Capítulo 11: El inminente invierno

3173 Words
Luego de la fiesta de la cosecha, la llegada del invierno fue algo que entristeció mucho a Selene, especialmente al notar que había rumores extraños en la ciudad. Muchos empezaron a especular sobre una posible guerra con algunos reinos vecinos y problemas entre los reyes. Sin embargo, notó también que Demyan no tenía ningún cambio importante en cuanto a "preocuparse" por lo que pudiera pasar en su familia, lo que a veces le dejaba claro cuánto lo odiaba, ¿cómo podía ser tan cruel siquiera para no pensar en que su propio reino estuviera en peligro. Varias veces quiso preguntarle sobre la situación a Dymion, pero la verdad era que él se había distanciado, de un momento a otro, y ella no había conseguido, siquiera, devolverle el libro que él le había dado. Todas las noches, el libro que Dymion le había dado se había convertido en su fuerza para seguir avanzando y seguir estudiando magia, pero eso no le quitaba las constantes preocupaciones respecto a su madre. Sobre ello, había logrado explicarle a su hermano toda la situación de su madre y de su familia al otro lado del océano, sospechaban que el padre de su tía estaba en peligro inminente o había fallecido, pero realmente todo lo que Selene y Samael hablaran sería una especulación, porque no había pruebas de nada. Tenía miedo de arriesgarse a hacer algo, incluso a intentar buscar a su madre, por lo que empezó a sentir temores irracionales que la llevaron a ver extraños espíritus nuevamente, especialmente cuando Demyan se ponía mucho más agresivo con ella, parecía que lo espíritus le quisieran jugar una mala pasada con respecto a ese agresor. En realidad, Selene no sabía qué hacer e intentar racionalizarlo parecía estarla atormentando mucho más. Los sábados mirando el amanecer ya no eran lo mismo sin Dymion, pero, a pesar de ello, seguía yendo religiosamente para encontrárselo en algún momento, ¿qué más daba? Ella se conformaba con ver su rostro. —Von Strauss... —la hizo volver en sí uno de sus profesores, de runas básicas, durante sus cavilaciones. —Dígame, profesor —dijo ella volteando, pero hablando con su voz masculina, lo cual ya era una costumbre para ella. —A ver si está prestando atención. —Oyó reírse a Demyan y su séquito a su alrededor, pero no le dio importancia alguna—. ¿A qué temperatura es necesario fundir la piedra-runa con el oro y el acero para reforzar las espadas? —cuestionó, como si fuese algo difícil. Selene sonrió confiada. —A pesar de que el acero se debe fundir aproximadamente entre 1.400 y 1.500 grados, a esa temperatura la piedra-runa y el oro podrían verse afectados en cuanto al potencial para reforzar las espadas y lograr el acabado mágico que se requiere. La piedra-runa no puede ser fundida por encima de 1.200 grados, lo que hace que el proceso para la elaboración de las espadas sea un poco engorroso y el oro se funde a 1.064 grados —empezó a explicar y notó que todos parecían concentrados en lo que iba a decir—. Es por ello por lo que la forja requiere de un paso preliminar fundiendo inicialmente el acero específicamente a 1.700 grados, siendo esto una temperatura que se excede en lo comúnmente utilizado y con piedra-runa de fuego, y posteriormente este acero debe ser almacenado en envases reforzados de piedra-runa contenedora por 5 minutos mientras se funden el oro y la piedra-runa, que en este caso es piedra-runa solidificadora, la cual dentro de su composición se estima que hay diversos metales que son los que la convierten en el recurso ideal para elaboración de espadas... —Selene tomó aire, porque en explicaciones tan largas le costaba un poco mantener su voz masculina. El profesor asintió. —Correcto. ¿Y qué más, Von Strauss? —Bueno, tras la fundición de los demás, deben añadirse en el orden: Oro, piedra-runa solidificadora y, finalmente, justo cuando el acero esté bajando de temperatura y se encuentre en unos 1.200 grados, se le añade el acero y se procede a enfriar finalmente para realizar la forja —concluyó. —Tengo una duda —infervino Gilbert, quien parecía haber estado tomando nota. —A ver, Gilbert... cuéntanos. —Bien... Samuel expone que es necesaria la fundición en grados superiores de lo normalmente utilizado para el acero, que serían los 1.700 grados, ¿cierto? —expresó Gilbert y el profesor asintió—. Entonces... ¿cómo es que a 1.200 grados no se solidifica nuevamente? —¡Excelente