Sara ve la puerta de la habitación de la princesa sin vigilancia y se regocija por su suerte. «¡Qué mucho le importas al rey!» piensa girando la perilla y entrando sigilosamente al lugar. Mira alrededor con la cara asqueada. El espacio es horrendo, según ella, hasta su cuarto de baño, es más grande que este lugar. Las cortinas son de unas telas de muy poca calidad, al igual que las sabanas y ni qué decir de la decoración. Esto parece más una mazmorra que la recámara de la futura reina de Kresla. «¿Cómo puede alguien del estatus de la princesa conformarse con tan poco?» piensa acercándose hasta la cama donde Keisha duerme profundamente. Si ella estuviera en su lugar, disfrutaría y exigiría todos los beneficios que le corresponde por derecho, jamás permitiría este tipo de tratos tan degrad