Todos los días después de clases, Selene tenía que ir religiosamente a la biblioteca a explicarle el temario de cada materia a Demyan, además de ayudarlo a preparar un cronograma de cómo repasaría las informaciones cuando estuviera en su habitación. Ella aguantaba los maltratos y humillaciones del chico, pero en el fondo muchas veces deseaba lanzarle algún hechizo. El problema era que ella no podía hacer eso, dado que la iniciación a hechizos básicos se realizaba a finales del primer año, cuando ya hubiera alguna cantidad de alumnos aprobados.
La superaba el hecho de tener que continuar comportándose como si realmente le agradara ese prínicpe heredero, incluso cuando reconocía haberse tocado varias veces pensando en él, pero era simplemente parte de su experimentación, tal como ocurría cuando se tocaba pensando en Dymion, que era mucho más guapo y agradable.
El jueves de esa semana prefirió dejarle tarea suficiente, porque ella también necesitaba repasar algo del temario, además de que su hermano aparentemente se había reconociliado con la trapecista del circo, que todavía permanecía en la ciudad, y aparentemente, como sus últimas funciones serían ese fin de semana antes de que empezara a acentuarse el invierno, la chica quería hablar con Samael y Selene por última vez sobre la magia.
—No entiendo por qué no puedes explicarme hasta la noche hoy, brilly, pero si llego a enterarme de que estás priorizando algo que no son mis estudios, te las verás muy mal —expresó Demyan, antes de recoger toda la tarea y retirarse, y mirando amenazadoramente a Selene.
Ella respiró con dificultad antes de calmarse y recoger también sus cosas para retirarse, pero en ese momento nuevamente sintió ese extraño clíma que los fantasmas producían y nuevamente empezaron a atormentarla. ¿Es que acaso los espíritus tenían siempre que importunarla cuando acababa de ver a Demyan?
—Yo sé tu secreto, brilly... —habló alguien a su oído con la voz de Demyan, pero ya Selene sabía que era uno de los espíritus.
Volteó y no había nadie.
Recogió sus cosas y corrió hacia un pasillo que regularmente estaba solo. Esta vez pretendía a como diera lugar enfrentar a esos fantasmas, aunque todavía sus hechizos no eran tan fuertes para lograrlo. Llegó al final del pasillo, un conocido callejón sin salida, colocó su mochila en su espalda y posicionó sus manos como había aprendido para lanzar un hechizo de protección.
Pero nadie apareció, nada ocurrió. Otra vez el espíritu había desaparecido y ella simplemente se quedó mirando hacia la nada.
...
Después de salir de la escuela se aseguró de que nadie la estaba siguiendo y se encontró con su hermano en las cercanías del circo. Él parecía molesto, como si hubiera pasado mucho tiempo esperándola, y cuando la vio simplemente se acercó y empezó a levantarle la manga de la camisa.
—¿Qué te pasa, Sama? —indagó ella incómoda, empujando a su hermano por el atrevimiento.
—Me aseguro de que ese idiota que tenemos por príncipe no te haya dejado alguna marca, ¿te agredió? —preguntó Samael preocupado y Selene suspiró.
—No pasa nada, lo dejé haciendo tareas —contó ella—. Demoré por... otra cosa. —Prefirió no explicarle a su hermano la situación con los espíritus, porque perderían demasiado tiempo y, si él no los había visto, tal vez incluso podía asumir algo errado sobre la situación.
Selene lo instó a moverse en dirección al circo, para zanjar el asunto y continuar con lo que fuese que la trapecista loca le diría a su hermano.
Al llegar al lugar acordado, se veía que la chica había diferente de como había estado el día que estuvieron por última vez en el circo. Llevaba ropa que la cubría casi completamente, y es que el frío era una buena razón para estar abrigados e, incluso, los gemelos Von Strauss también lo estaban. Ella hizo que la siguieran y los llevó a una especie de "casa móvil", que era básicamente su habitación, pero que los del circo unían todas las casas móviles para trasladarse. Los invitó a sentarse y les sirvió te utilizando una tetera y unas tazas flotantes, probablemente movidas por la magia de la chica.
