Capítulo 2: Los príncipes opuestos

2682 Words
Por suerte, colocar en su lugar el brazo de Samael fue algo bastante rápido y el joven pudo salir de la sala de cuidados antes de lo que Selene esperaba. Ella sólo tuvo que escuchar unas cuantas indicaciones del shaman que de encargaba de las curaciones y ya pudo irse de vuelta a sus clases con su hermano. Samael y ella hablaron poco después de eso, simplemente se quedaron con la misma actitud incómoda que surgía cada vez que había alguna actividad deportiva. A pesar de ello, había cierta comprensión, quizás por ser gemelos, que les permitía entender lo incómodos que estaban en ese momento. No les gustaba para nada el rumbo que tomaban las cosas y era necesario empezar a entrenar o hacer algo para que no los terminaran lesionando. Por otro lado, el shaman había pedido encarecidamente a Selene que su gemelo no utilizara sus manos para escribir y ella en ese momento estaría encargada de todo lo que concernía a las clases. Esto como mínimo hasta que terminara el día y él volviera a ser evaluado antes de volver a su habitación. No quería tener que escribir por él, pero sabía que se lo debía y por suerte tenían apenas tres clases más ese día. Y si eso ya no era suficiente problema (y esperaba que quizás en clase de Alquimia su hermano no requiriera mucha ayuda), seguramente serían víctimas de acoso por parte de Demyan y su comitiva. Ella no dejaba de pensar en que no debieron irse a estudiar a ese lugar. ¿Qué más daba si la beca era una oportunidad irrepetible? Selene y Samael lo estaban pasando muy mal y pensaba sólo en buscar una forma de escapar del error que habían cometido. Suspiró. Ella sí quería estudiar, amaba hacerlo y se sentía muy feliz de tener la oportunidad de codearse con personas brillantes en ese proceso. El verdadero problema era que ella no quería tener que lidiar con lo insoportables que eran esos sujetos que se valían de su "nobleza" y el dinero que heredaban de sus padres para creerse superiores a los demás. Selene los odiaba y sentía indignación al pensar que tenía que convivir con esas personas, pero no podía hacer nada, salvo que quisieran renunciar a la oportunidad de aprendizaje. Caminar con su hermano estaba resultado bastante pesado, así que prefirió por un momento mirar las hermosas paredes del castillo. Estaban hechas con un tipo de piedra especial mágica, que se hallaba sólo en la cueva de las runas. Decían que esta piedra era una de las razones de la fortaleza de Ciudad Adhaft, ya que otorgaba una protección adicional contra criaturas mágicas, así como tenía mayor resistencia que las piedras típicas. Era hermoso ese lugar y ella innegablemente amaba estar ahí. Algunos cuadros decoraban las paredes, representando importantes batallas y eventos históricos relacionados con esa universidad. Así como antiguas historias de dragones en las que muchas veces reflejaban los grandes momentos de su civilización. Algunas pinturas más antiguas mostraban también el origen de su mundo y cómo los dioses habían creado una tierra en medio de la oscuridad. Pasó por un hermoso ventanal cercano a las escaleras y también pudo ver la grandiosidad de la ciudad, que se erigía como la más grande de los últimos tiempos. Y en ese reino, dominado por la familia de Demyan, era uno de los lugares más hermosos que ella hubiera visto, aunque tampoco había recorrido demasiadas ciudades, ya que eso era lo que quería hacer sólo después de hacerse con un renombre por sus investigaciones. Sonrió mientras bajaba los últimos escalones y trató de pensar en cosas positivas, alejando todos aquellos recuerdos desagradables de las actividades deportivas. Llegaron al aula de clases poco después, aún no tocaban las campanadas que indicaban el inicio de la clase. Por lo que les correspondía esperar afuera. Los hermanos Von Strauss estaban todavía embarrados de