pregunta, joven Ralfus! ¡Es justo lo que acababa de decir cuando volteé a preguntarle a Von Strauss! —exclamó felizmente el profesor—. Y dejaré que sea otro de tus compañeros quien la responda. A ver, Zhaum, ¿podría explicarlo? —preguntó al príncipe, llamándolo por el apellido de la familia real, el cual muchos no utilizaban, pero el profesor de runas prefería llamar a todos por sus apellidos. Demyan parecía un poco incómodo con la pregunta y Selene en ese momento lo miró fijamente, recordando que justamente habían hablado de la fundición del acero con piedra-runa cuando habían hecho otra tarea de Alquimia juntos. La cara que él tenía reflejaba que parecía no saber nada y eso la llenó de indignación, ¡ella se lo había explicado ya! ¿Cómo era posible que lo olvidara? Continuó mirándolo apremiante y, por fin, la mirada del príncipe se posó sobre ella por un momento, mirándola con enojo, y ella no pudo hacer más que esquivarlo. —No lo sé, profesor —contestó finalmente y Selene se golpeó la frente instintivamente. —¿Alguien más? Selene y Samael alzaron la mano al mismo tiempo, como si de una coreografía se tratase. —Los gemelos Von Strauss no. Los hermanos bajaron la mano decepcionados y Marcus la alzó casi con fastidio poco después. —A ver, Dalyus —concedió el profesor la oportunidad de explicar a Marcus, quien miró a Selene fijamente, poniéndola nerviosa, como siempre. —No se solidifica porque uno de los efectos de las piedras-runas de fuego es que, en caso de que sean utilizadas para la fundición de algún tipo de metal, se puede añadir energía mágica para que se mantengan con una apariencia más líquida, que esa también es la razón por la que deben fundirse a temperaturas mayores, para lograr que el efecto sea duradero a pesar de enfriarlo —explicó Marcus, sin inmutarse, y con su actitud sombría de siempre. —Muy bien, Dalyus —felicitó el profesor—. Por otra parte, Zhaum, lo espero después de clases —indicó al príncipe antes de voltear al pizarrón para dibujar algunas marcas de runas. La clase continuó, el hombre mayor siguió explicando la fundición de espadas de acero, mientras Selene miraba de reojo a Demyan que le devolvió la mirada con odio. Seguramente querría meterse con ella al salir de clases. Respiró profundo, casi suspirando, pero simplemente miró al frente para "atender" a lo que explicaba su profesor. ... Ya al salir, ella notó que no encontraba su mochila y empezó a ponerse nerviosa porque ahí tenía el libro que tenía que proteger. Era terrible pensar que se hubiera perdido de esa manera y sintió que sudaba frío, por lo que miró hacia todos los lados. Su hermano la miró extrañada, pero ella simplemente hizo señas para que se retirara con el resto del grupo. Tenía que buscar con más calma, así que se agachó debajo de la enorme mesa y empezó a recorrer el aula con cautela, buscando por todas partes. Nada, su mochila no estaba por ningún lado. En ese momento, oyó a lo lejos una conversación. Eran el profesor y el príncipe Demyan. "¡Rayos!" —pensó con nerviosismo. Lo que le faltaba, escuchar cómo regañaban al príncipe y que luego él tuviera más motivos para lastimarla. ¿Qué sería mejor? ¿Irse como si nada o esconderse hasta que todos se fuesen y continuar buscando su mochila? "No, no puedo dejar el libro" —pensó con mayor preocupación y se quedó oculta bajo una de las mesas, si no se equivocaba, era la que compartían Samael y Tomi. —Zhaum, como su profesor debo recordarle que esta no es la primera vez que usted cursa un año en esta institución. Ya hemos concedido la oportunidad de repetir el primer año debido a que su padre, El Rey, quiere que cuando usted asuma el trono sea con una mejor preparación educativa y... —¡Al diablo, viejo! ¡No me interesa! —exclamó el príncipe y Selene escuchó un sonido sordo como si golpearan una mesa con fuerza—. Mi padre debería darle el trono a Dymion, ¡no a mí! ¡No me interesa ser rey! Definitivamente Demyan era un niñato insoportable y Selene cada día estaba más segura de que ese chico no merecía el trono en lo más mínimo. Pero no es que pudiera hacer demasiado, si el Rey había establecido que el heredero fuese Demyan, había que aceptarlo. Aunque, sinceramente, ella tampoco estaba de acuerdo en tener semejante imbécil como rey. —¡Pues tendrá que aceptarlo, joven Zhaum! ¡Es usted el príncipe heredero y más le vale mejorar sus notas! —gritó tan fuerte el profesor, que Selene sintió que