Ya habiendo resuelto el problema con Demyan, solamente le quedaba entender qué es lo que pasaba con Dymion, al que tampoco había visto, aunque suponía que podía encontrarlo en ese lugar que él le había comentado. Así que, después de salir de su última clase el viernes, 14 de enero, Selene volvió a mentir sobre por qué no iría a celebrar con sus amigos y decidió irse a la torre a buscar a Dymion. Tal vez era una idea arriesgada, especialmente si Demyan decidía salir y se lo topaba por el camino, pero quería hablar con el mayor de los príncipes, esperando que él no estuviera enojado por cómo “Selene Mynth” había salido de la habitación.
Esta vez, los pasillos estaban un poco más vacíos, aunque los pocos nobles que había se mantuvieron igualmente observándola. Selene se mantuvo con la frente en alto y caminó hasta llegar finalmente a la cima de la torre y abrir la compuerta que daba hacia el “lugar especial” de Dymion.
Estaba anocheciendo y ella observó la hermosa vista complacida, se veían todas las otras torres del castillo, incluso se atrevía a decir que se veía su habitación en la torre de los becados, lo que le llamó ligeramente la atención, pero terminó ignorándolo al ver pasar unas aves nocturnas que volaban por las inmediaciones. Era hermoso el panorama y no pudo evitar ir hacia el colchón que utilizaba el príncipe para acostarse las horas que permanecía ahí.
—¿Quién está…? —escuchó la voz del príncipe y se volteó tan rápido que bien podría haber parecido desesperada por verlo, lo que la hizo ruborizarse—. Oh, Samuel —saludó el príncipe con una enorme y encantadora sonrisa y Selene repentinamente sintió que se le había olvidado cómo hablar.
El príncipe se acercó a ella y la abrazó apenas verla, lo que hizo que se sintiera mucho más avergonzada.
—Me alegra mucho que hayas venido a mi lugar especial, Samuel —habló emocionado el príncipe mientras se separaba y se quedaba viéndolo fijamente.
—Su Alteza, yo… quería hablar con usted sobre Selene —intentó decir, pero él negó con la cabeza.
—Era de esperarse que las dos personas más hermosas que he conocido, y en quienes he tenido genuino interés, fuesen pareja. No podría ser de otra forma, y he decidido aceptarlo y hacerme a un lado —explicó él, aunque se notaba algo de pesar en sus palabras.
—La quiero, es cierto, y estamos juntos, eso también lo es —mintió Selene, sintiéndose peor por decir que era cierto—, pero no quisiera que eso hiriera sus sentimientos, Su Alteza, porque es usted la persona que mejor me ha tratado desde que estoy en este lugar —aseguró, y esto, por suerte, no era una mentira.
—Me gusta estar contigo, Samuel, y también disfruté mucho dibujar a Selene, perdona mi osadía al hacerlo, pero jamás había visto arte convertido en personas, hasta que los conocí a ustedes dos —explicó él, mientras se acercaba tanto a ella que podía sentir su respiración—. Y el olor que tienen, es un olor embriagante que insta a tocarlos, o a besarlos —añadió, mientras olfateaba el cuello de Selene, haciéndola casi perder la razón en ese momento.
—Eso también… —intentó decir Selene, pero fue interrumpida por el dedo índice de Dymion, que se posó sobre sus labios.
—Es mejor no hablar de ello, sólo agravará las cosas. Supongo que me conformaré con ser un espectador —concordó finalmente y volteó hacia donde se ocultaba el sol.
La noche estaba empezando a cubrir todo y el cielo se tenía de n***o, mientras las estrellas brillaban como nunca. Selene sonrió, aunque sentía un ligero dolor en su corazón de pensar en perder a Dymion por esas estupidas palabras, por asegurar que “Selene Mynth” era la novia de “Samuel Von Strauss”, cuando en realidad simplemente ambos eran una faceta de una gran mentirosa: Selene Von Strauss, ella misma.
No hablaron mucho más y el tema se enfocó en divertirse con las constelaciones. Realmente era enriquecedor tener conversaciones con Dymion, pues él sabía muchísimo, se notaba que había tenido a su alcance infinidad de libros y dominaba casi todos los temas. Además de que le mostró algo de magia con runas que Selene nunca había visto, pero que parecía ser algo que le fascinaba a Dymion. Él era, realmente, la persona que ella podría haber amado si hubiera tenido la oportunidad de vivir una vida como mujer.
“Pero no puedes ser mujer, Selene” —pensó, odiándose a sí misma por anhelar la posibilidad de compartir más tiempo con el príncipe—. “Ahora eres Samuel Von Strauss”.