la extraña sustancia, cosa que no ocurría con el resto de sus compañeros, pues todos habían conseguido bañarse. Para su desdicha, la afección de Samael había hecho que ellos tuvieran que renunciar a tomar ese tan anhelado baño, mientras estaban en la sala de cuidados. —Tenemos Alquimia —informó Arthur, acercándose a ellos y como si ninguno de los dos estuvieran al tanto de su horario. Samael lo miró con enojo mientras Selene sacaba de su mochila un pequeño paño y se lo pasaba a su hermano para que se limpiara un poco. —Ya sabemos, Arthur, conocemos la planificación semanal —comentó con fastidio Samael, mientras aceptaba el paño que su hermana le ofrecía—. Y sabemos que es peligroso manipular las cosas con esta sustancia porque podemos quemarnos y bla, bla, bla... lo sabemos, no somos imbéciles. Las quejas de su hermano eran en gran medida por la incomodidad que sentía, pero realmente lo sintió más hostil que de costumbre. —Basta, Samael. Sólo está intentando ser amable contigo —lo regañó Selene imitando su tono "masculino", pero poniendo sus brazos arqueados en su cintura, en una pose más femenina. Oyó unas burlas tras ella y se miró a sí misma y sus gestos y reconoció los movimientos notoriamente femeninos que seguramente eran los causales de las risas del grupo de nobles. Dejó de colocar las manos de ese modo y tomó el paño que ahora Samael le estaba devolviendo para limpiarse ella misma, intentando ignorar que Demyan y su grupo parecían estar hablando sobre "los femeninos gestos de Samuel". Quiso hacerse de oídos sordos y se concentró en su higiene. Pero debió saber que con esos rufianes no sería posible alcanzar esa paz. —¡Ey, Von Strauss! —la llamó Tomi con tono tranquilo, seguramente le pidieron llamar a él por ser el más "serio" del grupo, y el que poco se prestaba para mofarse de los brillys. Selene apretó los dientes mientras limpiaba su ropa lo mejor posible y se aseguraba de quedar sin residuos de la sustancia extraña del juego de cremados. —¿Qué quieres, Flannel? —preguntó Samael, dirigiéndose hacia Tomi y llamándolo por su apellido. —Tú no, la niñita que tienes como hermano, pareces todo un cyrill —se burló Virkt. Un vaso sanguíneo palpitante en la sien de Selene le indicó que estaba a punto de estallar en su enojo y reclamarle al grupo de niñatos malcriados. Los cyrill eran criaturas mágicas marinas que se caracterizaban por tener una apariencia femenina, pero que tenían órganos genitales ambiguos, por lo que eran una especie de hombres y mujeres a la vez. Se desconocía el alcance de sus posibilidades de apareamiento, pero se creía que eran capaces de aparearse con más de una criatura, incluyendo los humanos. Sin embargo, el decirle cyrill a un hombre era considerado un insulto en términos humanos, ya que daba a entender que era un hombre que se prestaba para estar con otros hombres. Y estos eran totalmente repudiados por esa sociedad en la que los hombres valían más que las mujeres. Arthur la miró fijamente y ella estaba con cara de pocos amigos. ¿Cómo se atrevía ese niñato a llamarla cyrill? Su personaje, "Samuel", era bastante masculino. Selene hizo un esfuerzo por no dejarse llevar por los cambios de humor que sufría antes de que su sangre bajara e intentó respirar profundo, pero realmente rodearse de hombres no ayudaba demasiado. —¡No te atrevas a hablar así de mi hermano! —reclamó Samael. —¿Ah, no? ¿Y por qué no viene a enfrentarnos como un hombre de verdad? ¿O es que definitivamente es un cyrill? —Esta vez era la voz atorrante del príncipe Demyan, que empezó a burlarse y los demás lo secundaron. Y si Selene en algún momento había tenido algo de autocontrol para evitar decir algo contra esos nobles abusivos, en ese momento lo había perdido. Arrojó el pequeño paño de mala manera sobre su mochila y se volteó mirando a los chicos de la nobleza con los puños apretados. Se