Hoy es el segundo día que Keisha se encuentra en esa habitación de tortura, atada de pies y manos, con la muñeca sangrando a causa de los grilletes y con un frío que apenas puede soportar. Todo su cuerpo tiene magulladuras y su pierna discapacitada, está hinchada y morada, con un dolor punzante que recorre hasta su hueso. —Por favor —dice tan bajito que aquel hombre que la observa desde cierta distancia no consigue escucharla. Está cansada, hambrienta y sedienta. Sus fuerzas amainaron hace mucho debido a los golpes y el ayuno forzado. Su mente es un lío absurdo. Su mirada borrosa ya no le permite comprender con claridad lo que sucede a su alrededor, su único anhelo es poder librarse de este duro castigo al que está siendo sometida aun siendo inocente. —Hoy es el segundo día —murmura la