Capítulo 3.

2013 Words
Dejé a Nora en el centro de Blackpool para que pudiera coger un taxi. Me dejó claro que en cuanto las cosas se calmasen volvería para seguir con las vacaciones. Volví algo triste por lo de Ely, pero sobre todo por Lara que no hacía más que llorar en cada esquina y cada vez que se acordaba de ella, que era cada dos segundos. Intenté animarla yéndonos al río aquella misma tarde después de la ida de Nora, pero sólo le apetecía salir a buscarla, cosa que yo prefería no seguir haciendo y le propuse llamar a los guardias forestales. Pero Lara era muy cabezota cuando se trataba de algo que le pertenecía, como era Ely. -Voy a salir de nuevo antes de que anochezca, a lo mejor ha olido la comida que dejé en el alfeizar de atrás y sabe volver –subió la cremallera de su chaqueta. -No deberías irte, a lo mejor te vas a perder –la regañé-. Será mejor esperar a mañana y llamar a los guardias de una vez por todas. - ¡No es tu perro! No sabes lo que se siente –su tono recriminatorio me dejó muda. -Vale, pero vuelve antes de las nueve o me enfado –me acomodé en el sofá de nuevo mientras ella ya salía por la puerta sin decir ni una palabra más. De pronto se hizo el silencio en la casa, cosa que no me gustaba mucho porque no teníamos televisión para ponerla de fondo y el ordenador estaba sin batería ahora mismo. Respiré hondo e intenté relajarme pensando que las cosas están bien, aunque algo dentro de mí me hacía estar alerta más de lo necesario, sin motivo aparente. Subí al desván para coger uno de los muchos libros que me traje para retomar mi lectura durante estas vacaciones, pero antes de encontrar el libro que estaba buscando encontré otro sobre igual al de la noche anterior de mi cama. Mis manos empezaron a temblar porque algo me decía que esto no estaba siendo una broma, pero de cierta manera mi mente me quería mantener dentro de la razón. “No nos has hecho caso, pagarás las consecuencias.” –Co. ¿Co? No entendía nada. Lo primero que se me ocurría era que Nora nos dejó con esta broma mientras se iba, pero no me lo esperaría de parte de Lara en estos momentos. Cogí los dos sobres con las notas dentro y bajé abajo para esperar a que Lara llegara para poder comentarle algo de esto. Preparé la cena para las dos y la dejé lista para calentar mientras los minutos pasaban y se acercaban las nueve de la noche. El sol ya casi se había escondido del todo y solo quedaban los naranjas y los rosas en el cielo que dejaban claro el comienzo de un atardecer. Lara no llegaba y quedaban cinco minutos para las nueve. Decidí salir y esperarla en el banco que había en el pequeño alfeizar de la cabaña, donde la comida de Ely seguía intacta tal y como la habíamos dejado horas atrás. Me pasé un par de minutos sucumbiendo mis oídos en el silencio que estaba cayendo en los alrededores de la cabaña, cuando de pronto ocurrió lo menos esperado y lo más terrorífico de toda mi existencia. Un ruido extraño se empezó a escuchar, como si alguien arrastrara algo encima de mi cabeza, cosa que no entendí hasta que algo cayó desde el tejado a peso de plomo en el suelo a dos metros de mí. Mi cuerpo dejó salir el grito más desgarrador que tenía en el interior al darme cuenta de que era el cuerpo sin vida de Lara. Me paralicé al no saber cómo reaccionar, pero lo que no llegué a pensar era cómo había podido haberse caído desde el tejado de la cabaña. -Sí, ya lo sé –una voz que no tenía dirección me envolvió en un terror absoluto. Al no saber si eran voces reales o voces en mi cabeza, no paraba de mirar a todas partes-. Debe de ser duro pagar un precio tan caro. Entonces lo vi, apoyado en el primer árbol a la derecha, por donde íbamos a buscar a Ely. Su piel era blanca, al igual que su pelo, pero sus ojos amarillos brillaban hasta donde yo estaba, haciendo que mi cuerpo entero quisiese recogerse en sí mismo y desaparecer. Más fue mi miedo cuando lo vi empezando a caminar en mi dirección. Pensé por un segundo que mi final sería igual o peor que el de Lara. -N-no te acerques –levanté mis manos para enseñarle que quería distancia entre nosotros-. ¡¿Qué quieres?! –le grité. -Hablar contigo, pero veo que no hay manera, ¿verdad chicos? –de pronto unas risas se empezaron a oír desde los árboles donde él estaba apoyado segundos antes-. Venga, venid a conocer a Rebecca –me miró con una mirada llena de malicia y tras esas palabras pude ver a lo que se refería. Cuatro personas más con los mismos ojos que él salieron de la oscuridad que había cubierto cada centímetro de bosque al caer la noche. Entre ellos había solo una chica, cosa que por una parte me sorprendió y me relajó, pero por otra me quedaba claro que no mostraban ninguno nada de piedad hacia mi persona. -Bien, ya que nos has visto, comprenderás que no podemos dejarte con vida, ¿no? –giró si cabeza para mirar a los demás y luego volver a mirarme a mí de la manera más seria que me ha mirado alguien nunca-. No nos has hecho caso. ¿Piensas que estamos bromeando contigo o algo por el estilo? –se empezó a acercar con un paso tan rápido que mi instinto fue echarme lo más atrás posible, pero las paredes de la cabaña no me dejaron. Su mano derecha fue directa a mi cuello para empezar a hacer presión mientras yo seguía con mi cara de terror-. Veo que te ha comido alguien la lengua –soltó una carcajada. -Será