Su sangre casi había dejado de salir para el día sábado, lo que realmente tranquilizaba muchísimo a Selene, ya que podía pasar un poco más de tiempo con la tela en su interior, aunque tenía el presentimiento de que eso podría generarle problemas de otra índole. Lo que había planeado con el príncipe era que se reunirían esa tarde y que ella volvería a los dormitorios de la universidad al terminar la tarea, así que no había podido dormir casi pensando en que el chico que más la molestaba desde que había iniciado su vida académica la había también invitado al castillo, y esperaba sinceramente no tener que soportar sus maltratos, pues eso le generaba mucho nerviosismo.
Ese día casi no pudo dormir y, aun cuando el sol no había salido, ella ya estaba vestida y caminando por los oscuros pasillos en dirección al patio principal, donde esperaba poder sentarse a ver el amanecer. Estaba preocupada, eso era notorio, pues estaría en la boca del lobo, en el castillo del Rey de Jaykad, con su hermano lejos y probablemente investigando en las cercanías del circo para evaluar las posibilidades de que algún rasgo mágico de las personas del circo se viera más "potenciado".
"O tal vez simplemente estará sonsacando a alguna golfa de las que le encantan" —pensó dando un bufido. Sabía que su hermano era un niñato cuando se lo proponía, pero no le quedaba de otra que confiarle hasta cierto punto sus investigaciones lunares.
Se sentó en uno de los bancos del patio principal, mirando hacia donde sabía que en poco tiempo vería el amanecer. Sabía que la luna aun estaba presente y podía sentir levemente, cual caricia, los rayos lunares sobre su piel.
Sonrió mientras cerraba los ojos y dejaba a su cuerpo experimentar esas sensaciones.
Sus conocimientos científicos la hacían pensar que era tonto decir que "la luna la acariciaba", pero eso era lo que sentía. Y esa suave caricia le hizo recordar lo que había hecho días atrás cuando se había tocado y había sentido esa extraña sensación mientras pensaba en Demyan. No sabía qué era lo que había experimentado, pero una parte de ella se sintió completamente sucia al disfrutar de ese placer con el rostro de ese príncipe insoportable rondando en su cabeza.
—Hola. ¿Puedo sentarme?
Selene abrió los ojos rápidamente al oír esas palabras y casi se cae del banco en el que estaba al ver el rostro del príncipe Dymion justo frente a ella. Él le sonrió con tranquilidad y ella no pudo evitar sonrojarse.
—E-está bien —respondió ella con su voz masculina y él se sentó a su lado.
—Se te notaba mucha paz, tienes un lindo rostro, a pesar de ser hombre —afirmó el mayor de los príncipes—. Aunque supongo que eso te dificulta conseguir chicas —comentó sentándose a su lado, mientras abría un libro—. Disculpa si te incomodó mi comentario, pero me parece que los halagos no son cosas negativas... ¿tú qué opinas de ello, Von Strauss?
—¿S-sabes quién soy? —cuestionó ella, intentando sonar lo más masculina posible, pero se había descolocado completamente con las palabras que le había dicho el mayor de los príncipes.
—¡Claro! —asguró él, todavía enfocado en su libro—. No sólo eres compañero de mi hermano, sino que normalmente lo oigo hablar de cómo va a molestarte entre semana, por eso intento estar cerca para evitarte el mal rato... pido disculpas en su nombre.
A pesar de que realmente Dymion no parecía del todo interesado en las disculpas que profesaba, pues su mirada seguía absorta en su lectura, ella se sintió muy bien con esa disculpa y ese dulce tono de voz que la embelesó por un momento, que le hizo notar que tras esa mirada calma, sus ojos reflejaban mucha determinación. Era bastante guapo y masculino, a pesar de ser de menor estatura y no tan fornido como Demyan.
—¿Qué ocurre? ¿Dije algo inapropiado? —interrogó el joven príncipe, por fin volteando de su libro y mirándola fijamente.
Selene fue totalmente incapaz de sostenerle la mirada y simplemente se levantó.
—Este... debo irme. Tengo algunas cosas que hacer hoy y... yo... —No sabía qué más excusa darle—. Olvidé... olvidé regar una planta que tengo en mi habitación... ¡hasta luego, Su Alteza! ¡Lamento haberlo incomodado!
Hizo lo posible por caminar normalmente y se regresó a las instalaciones tratando de contener su sonrojo. Era la primera vez que recibía un halago por su apariencia física y justamente de un chico tan guapo que, dicho sea de paso, pensaba que ella era hombre. Definitivamente Selene no se habría podido preparar de ninguna forma para eso.
Decidió que lo mejor sería intentar dormir y ya después pensaría en lo de Dymion... y esperaba no tener que encontrárselo en el castillo después de la estupidez de la planta que tenía que regar.
...