Siguieron hablando hasta la medianoche y cuando sonaron las campanadas, Dymion habló:
—¡Vaya! ¡Sí que es nos pasó el tiempo! Tus compañeros probablemente se preocupen si no vuelves temprano.
—No pasa nada, están celebrando el cumpleaños de Samael y yo en una taberna con prostitutas —contó ella como si nada.
—¿Es tu cumpleaños? —inquirió sorprendido el príncipe y ella asintió.
—Cumplo 20 años finalmente, 15 de enero —explicó.
—Debería darte un regalo.
—No es necesario, Su Alteza —rechazó ella cordialmente, sin poder evitar que sus mejillas ardieran.
—Te ves muy lindo cuando te sonrojas a la luz de la luna, Samuel —fue todo lo que dijo el príncipe, mientras se acercaba—. Un día de estos me harás perder la razón —confesó, sin dejar de observar cada parte del rostro de Selene, poniéndola más nerviosa.
Y antes de que él se acercara más, Selene se levantó rápidamente.
—Volveré a mi habitación, Su Alteza. Hasta luego.
Y salió corriendo escaleras abajo, sin importarle si tropezaba en el camino.
...
Esa noche, por suerte, revisó que no hubiera nadie antes de esconderse tras las cortinas de su cama y sacarse lo suficiente la ropa, casi con desespero, y esconderse entre sus sábanas por si alguien llegaba. Recordó el calor de sus mejillas al tener a Dymion frente a ella y las ganas desesperadas de besarlo, recordó el beso que se habían dado días atrás y lo deliciosos que fueron sus labios. Quería más de él y no podía negarlo, quería poder meterse como "Selene" y besarlo desenfrenadamente, dejarse llevar, porque le gustaba, le gustaba demasiado el mayor de los príncipes.
Sabía que estaba humedeciéndose demasiado con esas imágenes mentales, pero no se tocó la entrepierna, sino que prefirió empezar por acariciar suavemente sus pechos, mientras apretaba los labios. Se imaginaba que si llegaba a hacer algo con Dymion, seguramente sería muchísimo mejor que lo que había experimentado con Demyan. El mayor de los hermanos era mucho más sutil, delicado y se notaba su interés genuino por ella, fuera del hecho de que quisiera follársela.
Bajó su mano derecha hacia la entrepierna para acariciar su "botón" y estimularse más. Pensar en Dymion le encantaba, satisfacía ese deseo de estar más con él, pero que en condiciones normales debía controlar. Acarició más y apretó un poco, como había hecho Demyan al estimularla.
"No pienses en Demyan" —se recriminó a sí misma en sus pensamientos. Se suponía que su cuerpo estaba respondiendo al encuentro con Dymion esa tarde, no a lo que había ocurrido con Demyan días atrás.
Dejó su dedo pulgar acariciando el "botón" e introdujo el dedo medio y anular en su cavidad, para estimular simultáneamente, tomando la idea que le había quedado de la experiencia con Demyan. Dejó que su mente pensara en Dymion nuevamente y se concentró en el estímulo. Movió sus manos con un poco más de frenesí, anhelando más contacto, quería más, quería sentir el m*****o de Dymion dentro de ella, ¿sería similar al de Demyan?
"Deja de pensar en Demyan" —se regañó mentalmente intentando concentrarse en Dymion, pero no podía, su mente pasaba de uno a otro hermano, anhelándolos a los dos, tenía que aceptar que su mente no dejaba de visualizar a uno y otro al mismo tiempo, y finalmente alcanzó el orgasmo aceptando su deseo de estar con los dos.
Su respiración empezó a ser entrecortada, pero por suerte logró mantenerse callada y no emitir ni siquiera leves jadeos.
—¿Hay alguien ahí? —escuchó la voz de Marcus.
"¡Maldición!" —pensó indignada.
—Soy yo, Samuel —habló intentando controlar su respiración y sonar lo más masculina posible.
Escuchó la risa de Marcus y sintió cómo él caminaba del baño hasta su cama. ¿Había estado todo el tiempo ahí? Ese imbécil de Marcus siempre era extremadamente inoportuno.
—Eres extraño, Samuel —se burló el otro chico y Selene se acomodó sus ropas.
—Estaba intentando dormir —se quejó—. Me tomó por sorpresa tu presencia —explicó ella, aunque sabía que era innecesario, pero se quedaba más tranquila así.
No hablaron más, pero ella decidió realmente dormir. No sabía qué rayos podía estar haciendo Marcus, pero definitivamente era bastante molesto.
"Creo que Selene Mynth tendrá que darle una visita a Dymion" —pensó, reconociendo que necesitaba borrar la experiencia con Demyan de alguna forma.
No podía seguir teniendo a ese imbécil acosador en sus húmedos pensamientos.