mejor que la sueltes –dijo alguien que yo pensaba que era de los que tenían los ojos amarillos, pero a mi izquierda apareció alguien con un aspecto totalmente contrario al de los demás. -Por fin llegó el aguafiestas –soltó su mano haciendo que cayera completamente al suelo y empezase a toser por la presión-. ¿No nos vas a dejar nunca acabar lo que empezamos? -No me parece buena idea, que digamos –oí a lo lejos, sentí cómo mi cuerpo quería desmayarse por tanta impresión, pero luché por levantarme de nuevo y sentarme en el banco en el que minutos antes estaba tan tranquilamente esperando a Lara que ahora yace muerta ante mis ojos. -Es nuestro territorio, podemos hacer lo que nos plazca –dijo con una carcajada el de ojos amarillos-. Será mejor que te vayas al otro lado del río antes de traerte problemas. -Hay gente que ha oído los gritos y han llamado a los guardias, creo que deberíais despejar la zona para que pueda hacer que parezca un accidente –no creo que hablase enserio ese tío. -Muy bien Dominik –le dio una palmadita en el hombro-. Siempre salvando el día –se alejó con los demás-. Buena suerte Rebecca, nos volveremos a ver pronto –en ese momento en el que pensé que me relajaría, vi como todos desplegaban un par de alas y empezaban a volar por encima de los árboles. Mi mente no sabía si estaba alucinando o si estaba soñando, pero desde luego que real no parecía, da igual lo cerca que hubiese estado de esto. - ¿Estás bien? –la voz del otro chico que quedaba me hizo pegar un brinco de realidad-. No quiero que te asustes, soy Dominik –se quedó agachado delante de mí intentando ver si estaba bien, pero yo intentaba pensar en qué sería lo siguiente que pasaría. -Esto no es real –lo miré fijamente a los ojos-. Debe de ser una mentira –me levanté de un salto del banco y empecé a pellizcarme y a darme golpes contras las paredes. -Para, para –me cogió del brazo para que me calmase-. No estás soñando, esto es real y tu amiga ha muerto –me dio la vuelta para que lo mirase fijamente-. Tienes que cooperar conmigo para que nadie sepa nada de esto, ¿vale? - ¿Cooperar? ¿Contigo? –me zafé de su agarre y fui directa hacia el cuerpo inerte de Lara que estaba lleno de suciedad y arena-. ¡Lara por favor! –noté como las lágrimas caían por mi rostro-. No puede ser... no puede ser verdad... Los pasos de Dominik se aproximaron hacia donde yo estaba y sin decir nada cogió el cuerpo de Lara en brazos. -Hay que simular un accidente –su expresión serena me dejó claro que no tenía ni un ápice de sentimentalismo en ese momento. - ¿Qué cojones estás diciendo? Yo voy a llamar a la policía y que arresten a esos asesinos –di media vuelta aprovechando que Dominik tenía las manos ocupadas y entré a la cabaña a por mí móvil para volver a salir. -Debes decirles que tu amiga salió a buscar a su perro y que no ha vuelto, yo me encargaré de dejarla en el lugar adecuado para que la encuentren sin ningún problema –su tono se endureció tanto que por un momento pensé que empezaría a temblar de nuevo. -V-vale... –marqué el celular y llamé-. Hola... sí, llamo porque tengo una amiga que ha salido hace tres horas a buscar a su perrita desaparecida... sí, no ha vuelto desde entonces –Dominik no paraba de mirarme fijamente y yo no podía dejar de mirarle sin motivo aparente-. El camino 14 de la autovía 2 de Blackpool. Sí, estaré aquí para cualquier cosa, gracias –me colgaron el móvil y dejé de mirar a Dominik sintiéndome mal de lo que acababa de hacer. -Muy bien, vuelvo en dos minutos, no hagas ninguna tontería –desplegó sus alas, pero estas eran blancas, a diferencia de las de los otros cinco de ojos amarillos. Vi cómo sucumbía en la oscuridad de la noche sin decirle nada. Respiré hondo y sentí un dolor tremendo en el pecho, un dolor que me recordó que todo esto era real y que todo lo que mis ojos habían visto durante todo este rato no era ninguna alucinación. Entré en la cabaña asustada por que alguien pudiera aparecer de vuelta, ya que ahora estaba completamente indefensa y cerré la puerta con todas las cerraduras que esta tenía y puse el pestillo en todas las ventanas posibles de la planta de abajo. Me di toda la prisa que pude para ir al desván y cerrar la del desván también, pero en cuanto subí las escaleras me topé con Dominik sentado al borde de mi cama. -No deberías tenerme miedo, noto tu miedo a kilómetros –levantó su cabeza para mirarme y vi que sus alas seguían a la vista, pero no estaban desplegadas. -Por favor, sal de aquí –inconscientemente mi cuerpo quería echarse para atrás sin darme cuenta de que la escalera se encontraba detrás de mí. Cuando me di cuenta de que uno de mis pies había tocado el vacío quise agarrarme de algo, pero en menos de lo que tardé en parpadear tuve a Dominik agarrándome de la cintura y atrayéndome hacia él con tanta fuera que tuve hasta miedo. Lo miré de nuevo a los ojos porque la posición en la que estaba no me dejaba mirar a otra parte que no fueran sus ojos. Sus ojos azules claros, brillantes como el mar. -Estás temblando –soltó. -Tengo miedo –susurré apenas dándome cuenta de que mis manos apretaban sus brazos con demasiada fuerza. No dudó ni un momento y me atrajo hacia él en un abrazo que posiblemente necesitaba en estos momentos, pero que no era consciente de ello. 
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