mentalizó en que era un hombre y los hombres pelean con los puños y no dan cachetadas, y se acercó con molestia a los sujetos. —Samuel... espera —intentó detenerla Samael, pero ella no estaba para nada dispuesta a quedarse de brazos cruzados ante los comentarios desagradables de los nobles. —Tú cállate, yo me encargo de esto. Soy lo suficientemente hombre para no tener miedo de estos imbéciles —habló Selene con su voz gruesa mientras caminaba hacia sus compañeros del grupo de Demyan y sin siquiera mirar a su hermano, sólo haciéndole un gesto con la mano para que se despreocupara. Quizás no era la mejor actuación, pero Selene no iba a dejarse intimidar por ellos, que la miraban con prepotencia al saber que habían crispado sus nervios. Tenía que ser astuta y buscar la mejor forma de demostrar masculinidad, aunque eso era difícil porque dependía de la masculinidad de su hermano y que este le explicara cómo comportarse. Cuando estuvo frente a frente con los demás, se plantó firme y los miró fijamente, paseando sus ojos azules por cada uno de ellos. Todos estaban parados y se reían y parecían hacerse señas con una especie de "código de simios", como lo llamaba Selene. Demyan era el más insoportable de todos, la miraba de arriba a abajo con una sonrisa arrogante de medio lado. El príncipe se rascó el cuello, sin dejar de tener esa sonrisa. —¿Cómo era que estabas parado, Von Strauss? —se mofó Morgot. —A ver... hazlo de nuevo, Von Strauss —esta vez se rio Virkt. Todos se carcajearon como si fuese el mejor chiste del mundo y Selene cruzó los brazos sobre su pecho. No tenía muchas ideas sobre cómo demostrar su masculinidad, pero si algo tenía claro era que lo mejor era fingir ser un mujeriego, ya que era lo típico. Selene recordó algunas conversaciones con su hermano sobre sus salidas de diversión con las prostitutas del pueblo mientras ella se quedaba trabajando. Así fue como se le ocurrió una idea para procurar quedar bien. —Les demostraré cuando gusten que soy todo un hombre. Incluso más masculino que ustedes. Les aseguro que puedo satisfacer a cualquier prostituta sólo con mi boca y manos... sin necesitar de mi v***a —habló expresándose como un macho asqueroso y sintiéndose asqueada de sí misma con esa frase, pero manteniendo su mejor cara de indignación. Todos hicieron un "oh" y se empezaron a burlar. —¿Estás retándome? Yo también soy muy bueno satisfaciendo con mi boca —se divirtió el príncipe Damyan poniendo una sonrisa encantadora y ella sintió que se sonrojaba ante eso. Definitivamente era una imbécil si su cuerpo la traicionaba de esa forma por ese simple comentario. —Cuando quieras nos enfrentamos... Selene no tenía ni la más remota idea de cómo satisfacer a nadie, porque era tan virgen que ni siquiera había interactuado con otros hombres hasta haber llegado a la universidad. No salía casi nunca de casa y sus padres prácticamente la criaron escondida para que no se corriera la voz de que tenían una niña, de forma que el terrateniente no la quisiera para sí mismo. Pero si de algo estaba segura, era de que lograría satisfacer a cualquiera más eficientemente que esos niñatos. Lo que no esperó Selene, fue que después de eso, el príncipe se acercaría a ella. Fue caminando lentamente y ella empezó a tener miedo. ¿Qué estaba tramando ese niñato? Se acercó con una sonrisa divertida y que lo hacía ver increíblemente guapo, nunca lo había detallado desde tan cerca porque era la primera vez que se acercaba tan peligrosamente a ella. Tragó saliva cuando vio que estaba a punto de invadir su espacio personal y en ese momento notó cómo sus narices quedaban casi rozándose. —¿Te atreves a retar a tu príncipe? El tono malicioso de Demyan puso nerviosa a Selene, que sintió deseos de alejarse y enrollarse sobre sí misma en ese momento. Toda su valentía se estaba yendo al caño. Realmente era guapo, sus