Un verdadero terror se apodera de Keisha cuando ese hombre empieza a frotar su parte íntima con los dedos gordos y callosos. —No, por favor —Pide en sollozos ahogados. Layo ríe con malicia. La mano en su pecho aprieta fuerte como si quisiese desgarrar esa parte de su anatomía. Keisha emite un gemido de dolor. Su cuerpo está tan lastimado que el mínimo toque duele a morir. —Todas son así. Al principio se quejan, pero luego les gusta duro —La risa del sayón estremece a la princesa. Ruega mentalmente a su madre que la ayude a librarse de esta tortura. —Te piden que se la metas por todos lados. Se convierten en unas verdaderas putas cuando tienen una pija adentro. Layo la rodea lentamente, como un lobo a su presa, como hace cada día que ella se encuentra aquí. Keisha cierra los ojos con fu