Preston. Estaba segura de que lo echaríamos de menos en cuanto emprendimos el camino hacia nuestras vacaciones de verano. La parte buena de todo esto es que me acompañaban mis dos mejores amigas Lara y Nora porque nos lo teníamos merecido.
Nos encontrábamos de camino a Blackpool para veranear en la cabaña que mis abuelos les dejaron a mis padres como herencia. Era bastante agradable en verano por situarse a veinte minutos de la ciudad y a veinte metros de un río bastante ancho que pasa por ahí. Hasta el momento no había venido nunca sin mis padres a esta cabaña, pero desde que cumplí mis 25 años decidí que era hora de celebrarlo de una forma un tanto diferente.
- ¿Estás bien? Te veo un poco en la inopia –me miró Nora desde el asiento del copiloto.
-Solo estaba pensando en que nos espera un verano entero tomando el sol –sonreí mirando hacia la carretera.
-Entonces no hay tiempo que perder, empecemos a pasárnoslo bien desde ahora –Lara se agachó entre los asientos delanteros para subirle el volumen al máximo a la radio donde empezaba a sonar “Cool for the Summer” de Demi Lovato, canción que la veía perfecta para el momento.
Las tres llevábamos un año trabajando de enfermeras en el mismo hospital y en la misma especialización de cirugía general, cosa que nos ha costado sudores y lágrimas, pero mereció la pena. Nuestras familias eran tan cercanas que parecíamos emparentadas incluso, cosa que a veces solíamos usar de adolescentes para decir que éramos las tres primas. Incluso aprovechábamos eso en cuanto a los tíos, pero esa es otra historia que ahora mismo no contaré.
Pasamos al lado de la ciudad de Blackpool y salimos por un camino de tierra que nos llevaba a la cabaña. Los árboles rodeaban el camino como si no los hubiesen cortado hace años, cosa que me dificultaba al conducir cuando llegaban las curvas.
-Menos mal que sabes conducir y me fío de ti- Nora me miró de soslayo por haber esquivado un bache de manera bastante brusca.
-No os queda otra –me reí-. ¿Cómo va todo por ahí atrás con Ely? –miré por el espejo para interceptar a Lara.
-De momento se está portando fenomenal, no me lo hubiese esperado nunca de ella.
-A lo mejor es que le da miedo por tanto movimiento y por eso está tan quietecita –le chinchó Nora.
-Bueno, ¿qué sabrás tú de perros, Nora? –dijo en voz alta.
-No viene al caso, chicas –bajé el volumen de la música y frené lentamente-. Ya hemos llegado.
En la desembocadura del camino se abrió ante nosotras un prado. El prado que contenía esa cabaña que tanto extrañábamos. La hierba y la tierra se iba difuminando con las piedras y la arena que empezaba a hacerse notar a medida que avanzaba con el coche para aparcarlo detrás de la cabaña. Lo puse lo mejor posible y apagué el motor con una sonrisa en mi cara.
- ¡Por fin! –gritó Nora.
- ¡Sí! –Lara no se quedó atrás y abrió la puerta de un manotazo para salir con su perrita en el trasportín.
Nora y yo hicimos lo mismo tras ella. Cerré el coche con llave de momento y saqué las llaves de la cabaña mientras nos dirigíamos al lado opuesto de esta. La puerta se abrió sin problemas, cosa que agradecí porque mi madre me había dicho que no estaba del todo segura de que la llave fuese la correcta.
Lo primero que vimos era el salón y los sofás tapados con un par de sábanas. Al frente de este estaba la barra de la cocina y al lado una puerta para la despensa que nos encargaríamos de llenar lo antes posible. A la derecha había una pequeña escalera de madera que llevaba al desván de la cabaña donde estarían nuestras camas y el baño.
-Esto está lleno de polvo –tosió Nora al soplar el polvo de la mesilla pegada al sofá.
-Nadie te ha dicho que lo soples- Lara abrió la ventana lateral para que no nos ahoguemos con el polvo.
-Antes de traer las cosas hay que preparar esto un poco.
-Te ayudo –dijo Lara-. Y tú, Nora, mueve el culo –tiró de su brazo para que viniese a la cocina con nosotras.
Sacamos dos barreños que había debajo del fregadero y los llenamos con agua y lejía para sacar un poco los olores a cerrado y levantar un poco el polvo.
Nos pusimos manos a la obra sin quejarnos, además de que yo me puse a fregar el suelo también, cosa que le dio otro aspecto a la cabaña.
Terminamos sobre eso de las tres de la tarde casi exhaustas de las prisas que nos metimos para poder meternos al río antes de anochecer, pero me acordé de que había que ir de compras también, por lo que una de nosotras se tendría que sacrificar para irse con el coche a la ciudad.
