la cama, quitarte la ropa y bañarte tú misma. Hoy te ayude a cambiarte, pero era solo esa vez. — Pero tengo el brazo enyesado y la pierna también — me quejo. — Entonces tendrás que tener buenas amigas, porque cada persona aquí, trabaja mucho y no puede estar al pendiente de ti. Aquí, los niños son muy independientes, porque nosotras estamos muy ocupadas y necesitamos de su ayuda. — ¿Y que pasa si no puedo o lo hago mal? — Aprenderás de tus errores y trabajaras hasta hacerlo bien por si sola. Solo no debe darte por vencida ¿Quedó claro? — pregunta y yo asiento. — Aquí la oración es importante, la limpieza, organización y obediencia. Así que, ten eso claro o te podrás castigar. Castigar, las veces en que mi madre me castigaba es que no me permitía salir de la casa. Por lo que, no podía ayudarla en la floristería o entretenerme leyendo. Esos momentos eran terribles para mí. Ya que, no me dejaban hacer lo que me gustaba. — Pero no te preocupes, no todo es malo en este lugar. Tienes niños de tu edad, hay clases de pintura, lectura y manualidades. Así que, podrás entretenerte en muchas cosas. Entonces vamos, para que conozcas todo el lugar. — dice extendiéndome su mano. Atemorizada por esta nueva experiencia, tomo su mano y camino fuera del dormitorio más grande que he visto en mi vida. El tiempo pasa y conozco los salones de clases, el salón de pintura, escritura y manualidades, la biblioteca, la sala de juegos, los baños de niñas, las habitaciones de los niños y el comedor. Los niños y las niñas, están separados por dormitorios y edades. Ya que, los niños más grandes están en el segundo piso donde está la biblioteca y sus salones. En la planta baja está el comedor, las habitaciones de los niños más pequeños como yo y nuestros respectivos salones. Al llegar a la puerta del patio, se encuentra a la derecha la cocina y a la izquierda la habitación de lavandería. Fuera, en el patio, hay un campo pequeño donde los niños juegan fútbol, dos árboles donde las niñas juegan entre sí. Al fondo hay una iglesia y rodeada de ellas hay mucho terreno con frutas y vegetales en él. — ¿Hqy algún cultivo de flores? — pregunto y la monja niega. — Todos los cultivos son de fritas o verduras, nada más. Ahora, ya terminamos el recorrido, por lo que puedes salir a jugar. — La casa tiene tres pisos. Aun no me has enseñado el tercer piso. — En el tercer piso están los dormitorios de la monja y la oficina de la directora. Por lo que, solo los niños que se han portado mal suben a esa oficina. Así que, espero que no tengas que subir ¿Estamos claros? — pregunta y yo asiento — ahora ve a jugar. Sin saber que hacer, camino rumbo a las chicas. Las cuales logró diferenciar por las trenzas y que jueguen con muñecas. — Hola, ¿Puedo jugar con ustedes? — pregunto. — Sí — dice una dicha de cabello oscuro corto mientras me entrega una muñeca — ¿Te quedaste sin padres? — pregunta y yo niego. — Mi mamá murió, pero papá vendrá por mí pronto. — Que bueno, entonces felicidades por no quedarte aquí mucho tiempo. Todas nosotras esperamos padres adoptivos, porque no tenemos padres. Así que, que bueno que tengas un papá. — comenta y yo asiento. Me enfoco en la muñeca de trapo con la intención de no ver rostros borrosos, pero incluso el rostro de la muñeca es imposible para mí de ver. Con intención de olvidar un poco lo que me ha pasado, intento seguir el juego de las niñas mientras espero impaciente que papá llegue. Nunca antes mi madre me había dejado e casa de alguien más, pero cuando tenía que hacer alguna compra de la casa o sus negocios, yo me quedaba esperándola en la casa, por lo que, comprendo que uno debe esperar bastante. Ya que, los padres pueden estar ocupados. Sin embargo, comemos, oramos, todos se ponen los pijamas y yo espero que mi padre llegue. Mi mamá nunca había esperado hasta la noche para regresar a casa, pero posiblemente papá este ocupado. Una de las niñas se me acerca. — Debes cambiarte, si la madre superiora viene a revisar y no te ve con pijama, te va a regañar — me dice la niña de cabello amarillo. — No quiero ponerme la pijama, porque tengo que esperar a papá y él querrá que este así. — Quizás tu papá no viene hoy y si lo hace, te llevará en sus brazos, aunque estés en pijama. Sol cámbiate y descansa un poco. Mira que cuando quisimos correr contigo, te caíste y te dolió mucho la pierna. Es cierto, quise seguir su ritmo y terminé en cama después de comer, por lo que, no he salido de la habitación por varias horas. — Quizás papá ya llegó y solo debo esperarlo un poco más — digo de inmediato. — Entonces podrás irte en pijama. Cámbiate, porque si no lo haces, serás castigada rezando por muchas horas. — insiste y yo asiento. — Esta bien, lo haré. Decepcionada por no ver a mi padre llegar, me cambió con ayuda de Paulina, la niña rubia que ha sido buena