Capítulo 2.

1680 Words
Pasaron varios días donde hicimos varias cosas para acomodarnos lo mejor posible en la cabaña y hacerlo todo a nuestra manera. Al segundo día montamos el proyector que trajimos en el salón para ver las películas que Nora se había traído descargadas en su ordenador y empezamos con el maratón de películas. Al tercer día conseguimos hacer que nuestros móviles tuvieran señal porque teníamos que cambiar de tarjeta, cosa que Lara consiguió para las tres yendo a la ciudad y comprando tarjetas de prepago para los próximos tres meses. Al cuarto día nos hartamos de bañarnos en el río y empezamos a poner a prueba nuestras dotes culinarias con diferentes platos. Hicimos desde las tortitas para el desayuno, hasta un menú completo de cena que incluía un postre que en verdad era helado comprado con sirope de arce. Nos estábamos currando mucho nuestras vacaciones para acabar de empezar, la verdad, pero así éramos nosotras y esa era nuestra esencia. Al quinto día nos fuimos las tres a la ciudad para ir de compras y al cine durante todo el día. Aprovechamos y nos compramos también unas sábanas nuevas y más comida porque se nos estaba acabando en la despensa. Agradecí haber ahorrado durante unos años para poder disfrutar sin límites de este verano, cosa que hicimos las tres desde que se nos metió en la cabeza que queríamos hacer esto. Lara le compró a su perrita varios juguetes para que no se aburriese tanto cuando la dejábamos sola en la cabaña y Nora se preocupó de quejarse de lo que hacía Lara. Era el sexto o séptimo día por la mañana, no me acuerdo muy bien, cuando despertamos y decidimos ir las tres al río dejando a Ely sola en la casa, como llevábamos días enteros haciéndolo cuando no nos podíamos hacer cargo de ella. A las tres horas de tomar el sol en las tumbonas nuevas y cuatro vueltas de tortilla volvimos a la cabaña las tres recogiendo las cosas para ir a comer. El problema empezó cuando Lara empezó a llamar a Ely, pero esta no contestaba. -Ely, pequeña, ¿dónde estás? –subía y bajaba las escaleras para ver si se había escondido en algún lado. - ¿No la encuentras? –pregunté preocupada. -No –bajó las escaleras y nos miró. En ese momento sus ojos se abrieron como platos al ver algo detrás de nosotras que al no entender qué pasaba, nos giramos y nos percatamos de la ventana que estaba abierta de par en par-. Dios mío, no por favor. Salió rápidamente afuera y dio la vuelta a la cabaña para ver mejor. -Creo que se ha escapado –dijo Nora sacando la cabeza por la ventana dirigiéndose a Lara que miraba a lo lejos desesperada a más no poder. -Madre mía –Lara empezó a llorar-. ¿Y ahora qué hago yo? Salí de la cabaña y fui con ella para consolarla. Me daba mucha pena por ella. -No te preocupes que las dos te ayudaremos a buscarla –le froté el hombro para consolarla. -Pero ese sitio es enorme, y a saber qué le podía haber pasado porque no sabemos hace cuánto que se ha ido –limpió sus lágrimas y se levantó del suelo para entrar a la cabaña. Nora nos esperaba sentada en el sofá, bastante ignorante para mi gusto en este tipo de situaciones. - ¿A ti te da igual? –Lara la miró y empezó de nuevo a llorar. - ¿Y qué puedo hacer que no sea llamar a los guardias forestales para que te ayuden? –su tono sonaba bastante soberbio. -Venir con nosotras para buscarla también –le dije a modo de bronca.  Salimos las tres cerrando la cabaña detrás de nosotras y emprendimos la búsqueda como pudimos con las linternas de nuestros móviles. Cada una se fue por un lado distinto para cubrir más terreno y así ver si podíamos dar con ella antes del anochecer o no. Desafortunadamente no logramos encontrarla en ningún lado, cosa que a Lara le dolía cada vez más porque Ely la había acompañado los últimos cinco años como una más de la familia. Nos dimos por vencidas en cuanto pensamos que no encontraríamos el camino de vuelta a causa de la oscuridad y nos volvimos a encontrar en el prado de detrás de la cabaña. - ¿No habéis visto nada? –Lara recobró el aliento como si hubiese corrido una maratón. - ¿Ver el qué? –preguntamos Nora y yo. -Nada, un topo me había dado un susto de muerte –suspiró-. Vayamos adentro. -Mañana si quieres volvemos a salir bien temprano, a lo mejor la perrita se da cuenta de dónde estamos y vuelve –sugerí. -Gracias, a lo mejor sería buena idea llamar a los guardias también. -Obviamente, nosotras no estamos ni equipadas ni preparadas para este tipo de situaciones –alardeó Nora mientras cerraba la puerta de la