-Yo no voy, tengo que estar con Ely y acostumbrarla a este sitio –se excusó Lara.
-Yo no voy por pereza, además, el coche es tuyo Rebeca, te toca –me sonrió Nora.
Suspiré para mis adentros y puse los ojos en blanco mientras cogía las llaves de la encimera junto a mi bolso y me dirigía hacia la puerta.
-Me las vais a pagar las dos, pero esta vez os perdono –salí por la puerta.
Admiré por dos segundos el paisaje que había delante de mí. El sonido del río y el agua cristalina me daban tremendas ganas de darme un baño ahora mismo, pero me aliviaba saber que tendría todo el verano para ello.
Alcé la vista a metros distancia para ver si estábamos completamente solas o no, pero para mi sorpresa no era así. A mi izquierda y muy poco visible, se encontraba una cabaña bastante grande, para ser verdad. Me preguntaba de quién sería, porque hasta ahora no la había visto, o a lo mejor no le había prestado la atención suficiente.
Cogí el coche y emprendí el mismo camino hacia la carretera que rodeaba Blackpool para adentrarme al centro ciudad. Me daba mucha nostalgia recordar cómo solía pasear por estas calles comiéndome un helado que se iba derritiendo por momentos por mi negligencia mientras Nora y Lara se peleaban por quién tenía el sabor de helado más rico de las dos.
Paré en la tienda 24h que siempre solíamos comprar y entré como si varios recuerdos se siguiesen desbloqueando en mi mente. Desafortunadamente, la mujer de sesenta años que trabajaba aquí ya no estaba, posiblemente por haberse jubilado, quién sabe.
Cogí de las neveras toda la bebida que me apetecía para unos días y un buen taco de pizzas congeladas para ir comiendo. También cogí carne de hamburguesa y todo lo necesario para comer bien y lo llevé todo al cajero.
-La señora que trabajaba antes aquí… ¿sabe algo de ella? –le pregunté al chico que tenía delante de mí.
-Oh, se refiere a mi abuela –sonrió un poco-. Murió hace diez meses desgraciadamente.
-Vaya –hice una mueca-. Lo siento mucho, la verdad.
- ¿La conocías? –me miró curioso mientras metía mi compra en varias bolsas.
-Solía veranear mucho por aquí y veníamos a esta tienda a comprar, era una mujer muy alegre y amable.
-Sí, pero el cáncer es más fuerte a veces.
-Lo entiendo –cogí mi compra y me despedí amablemente del chico esperando volver a verle durante varios años por aquí. Me recordaba mucho a su abuela, y me sorprendió que esto hubiese sido un negocio familiar, nunca lo hubiese pensado.
Metí la compra en el maletero y me subí de nuevo para arrancar el coche. Di un par de vueltas más por la ciudad para ver si había cambiado algo estos últimos 5 años o las cosas seguían igual. Habían cambiado un par de edificios y otros se habían reformado por fuera, había más parques de lo que recordaba e incluso más niños de los que me imaginaba.
Volví a salir a la carretera en cuanto pude tomar el camino y no me demoré mucho más porque quería aprovechar las dos horas de luz que quedaban para tirarme al río.
Salí de nuevo al camino de tierra que llevaba a la cabaña, solo que esta vez tenía delante de mí un coche n***o deportivo que me llamó mucho la atención. En ese momento me acordé de la cabaña que vi a lo lejos y pensé que a lo mejor serían los propietarios. Se abrieron paso en el prado y se dirigieron hacia mi izquierda, tal y como pensé. Yo seguí con mi camino todo recto hacia mi cabaña y aparqué el coche sin dejar de observar por el retrovisor al coche deportivo que se iba alejando de a poco en la lejanía.
Salí del coche y di dos golpes en la ventana trasera para que me ayudasen con las compras, pero empecé a oír chapoteos y decidí rendirme y hacerlo por mí misma esta vez. Cuando llegué a la parte delantera oí gritos de Nora y Lara y giré mi cabeza para mirarlas.
- ¡Vente rápido, el agua está muy buena! –Lara levantó a su perrita por los aires para dejarme saber que la había metido en el agua a ella también.
Les hice señas de que llevaba todas las compras entre las dos manos y que necesitaba meterlas en la nevera antes de hacer nada. Organicé todo y me acordé también de las maletas que estaban aún en el maletero y me empecé a reír pensando que esas dos a lo mejor se habían metido en ropa interior al agua, o directamente desnudas.
Hice otro esfuerzo por traer las maletas y subirlas arriba. Las dejé conforme solíamos dormir siempre, pero tampoco había mucho de donde elegir con cuatro camas individuales. Revisé el baño para ver que estaba todo en orden y me cambié en un bañador que traía para bajar al chapoteo.
Iba a empezar lo bueno.