toda su piel se erizaba de terror. Jamás había escuchado a ese hombre gritar de esa manera, era uno de los profesores más agradables que tenía y de verdad ella estaba impresionada por esa actitud—. ¡Y me importa un bledo si usted es el príncipe y pretende comportarse como le place! ¡Le exijo buenas notas de ahora en adelante o me encargaré de prohibir la salida de su persona de nuestro recinto educativo! ¡¿Le ha quedado claro, Zhaum?! No escuchó ni una palabra de Demyan, pero si de algo estaba segura Selene era de que se metería en un problema terrible si el príncipe la encontraba. Ya se imaginaba esos ojos color miel que parecían de un asesino en serie mirándola fijamente y causándole terror. Se estremeció de solo pensarlo y deseó que todo terminara rápidamente, necesitaba encontrar su mochila cuanto antes. —Ahora, si me disculpa, me retiro. Necesito ir a mi descanso —informó el profesor y, poco después, pudo escuchar cómo la puerta se cerraba y un estrépito como si algo enorme hubiera caído. Selene estuvo a punto de empezar a llorar y su corazón invocó a la diosa Celen de inmediato. La diosa protectora del reino de su madre, la necesitaba, tenía que hacer algo para salvarse de ese energúmeno en esas condiciones y completamente solos. —¡Sal de ahí, brilly! —chilló con una voz mucho más agresiva que la que le hubiera hablado alguna vez—. Sé que estás aquí, porque oculté tu mochila. Y si quieres que te la dé, más te vale salir —expresó con una voz un poco más tranquila. Ella tenía miedo, debía reconocerlo. Por su mente sólo pasaba que debió serle sincera a su hermano, al menos para que le hiciera compañía, pero ahora estaba ahí, acorralada y sola con la persona que la agredía. Tenía miedo, no podía ocultarlo, su corazón empezó a latir rápidamente, pero decidió que lo mejor era salir, ya que él sabía de su presencia y sería peor. Sacó la cabeza detrás de la mesa con cautela, rogando clemencia a la diosa Celen. Pero, en lugar de encontrarse con el Demyan enojado que pensó que vería, la cara de este era de impotencia y tenía los ojos aguados, como si estuviera a punto de llorar. —Hola —saludó simplemente, sin saber qué más decir, pero intentando que su voz sonara lo más segura posible. —Eres un imbécil, brilly. ¡Ven aquí, con un demonio! —ordenó, poniéndola nerviosa y ella corrió hacia donde él se encontraba. Su cara estaba completamente roja y, cuando se acercó lo suficiente, notó que tenía una de sus manos ensangrentadas. —Eh... en mi mochila tengo unas cosas para aplicarte ahí —mencionó con nerviosismo la joven de cabello n***o, temiendo y sin saber qué decir exactamente. —Da igual, brilly —dijo Demyan con una actitud orgullosa y lanzó de repente la mochila de Selene contra ella con todas sus fuerzas, haciéndola caer. Ella seguía sin estar del todo segura de lo que debía hacer, pero simplemente prefirió intentar poner una actitud dócil para evitar que él la lastimara. Debía reconocer que le daba mucho miedo ese prícipe y todavía recordaba cómo la había intentado ahorcar meses atrás. ¿Qué más daba si ella tenía dignidad? Ese hombre era muy peligroso, en su opinión. Sacó de su mochila un pequeño saco con una tela larga que tenía en caso de emergencia y también buscó un ungüento regenerador que guardaba en caso de que Demyan la agrediera. preparó rápidamente un vendaje improvisado y lo puso en la mano del príncipe. Él sólo la miró fijamente por un momento, observando detalladamente lo que ella hacía y poniéndola muy nerviosa con esa mirada tan penetrante. Lo vio secarse las lágrimas, pero decidió no voltear hacia él. —Ya está, en un par de horas puedes quitarlo y estará como nueva tu mano —aseguró con su voz masculina y un poco más se seguridad. —Gracias —aceptó—. Tienes unas manos muy suaves —dijo con un tono un poco más dulce de lo que le había hablado alguna vez—. ¡Pero no creas que soy un cyrill sólo por decirte eso! ¡O tendrás que tragarte mi puño! —le gritó con una mirada no tan agradable y ella sólo rodó los ojos. —Tranquilo, tu masculinidad no se ha visto comprometida por un simple comentario de buena fe —se medio burló ella y él la miró con enojo—. Quiero decir... está bien de vez en cuando tratar bien a los demás, Su Alteza. Él no sonrió, ni nada por el estilo, pero la miró por un momento directo a los ojos y ella sonrió ampliamente, como hacía cuando veía a Dymion, hasta que finalmente él desvió la mirada. —Supongo