—El circo se irá a una ciudad al oeste a pasar el invierno, luego daremos algunas funciones en primavera para aprovisionarnos, para luego salir del reino, quieren que vayamos al Reino de Okhrim, pero hay rumores extraños de que podría desatarse una guerra, porque han habido algunas muertes... inesperadas —se expresaba con nerviosismo y Selene empezó a sentir pena por ella—. El Reino de Okhrim es conocido por ser bastante pacífico, pero aparentemente sospechan del Reino de Jaykad, así que quiero decirles que tengan mucho cuidado, muchas veces los rumores terminan siendo sólo patrañas, pero esta vez algunos nigromantes de nuestro circo fueron solicitados por el Rey de Okhrim para evaluar unos cadáveres y sólo se retrasará el viaje hasta primavera. Tengan cuidado —recalcó ella.
—Está bien, pero... —empezó Selene— ¿tienes alguna forma de comunicarte con nosotros para informarnos todo lo que sepas? —inquirió preocupada y la trapecista negó con la cabeza.
—Yo... confieso que tengo mucho miedo de que inicie una guerra. Podría afectarnos a todos. Los nigromantes del circo también están preocupados, especialmente Cecille, porque ella debe evitar en lo posible que sepan que hay una nigromante mujer —aseguró con cautela—. Y sé que ustedes quieren hacer magia, por eso quería ofrecerles que se unan al circo —habló con sus mejillas sonrojadas, mirando a Samael, quien intentaba mirar en todas las direcciones posibles.
—Este... yo de momento... no puedo... eh... quizás más adelante —se zafó él y Selene bufó.
—Ya tenemos un pacto de sangre contigo, confórmate con eso, chica trapecista —intervino Selene, que ya tenía la información que necesitaba y ya estaba acostumbrada a que su hermano no supiera qué hacer con sus conquistas.
—Me llamo Nerym, Nerym Khaal —corrigió la chica— y sólo quería poder pasar más tiempo con Samael.
Esta vez bufó y de repente cambió toda su actitud hasta correrlos del lugar.
—¡Espero no volver a verlos nunca!
Y, acto seguido, cerró dando un portazo. Samael miró con fastidio a Selene y ella simplemente caminó de vuelta al castillo que era su universidad. Definitivamente ya estaba cansada de las conquistas de su hermano.
...
Al día siguiente esperaba que fuese su última reunión con Demyan, realmente no quería pasarse su fin de semana explicándole al príncipe más imbécil que pudiera existir. Pero si eso creía, estaba completamente equivocada, porque él, incluso, la apretó fuertemente por el cuello de nuevo, casi asfixiándola, mientras le decía:
—Harás lo que yo quiera, brilly, y tanto mañana como el domingo te espero para estudiar, ¿ok? —reclamó, apretando con más fuerza el cuello de Selene, quien apenas y podía respirar.
Así que su fin de semana, fue, efectivamente, una porquería, especialmente el domingo. Esto debido a que, como la biblioteca no estaba disponible para los alumnos los domingos después del almuerzo, es decir, cerraban hasta el lunes, Demyan se llevó a Selene a su habitación. Ella sintió un temor insuperable, porque sentía que estaba a su merced y sin poder hacer nada.
La cama de Demyan era un desastre cuando entraron al recinto, ella ni siquiera podía creer que era la cama de un príncipe. El cuarto olía terrible y había muchas botellas vacías de bebidas alcohólicas, cosa que estaba prohibida en el "sagrado recinto educativo". Sin embargo, aparentemente todas las reglas eran para ellos, por no ser nobles y por no ser capaces de financiarse plenamente sus estudios.
Sintió nauseas ante la interacción con ese entorno tan horrible, y miró a Demyan con horror.
—¿Te molesta mi habitación, brilly? —preguntó acercándose peligrosamente a ella.
—Está un poco... desordenada —respondió ella con nerviosismo, sabiendo que había ido demasiado lejos con ese comentario, y justo en ese momento Demyan la arrojó sobre su cama, encima de una pila de ropa sucia, mientras apretaba su cabeza contra la cama.
—¿Hueles esto? Es el olor de un hombre de verdad, no como tú, brilly.
—¡Yo soy un hombre de verdad! —exclamó ella, con su voz más masculina posible—. ¡Y suéltame de una vez! ¡Me das asco!
Quizás había sido bastante dura con Demyan, pero no le importaba, ese imbécil se lo merecía. Pensó que él iba a reaccionar agrediéndola de nuevo, pero en lugar de eso, él le lanzó un pergamino frente a su campo visual, y la soltó.
Ella abrió el pergamino y pudo ver que él había conseguido completar la nomenclatura de la mayoría de las piedras-runas y sus funciones: era una de las tareas que ella le había estado mandando.