Capítulo 15: Selene Mynth

1645 Words
El resto del fin de semana, Selene aprovechó el tiempo para leer el libro sobre las pócimas para modificación corporal y, la verdad, era que no podía hacer casi nada. La mayoría de las plantas que necesitaba debían estar muertas por el invierno, y lo único que tenía guardado que servía para calmar los dolores que solía sentir durante su fase de sangrado era hojas de planta carnívora gigante, las cuales eran difíciles de conseguir, pero su madre le había dejado cuando había ido durante el Festival de la Cosecha. Revisó el libro y lo único que había que se podía utilizar con esa planta carnívora era una tintura de ojos, que hacía que los ojos se volvieran verdes. "Esto podría servir si consigo algo para sustituir el cabello" —pensó preocupada. La puerta de la habitación sonó en ese momento. —¿Hay alguien aquí? —preguntó una voz femenina desde la puerta. —Sí, ¿a quién busca? —cuestionó Selene con su vos masculina, mientras salía de su cama y se acercaba a la puerta. —Ho-hola... busco a Samael Von Strauss —saludó ella con nerviosismo, jugando con su delantal. Era una de las mucamas que trabajaba en las cocinas. —Mi hermano no se encuentra y mejor no lo busques, arruinarás tu reputación, tu vida y tu trabajo por andar buscándolo —le dijo amenazadoramente Selene, mirándola con severidad. Ella puso una mirada de temor y Selene bufó indignada. No podía creer que realmente hubiera una mucama buscando a su hermano. —Y-yo no lo bu-busco por esas cosas —afirmó ella y extendió hacia Selene un paquete—. Me pidió que lavara esta capa. Selene lo tomó y la chica hizo una reverencia, y fue en ese momento que Selene notó el gorro que regularmente usaban las mucamas. No todas lo hacían, pero generalmente las que se ocupaban de la cocina y la lavandería evitaban que sus cabellos estuvieran expuestos. La jovencita se levantó e intentó retirarse, pero justo en ese momento Selene tuvo una idea. —Ey... ¿podrías darme ese gorro? —preguntó y la chica la miró con nerviosismo—. Es para un experimento, linda, puedo pagarte por él. Selene sabía que era arriesgado, pero podía improvisar una peluca con restos de su cabello, cosiéndolos al gorrito de mucama. Ella guardaba su cabello por nostalgia. Por 19 años de su vida cuidó de su largo cabello y fue difícil tener que cortarlo. —Bueno, puedo dártelo, pero promete que no dirás a nadie de dónde lo sacaste —expresó ella mientras se lo quitaba. —Palabra de honor —aseguró Selene alzando la mano derecha. La mucama le entregó poco después el gorro y Selene sonrió. La mucama dsalió de la habitación y Selene hizo un ademán de victoria, alzando la mano en la que llevaba el gorrito hacia el techo. Aunque no le gustaba para nada quedarse en el mismo cuarto de ese pervertido convertida en mujer, por lo menos reduciría significativamente las agresiones hacia Samuel al cumplirle su capricho. Ahora podría ser Selene nuevamente, pero esta vez la prima de Samael y Samuel Von Strauss. ... —¡Su Alteza! —llamó Selene por uno de los pasillos a Demyan al verlo el miércoles por la tarde. A pesar de que lo había estado buscando por varios días, Selene no había encontrado en ningún momento al príncipe anteriormente. En cambio, cuando no lo buscaba, él justamente llegaba a donde ella se encontraba. —Hablé con una prima, su nombre es Selene Mynth. —Selene fue directo al grano y utilizó una verisón modificada del apellido de su madre—. La haré entrar por un pasaje que sólo yo conozco —susurró esta vez, en caso de que alguien estuviera escuchánolos. Demyan sonrió alegre—. Ella es mi... digamos... compañera especial —aseguró, y ella sentía que, definitivamente, si fuese hombre elegiría sin dudarlo a su versión femenina. —Así que tienes una chica, ¿eh? ¿Quién lo diría? Pensé que eras un cyrill. Selene lo miró con irritación, completamente indignada de la impresión que tenía el príncipe respecto a Samuel. —Pues pensó mal, Su Alteza —recriminó Selene—. En fin... ella estará llegando a su habitación mañana cuando toquen las campanadas de la medianoche, sólo puede estar por una hora, para evitar problemas. Simplemente espérela. —Bien, Von Strauss... estás empezando a caerme bien —concedió Demyan y palmeó un poco fuerte a Selene por la espalda. Después de eso, ella volvió a su habitación. Aún tenía que terminar de coser el cabello al gorrito de la mucama. ... Tenía una hora antes de que se le pasara el efecto del cambio de color de ojos, además de que su hermano volvería y podría reclamarle por haber hecho tal estupidez, pero, así