ojos eran de color miel y su cabello castaño claro que muy bien podría pasar por rubio, salvo que lo miraran de cerca. Selene se sonrojó. —Lo siento, Su Alteza. Pero usted ha insultado a este súbdito primero —se defendió ella cambiando su mirada a enojo. No se esperaba que la mano del chico repentinamente se levantara en su dirección y rodeara con fuerza su cuello, apretándolo y levantándola en el aire. No podía respirar, pero por primera vez cayó en cuenta de cuán fuerte y cuán alto era Demyan. Debía medir aproximadamente 1,90 metros y tenía también muchos músculos. La presión sobre su cuello estaba dejándola sin aire. Oyó algunas personas reclamar, pero sus pensamientos no parecían darle respuesta a nada, su mente estaba nublada por lo que estaba haciendo Demyan. Hasta que de repente la soltó y Selene cayó al suelo llevándose la mano al cuello para acariciarlo y aplacar el dolor. Iba a protestar, pero Demyan ni siquiera estaba mirándola, sino que miraba hacia un pasillo cercano. Ella volteó a esa dirección y vio al hermano mayor del príncipe acercarse con molestia, mientras llevaba unos libros sobre sus brazos. —¡¿Qué te pasa?! ¡Deja de estar cometiendo estos abusos de poder, Demyan! —¿O qué, Dymion? ¿Me acusarás? Yo soy el heredero al trono, tú eres un hijo nacido fuera del matrimonio a pesar de ser el primogénito —señaló Demyan haciendo enojar al mayor. Ambos tenían más o menos el mismo tamaño, pero esa era apenas la única semejanza. Por todo lo demás, eran bastante diferentes. Dymion era de piel ligeramente tostada, pero con un color que casi podría pasar por blanco. Los ojos de Dymion eran verdes, mientras que los de Demyan eran color miel. Dymion tenía el cabello castaño oscuro y Demyan castaño claro. También diferían en personalidad, ya que Dymion era pacífico, tranquilo, cariñoso y pertenecía al grupo de brillys que estudiaban dos años por encima de ellos, a pesar de ser el príncipe; mientras que Demyan era insoportable y sólo le gustaba meterse con los demás para satisfacer su ego. —Demyan... ya. Debes dejar de atacar a los más débiles. Y perdón Samuel... —se disculpó el mayor, tendiéndole la mano a Selene, quien la aceptó y permitió que la ayudara a levantarse. Selene miró fijamente a los ojos verdes de Dymion y por un momento se sintió tan segura que casi actúa como una completa idiota, pero a tiempo recordó que su rol era masculino. Soltó la mano del chico rápidamente e hizo una reverencia como la que debía hacer cualquier hombre ante su príncipe. —Eres un inmaduro, se supone que tienes ya 20 años, Demyan. ¡No eres un niño! —le reclamó Dymion a su hermano, volteándose para mirarlo directamente. —Yo ni siquiera quiero el trono. Si tanto te interesa, es todo tuyo, te lo entregaré apenas pueda y me dedicaré a fornicar con prostitutas —se burló Demyan y sus amigos también empezaron a reírse. La situación empezaba a tornarse incómoda y Selene habría querido en ese momento tener en dónde esconderse, pero en lugar de eso estaba parada junto a los dos príncipes peleando por temas que era inapropiado que discutieran frente a su pueblo. Los matones de Demyan seguían burlándose y Selene empezó a retroceder lentamente, caminando hacia atrás, pero suponiendo que sus amigos sentían la misma incomodidad. —Eres un... Dymion no pudo terminar sus palabras, porque en ese momento las campanas que indicaban que debían entrar a su próxima clase sonaron. Demyan sonrió socarronamente y caminó hacia el aula de clases, pasando junto a Selene y empujándola. Samael la atrapó rápidamente para que no volviera a caer al piso y ella simplemente bufó indignada. No había fallas en lo que había dicho Dymion, pues definitivamente Demyan era un mal príncipe y no debería ser siquiera el heredero al trono. ¡Cuanta diferencia había entre esos príncipes opuestos!
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