Esa tarde, después de almorzar se despidió de su hermano en la entrada del área de habitaciones de la universidad: él iría en dirección al circo y ella se iría hacia el castillo del rey de Jaykad. Caminó con firmeza y se decidió a que no podía dejarse intimidar, por mucho que Demyan fuese un niñato insoportable.
El castillo quedaba en una colina, así que tuvo que caminar sobre la tierra empinada, logrando perder el aliento cuando por fin estuvo cara a cara con la puerta principal, en donde unos guardias cuya apariencia no se podía describir claramente por las imponentes armaduras que llevaban, la detuvieron para impedirle el paso.
—El castillo tiene prohibido el paso de civiles sin autorización —informó uno de los sujetos, más bajito que ella, pero con una mirada severa detrás de la rendija que se podía ver en su armadura.
—Eh... mi nombre es Samuel Von Strauss, soy compañero de clases del príncipe Demyan y él me pidió terminar de preparar la parte práctica de un trabajo aquí —explicó ella con su voz masculina, intentando sonar confiada.
El hombre bajito con mirada severa le habló en voz baja al otro, que debía tener el mismo tamaño que Selene, pero era notoriamente varonil y acuerpado, y de quien se veía una barba castaña a través de la armadura. El segundo hombre hizo un gesto de comprensión y entró rápidamente al castillo abriendo una enorme puerta de madera, para luego volver momentos después, cuando ya los nervios se habían empezado a apoderar de la chica por la mirada inquisidora de ese guardia bajito.
—El príncipe lo espera, joven Von Strauss —dijo inclinándose levemente el guardia que acababa de regresar, y mientras señalaba el interior para que ella puiera pasar. Selene se inclinó también levemente y entró con determinación hacia el interior del castillo.
Nunca había estado en un lugar tan importante, ni mucho menos imaginó que algún día estaría rodeada de los lujos de la nobleza de un reino como Jaykad, pero ahí estaba, abrumada no sólo por las altas paredes, sino por el hermoso patio delantero, lleno de flores y un verde pasto, que había de camino a la entrada principal de la edificación; esta, a su vez, se alzaba imponente y se notaba que debía tener al menos cuatro o cinco pisos, además de extenderse, según los cálculos rápidos de Selene, a unos 600 metros, y eso era sólo la fachada anterior, pues ella aún no había analizado la estructura lateral.
No pudo evitar que se le saliera la expresión de "wow" cuando su mirada de posó en todas las bellezas: fuentes con estructuras de cerámica recreando batallas con dragones, una enorme estatua del antecesor de Demyan, el Rey Vazarus II, uno de los más ilustres del reino de Jaykad, por haber sido él quien liberara al pueblo de la tiranía de la dinastía que había reinado anteriormente, los Jhezaleys, y hasta pudo apreciar, a lo lejos, algo que parecía ser un lago dentro del mismo castillo.
Sí, definitivamente jamás habría imaginado que se encontraría con tales lujos en su vida. Pero ahí estaba ella, parada en el patio delantero del castillo de su actual Rey, sin poder siquiera teminar de caminar hacia la entrada.
—¡Eres un brilly insoportable, Von Strauss! ¿Te piensas quedar parado como imbécil babeando por mi jardín todo el día? —se quejó una voz atorrante sacándola de su ensimismamiento, y vio al príncipe Demyan parado en la entrada del castillo esperándolo.
Selene corrió hacia él para disculparse.
—Lo siento, Su Alteza. Me sorprendieron mucho las estructuras —expresó con una pequeña reverencia cuando estuvo frente a él, hablando con dificultad en su voz masculina por haber tenido que correr hacia la entrada.
—Ni modo —reconoció vagamente Demyan y luego tomó a Selene para que se en derezara y la abrazó por el cuello, casi impidiéndole respirar como siempre, para luego hablarle al oído, casi pegando sus labios de su oreja y estremeciéndola—: Escucha, ni se te ocurra decir una palabra siquiera de que te molesto en la escuela. He dicho que eres "un amigo plebeyo" y mi padre está orgulloso de que su hijo esté aprendiendo a "respetar a su pueblo". —Eso último lo escupió casi como si le causara asco y Selene supo que, defintivamente tendría que mantenerse callada durante su estadía en el castillo.
El príncipe la había llevado como chivo expiatorio ese día y a ella no le quedaba de otra que "portarse bien" para evitar problemas mayores con ese imbécil.
Estaba indignada y enojada, pero cuando él la soltó y pudo respirar mejor, también se dio cuenta de que su "botón" había empezado a causarle un ligero cosquilleo al recordar los labios de Demyan casi rozando su oreja. Nuevamente sintió asco de sí misma por ello, pero luego se levantó tranquilamente y pasó detrás de él.
Ella era en ese momento Samuel Von Strauss y necesitaba mantener ese perfil mientras estuviera en el castillo.