como su hermano se iba a ver a sus golfas siempre, así mismo ella se sentía con el derecho de escaparse a la habitación del príncipe, especialmente si no pensaba hacer absolutamente nada con él, o al menos eso esperaba. Fingiría que era la prima con la que jugueteaba Samuel, eso le daría superioridad ante el príncipe, demostrándole que Samuel “era un hombre de verdad”, y haciéndolo quedar como idiota al ser rechazado por el objeto del deseo de ese brilly al que acosaba. Era el plan perfecto. Revisó por última vez que su cabello estuviera bien. Había teñido de rojo el cabello y había quedado una peluca perfecta gracias al gorrito. Ahora era una preciosa pelirroja de ojos verdes, nada que ver con Samael y Samuel Von Strauss. Después de respirar profundo y escuchar las campanadas de la medianoche, entró en la ya conocida habitación, que esta vez estaba un poco más limpia, incluso la cama no tenía nada de ropa encima y se veía que había pedido cambiar las sábanas. —Hola, lindura —saludó él desde la cama—. Ven aquí. Ella se acercó y notó el torso desnudo del príncipe, hasta parecía que sus músculos brillaban con la tenue luz que emitía una piedra-runa cercana. Caminó con más suavidad y trató de hablar con un tono que no se pareciera al de Samuel. —Buenas noches, Su Alteza —saludó ella—. Mi primo, Samuel, me pidió que le hiciera compañía por un momento, pero me temo que sólo será una hora, porque es el tiempo que consiguió para nosotros. —Una hora es más que suficiente —dijo altaneramente él, mientras daba unas palmaditas a su cama, en señal de solicitarle que se sentara junto a él. —Ah, ¿sí? ¡Pues vaya que esto será insatisfactorio! Esperaba más del futuro Rey —mencionó ella con toda la malicia que pudo. Eso lastimaría bastante el ego de Demyan, que se creía que era todo un semental y la verdad era que explorar y hacer sentir bien a una mujer era más difícil de lo que él creía. La miró con enojo, pero su mirada era mucho más suave que la que le dedicaba cuando ella era Samuel. Se veía que, al menos, era bastante agradable con las mujeres. —Hasta ahora no se han quejado. —Pues porque usted es el príncipe y heredero al trono. Nadie sería tan directo como para decirle al verdad en la cara. Además, supongo que muchas querrán embarazarse para asegurar al menos tener a su descendencia en el palacio, o con la expectativa de llegar a vivir en él —aseguró ella. Selene estaba decidida a hacer tiempo, y tenía una piedra-runa de alerta configurada para cuando estuviera a punto de pasarse el efecto de los ojos. Él la miró con pesar. —No quiero ser el príncipe heredero y tampoco quiero dejar descendencia —aseguró él—. No quiero que me traten como alguien especial sólo por tener la sangre de los Zhaum. No parecía el mismo tipo de siempre, se notaba que de verdad se sentía abrumado por todo y hasta se veía débil y desanimado, pero ella no pensaba ceder por nada y mucho menos tenerle lástima a ese imbécil que se había dedicado a hacerle la vida imposible sólo por ser “Samuel Von Strauss”. Él no parecía con intenciones de forzarla a nada, porque ni siquiera había intentado tocarla desde que había llegado. —Normalmente las mujeres se me abalanzan encima cuando me ven —se burló con sorna. —Pues yo no pienso hacer eso. Samuel me hace disfrutar bastante y acepté hacer esto por él, y diciéndole que no pensaba dejarme tan fácilmente por un niñato infantil y mimado —aclaró ella y el príncipe la miró con sorpresa. —Pégame —pidió él de repente, al tiempo que la miraba fijamente. —¡¿Qué?! —exclamó ella casi levantándose para salir corriendo de la habitación con sorpresa. —Pégame, véngate de todo lo mal que he tratado a Samuel —expresó el príncipe, encogiéndose de hombros y ella sintió sus mejillas arder, nunca alguien le había pedido que le pegara. A pesar de lo absurdo que podía parecer lo que acababa de solicitar el heredero al trono, Selene le dio la cachetada más fuerte que pudo, tan fuerte que prácticamente resonó en la habitación. —Eres preciosa, pégame una vez más. Ella hizo caso y volvió a pegarle con todas sus fuerzas, esta vez en la otra mejilla. Era gratificante poder devolver todas las agresiones, así que una tras otra empezó a darle cachetadas al príncipe. Estaba sorprendida de cuán osada estaba siendo, pero quería seguir pegándole hasta que sintiera que ya era suficiente. De repente se detuvo a tomar aire y él la haló hacia la cama y la besó con fiereza. Selene sntió que se iba a desmayar en ese moento.
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