conmigo y es de mi edad. La madre superiora llega cuando termino de cambiarme y con su dirección, oramos antes de dormir. Nadie pide que le lean un cuento y ella solo nos dice buenas noches para después apagar todo y marcharse, así que, no hay mucho por hacer. Todas se duermen casi de inmediato y yo espero pacientemente que mi padre aparezca y me lleve con él. Quizás el dolor de la muerte de mi madre nos una y me de el amor que antes no me dio. Solo que se ha tardado un poco por el trabajo. Su trabajo es distinto al de mi madre y es por eso que aun no ha llegado — me digo mentalmente Esforzándome por no dormirme, estoy atenta a cualquier movimiento, pero ante tanto silencio, me resulta inevitable no dormir. De inmediato, aparezco en mi casa saludando a las flores, cuando mi madre aparece a mi lado. — Eres una niña muy inteligente, mi amor. Su voz suena aterciopelada y cargada de mucho amor. Sonriente, giro mi rostro hacia ella y mi corazón duele al no poder ver su cara. — ¿Qué sucede pequeña? ¿Te sientes mal? — pregunta mi madre intentando acercarse a mí. — Señora, la buscan. Mi madre gira su cabeza y es cuando un hombre sin rostro se acerca — ¿Qué quieres Albert? — pregunta mi madre. ¿Albert? ¿Ese hombre es mi padre? — Vine a buscar a Ashera . Ella necesita que yo la cuide de él — dice señalando detrás de mí. Giro mi cuerpo y antes de siquiera verlo él me toma por los brazos. — Te di la oportunidad de vivir y no quisiste. Te golpee hasta querer matarte y no moriste. Ya no habrá otra opción, yo mismo comprobaré tu muerte, Ashera — me dice el hombre sin rostro para después tirarme al suelo. Todos se colocan a mi alrededor y sus cabezas sin rostros me causan temor. Lentamente se acercan a mí y el hombre cruel habla. — Te mataré, Ashera . No descansaré hasta hacerlo. — ¡No! ¡Por favor, no! ¡Yo seré buena niña! ¡No me maté! — grito intentando moverme. Pero él me toma de los hombros y me sacude. — Despierta, allí es cuando te mataré. El miedo me invade y despierto mientras siento como me hacen estremecer. — Despierta, Ashera . Fue una pesadilla — me dice una voz que reconozco como la monja María. Con temor, abro lentamente los ojos y descubro que todas las niñas están despiertas observándome, mientras la monja María me tiene entre sus brazos. — Fue una pesadilla, tranquila. Tú estás a salvo. — dice en un tono dulce que me recuerda a mi madre. Esa madre a la que podía verle el rostro y ahora en sueños me causa temor. Esa madre que al igual que todas estas personas no puedo ver bien y me hacen sentir inseguras al no poder identificarla. Si mi mamá estuviera aquí, yo no tendría problemas con ver. Ella siempre me curaba de algún dolor, ella sabría que hacer. Pero ahora estoy sola. Saber eso causa que no pueda evitar llorar. Es allí cuando la monja me abraza y yo no sé qué hacer. Me siento mal, me siento sola. — Yo quiero a mi mamá. Quiero a mi mamá — digo en medio del llanto. — Ella esta en un mundo mejor y lo sabes, pequeña. Ella está con Dios — susurra la monja María. — Su mundo mejor era el de nosotras, donde ambas vivimos felices. No este donde ella ya no está en este mundo y yo no puedo ver un rostro. — digo en medio del llanto. — Tranquila, nena. — No, yo no puedo estar tranquila. Solo puedo estar así cuando mamá está y cuando estoy en mi casa. No aquí. Por favor, monja María, lléveme a mi casa. Deja que este con mi mamá. — digo en medio del llanto. — Lo lamento, Ashera . Eso no es posible. Así que, debes ser fuerte. Esto es duro, pero debes ser fuerte, pequeña. — No puedo serlo sin mi mamá — digo en medio del dolor si saber como dejar de sufrir. La noche es larga, las monjas me ayudan a calmarme, pero las pesadillas regresan a penas duermo. Mis atacantes aparecen en mis sueños y el no poder ver bien quienes son me causa mucho más temor. Por lo que, deciden enviarme a una habitación aparte para no perturbar el sueño de las demás niñas. Sin embargo, ello no me ayuda en lo absoluto y sigue así por varias semanas. Semanas difíciles en las que la ayuda psicológica ayudó a que las pesadillas no volvieran, pero no a que yo pudiera ver nuevamente caras, como tampoco ayudó a que mi padre apareciera. Lo sé, porque pasaron los meses y mi padre nunca vino por mí. El tiempo corto que creí pasar en este lugar, ya se ha convertido en cinco largos años que no me han ayudado en lo absoluto. Mi papá ya no vendrá por mí, es la realidad y yo viviré en este orfanato hasta que sea muy grande. Porque eso es lo que pasa cuando no le interesa a nadie, simplemente, vives sola y estás sola. Como yo ahora. Quien esta rodeada de muchos niños y adolescentes, pero me siento sola y no me siento querida. Después de todo, mi madre murió y mi padre me abandono a mi suerte, justo cuando más lo necesitaba.
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