que quieres hablas de algo en particular... —Supones bien, brilly —concedió Demyan—. Necesito mejorar mis notas, como te comenté. Esta es la segunda vez que curso este año, se supone que debería estar en segundo, pero mi padre convenció a todos de que cursara nuevamente primero como si no hubiera pasado nada. Y prometí aprobar, pero... las cosas se están poniendo difíciles y ahora me quieren encerrar en esta pocilga —se quejó él y ella lo miró fijamente. —Bueno... puedo ayudarte. ¿Ahora dormirás más seguido aquí? —Él asintió—. ¿Y tu hermano también? —preguntó con algo de nerviosismo e intentando sonar casual. —No, él tiene otras obligaciones, según mi padre. ¿Y por qué te interesa eso? —la interrogó con un tono enojado. —Es que él siempre me defiende cuando quieres hacerme daño —se excusó Selene, sin saber qué otra cosa decir, pero teniendo en cuenta que eso no era una mentira. "Al menos eso no es una mentira, odio ser una mentirosa y al mismo tiempo un mentiroso" —pensó en ese momento y desvió su mirada al pizarrón. Ambos quedaron callados por unos minutos y, para evitar ponerse más nerviosa con la situación, Selene caminó hacia el pizarrón y fingió que estaba leyendo algo. Momentos después sintió a Demyan detrás de ella, casi respirándole en la nuca. —Necesito buenas notas si voy a estar lejos de mujeres por un tiempo —habló al oído de Selene, casi haciéndola desmayarse, porque definitivamente esa voz era demasiado llamativa para lo que ella hubiera imaginado—. Así que quiero que aprobar todos los exámenes de la próxima semana, ¿quedó claro? No pienso quedarme durante las vacaciones encerrado en esta pocilga. Selene se alejó un poco y lo miró de frente. —Es imposible que apruebes todo si apenas vas a empezar a estudiar —aseguró ella con nerviosismo—. No puedo hacer milagros. —Lo haré, quiero poder ver a mis mujeres. Y si no logro aprobar, brilly, tendrás que buscarme mujeres y meterlas a mi cuarto —expresó con una sonrisa y Selene empezó a sudar frío—, porque sino haré tu vida imposible durante las vacaciones. —¿Cómo sabes que me quedaré en vacaciones? Él sonrió con total malicia y ella simplemente pudo tragar saliva horrorizada. —Tu amigo enano es alguien a quien es bastante simple sacarle información. Ya lo sabes, brilly. ... Estaba al borde de un ataque, y el resto del día no pudo evitar buscar todas las formas posibles para evadir a Demyan. Y luego, en la noche, entró hecha una furia a la habitación y le lanzó un puñetazo a Gilbert apenas lo vio, derribándolo, porque a pesar de no ser tan fuerte, ella tenía suficiente fuerza para herir a ese enano. —¿Por qué le dijiste a Demyan que Samael y yo estaríamos aquí en vacaciones? —se quejó con enojo, mientras su amigo se levantaba con dificultad. —¡Perdón, Samuel! ¡Me intentó ahogar en la fuente! —lloriqueó el más pequeño. Todos los demás se reunieron alrededor y miraban la escena atónitos por el desborde de ira que había tenido uno de los más tranquilos del grupo, después de Marcus, claro estaba. —Se... Samuel... ¿qué mierda haces? —la interrogó su hermano, casi llamándola por su nombre. —Sabes perfectamente que los únicos que nos quedaremos seremos Samael y yo. ¿Por qué tenías que decirlo? —Selene quería matarlo en ese momento. —Yo también me quedo —intervino Marcus. —¡No me importa! Ahora quiere que lo ayude a aprobar todo la semana que viene. Si no aprueba.... —Selene tragó saliva—, él me dijo que... tendré que traerle mujeres a su habitación. Todos se quedaron atónitos en ese momento, incluso el tranquilo Marcus parecía horrorizado con lo que acababa de pronunciar Selene. Eso era una blasfemia y estaba completamente en contra de las normas del castillo-universidad. Que una mujer pisara el recinto educativo era lo peor que pudieran hacerle a la escuela (así de grave era que Selene estuviera en ese lugar) y pensar que tuviera que buscar ella meter mujeres para que Demyan follara con ellas era mucho peor, podrían terminar expulsándola y todo por complacer al niñato infeliz ese. No sabía qué hacer y todos la miraron fúnebres, hasta que finalmente Gilbert habló: —¡Perdón, Samuel, prometo ser tu esclavo y ayudarte a preparar lo que debes enseñarle a Demyan! Pero los ruegos de Gilbert no eran suficientes. Selene estaba en graves problemas en ese momento y no había nada que pudiera hacer para escapar de ello... ¿o sí?
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