cabaña con los cerrojos que tenía. -Bueno, entonces vamos a cenar algo y a dormir –me encaminé hacia la nevera para sacar algo que aún quedaba de la comida de hoy. -Yo no tengo mucha hambre, voy directamente a dormir –Lara se levantó del sofá del que se acababa de sentar y subió las escaleras hacia el desván. -Entonces más comida para nosotras –Nora vino en dirección a la barra para empezar a cenar. Estuvimos platicando por bastante rato sobre la situación y también le comenté lo que me pasó cuando vine de comprar por la tarde con el coche deportivo y la cabaña que vi a lo lejos. Ella, a ser tan aventurera, tuvo la brillante idea de que nos acerquemos y conozcamos a los “vecinos” para ver si nos podríamos llevar bien por cualquier cosa. Le dejé claro que ni de broma haría eso. No sabíamos con qué nos encontraríamos o siquiera si esas personas buscaban lo mismo que Nora, una amistad. Recogimos todo lo que habíamos ensuciado con la cena y subimos arriba sin hacer mucho ruido para no despertar a Lara que se encontraba dormida en posición fetal sujetando en sus brazos el peluche que su perrita usaba para dormir. Se me rompía el corazón al ver eso, por lo que intenté no mirarla y cambiarme de ropa. Abrí la colcha de mi cama y me tumbé tapándome hasta la mitad. En ese momento noté un ruido raro cada vez que acomodaba mi cabeza encima de la almohada y decidí meter la mano para ver de qué se trataba. Sin darme cuenta saqué un sobre bastante pequeño que no pude ver bien por la oscuridad. Me metí completamente debajo de la colcha para que las demás no me vieran poner la linterna y mirar qué era eso. Con la mirada seria abrí el sobre y le di la vuelta al papelito que había dentro de este. “Largaros de ahí antes del siguiente anochecer o habrá consecuencias” –C. Abrí los ojos como platos durante un segundo, pero algo dentro de mí me intentaba decir que es una broma pesada de Lara al haber subido antes que nosotras arriba. Aun así, no me cuadraba que Lara estuviera de bromas en este momento, lo que significaba que alguien ha logrado entrar aquí en algún momento sin que nos diéramos cuenta. Apagué la linterna del móvil y me destapé mirando a las demás para asegurarme de que se habían dormido completamente. Bajé de la cama con el sobre metido en el elástico del pijama para meterlo en algún lugar y que nadie lo encontrase. Como preferí no hacer ruido, bajé abajo y lo guardé en un cajón doble que teníamos en la mesilla pegada al sofá que mis padres solían usar para guardar dinero. Volví a subir a la cama sin hacer el más mínimo ruido e intenté dormirme para no levantar sospechas. A la mañana siguiente, Lara nos había despertado temprano a las dos para ver si esta vez podríamos encontrar algo sobre Ely en los alrededores de la cabaña. -Tú ve a este lado mejor –me dijo Lara-. Nora, tú sigue donde estuvimos ayer y yo iré en dirección al camino que lleva a la carretera por si decidió irse por ahí. -Perfecto –dijimos al unísono. La búsqueda duró casi tres o cuatro horas y yo me empezaba a frustrar bastante porque era como si nunca hubiese habido un perro con nosotras en este lugar. Cosa que estaba segura que a Lara le dolía más que a mí, incluso. De pronto me llega un mensaje al móvil de Nora para que nos volvamos a reunir en la cabaña porque era algo urgente, cosa que no me esperaba en estos momentos. Por un momento pensé que a lo mejor habría encontrado a Ely o algo que nos dijera si seguía viva o muerta, pero por desgracia, no era así. -Chicas –la cara de Nora era de preocupación absoluta-. Tengo una urgencia en casa y necesito volver. - ¿Qué ha pasado? –pregunté curiosa. -Mi madre me ha dicho que mi abuela está en las últimas y que me necesitan allí –nos enseñó una foto de su abuela llena de máquinas en una camilla de hospital, cosa que nos chocó a las dos. -Entonces puedes irte, ya sabes que nos tienes aquí para cuando todo se solucione y puedas volver –Lara le dio un corto abrazo que lo siguió de uno de mi parte. -Te acerco con el coche a la ciudad y si quieres de ahí pides un taxi o te vas en bus, como quieras –le dije apenada. -Me parece bien, voy a coger algo de ropa y te aviso cuando esté lista. Entramos de nuevo a la cabaña y esperamos las dos en el salón a que Nora bajara. No me esperaba que en tan poco tiempo se juntasen tantas desgracias, pero lo gracioso era que yo pensaba que las cosas se iban a calmar los próximos días, cuando no iba a ser nada de eso.
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