Capítulo 23: Cumpleaños

1703 Words
El sábado temprano, Selene tenía que buscar a la mucama a la que había visto ya dos veces, esta tenía el cabello rubio platinado y los ojos grises, así que supuso que sería sencillo encontrarla, por lo inusual de sus características, además de que parecía ser conocida de Samael. Despertó temprano y ya estaban despiertos sus amigos, quienes la felicitaron nada más verla, excepto Marcus, que no estaba en la habitación. Su hermano permanecía roncando en su cama. Ella se acercó a la cama de su hermano, mientras los demás estaban hablando entretenidos y organizando las cosas que harían ese día. Incluyendo, por supuesto, terminar temprano todas las asignaciones para irse de fiesta en la noche, fiesta a la que Selene evidentemente no podría escapar. —Ey, despierta, Sama —intentó llamarlo por la mañana. —Todavía puedo hacerte gozar dos horas más —habló medio dormido él y Selene se incomodó terriblemente con eso. —¡Señor Von Straus! ¡¿Qué clase de comentario es ese en mi clase?! —habló con su voz más robusta Robson, que apareció justo cuando Selene intentaba despertar a su hermano. —¡Lo lamento, profesor Diyor! —despertó él sobresaltado, creyendo que se trataba de su profesor más serio. Todos en la habitación empezaron a reírse y Selene recordó que realmente le gustaba compartir con sus amigos y, por andar concentrada en esos príncipes, había descuidado su relación con los demás y dejado a medias sus últimos entrenamientos mágicos secretos con Samael. Por un momento se sintió de lo peor, hasta que los comentarios empezaron a subir de tono entre sus compañeros. —¡Vaya! ¿Vieron cómo bailó la chica de cabello castaño? —indagó Gilbert, con tono de pervertido—. Pagué por ella poco después y les juro que sin ropa es mucho mejor. No podía creer cuán asquerosos podían ser los hombres al referirse a las mujeres. Su hermano se levantó a rastras de la cama y se fue en dirección al baño, mientras que ella siguió escuchando la conversación de sus compañeros, quienes parecían pensar que las mujeres eran sólo trozos de carne. —Yo disfruté mucho con la pelirroja, creo que la contrataré de nuevo el día de hoy —aseguró emocionado Arthur, quien parecía a punto de babear. —¡Ni hablar, Arthur! ¡Hoy la pelirroja me toca a mí! —exclamó Robson. Selene no pudo evitar sentir incomodidad con esos comentarios e intervino: —¿Creen que está bien andar follando con todo lo que se les atraviese? ¿Qué pasará cuando puedan estar con una mujer en una relación seria? —preguntó ella, interesada en la perspectiva "romántica" que pudieran tener sus amigos. —Las mujeres de la casa son para tener bebés y prepararnos la comida —dijo simplemente Gilbert, y los otros chicos empezaron a reírse—. Siempre quedan las de la calle para divertirse. Iba a decir algo más, pero en ese momento salió del baño Samael. —Hay una piedra-runa en el baño que está defectuosa, ¿podrían ir bajando al comedor para notificar a los encargados de las piedras-runas? Samuel y yo los alcanzaremos en un momento —habló como si no fuese nada su hermao. —Sí, ¡y pediremos pastel especial para celebrar! —se emocionó Gilbert. —¡Pastel especial! ¡Mi favorito! —concordó Arthur. —Nos vemos en un rato entonces, gemelos —se despidió Robson. Los tres amigos de los gemelos Von Strauss salieron de la habitación y Samael empezó a buscar entre sus cosas la ropa que utilizaría ese día. Sacó del baúl una ropa casual y miró a su hermana con un gesto de que mantuviera la calma y volvió al baño. Selene suspiró. Sabía que Samael había interrumpido la conversación para que ella no dijera absolutamente nada que pudiera comprometerla y apreciaba mucho eso de su hermano, pero ella simplemente se sentía frustrada de ver cómo era el trato hacia las mujeres en esa sociedad. Meses atrás, no le habría importado en lo más mínimo, porque ya estaba acostumbrada y hasta resignada a vivir como hombre; sin embargo, después de varios meses leyendo lo que su madre había dejado, y empezando las prácticas basadas en la alquimia s****l, que le habían permitido generar energía suficiente dentro de ella para empezar a manejar hechizos bastante simples, ella había cambiado su perspectiva. Sabía que las mujeres en algún lugar del mundo eran valoradas, aceptadas, podían dedicarse a las ciencias y al desarrollo tecnológico, y no vivir supediadas a que un hombre les otorgara seguridad económica y estabilidad de pareja, pero no era justo, ¿dónde quedaba la felicidad que podría vincularse a tener una pareja? ¿O la posibilidad de desenvolverse? Además, recordar a Dymion y su forma tan maravillosa de tratar a las personas reforzaba la idea que Selene tenía de que sí existía gente que valía la pena, y hacía que ella quisiera alejarse nuevamente de esos vínculos con sus "amigos". "Recuerda que estos chicos no saben que eres mujer, Selene" —pensó, recriminándose por el cariño que les había tomado. Samael salió del baño poco después, ya listo para ir al comedor. —Sama, antes de irnos... ¿puedes ayudarme a encontrar a una mucama de cabello rubio platinado y ojos grises? —interrogó ella. —Debe ser Laika. Sí, la podemos buscar al salir del comedor —expresó él con tranquilidad y después frunció el ceño—. No les prestes atención, sabes que son un poco tarados —dijo de repente, seguramente recordando la conversación desagradable que su hermana había tenido con los otros compañeros. Selene simplemente sonrió. Igualmente eran sus amigos, y eso no cambiaría tan fácilmente. ... Después de un desayuno increíble, en el que sus amigos habían logrado convencer a las mucamas de la cocina de hacer un pastel especial para los gemelos Von Strauss, Samael avisó a sus amigos que los vería en la tarde para estudiar en la biblioteca, porque tenía algunos pentientes con Samuel. Así, los gemelos pasaron primero a la lavandería de la universidad para buscar a la mucama. La vieron preparando una ropa que sería lavada en una máquina coordinada por piedras-runas y Samael la llamó. —Ho-hola... ¿se les ofrece algo? —Mi hermano quiere hablarte, Laika —explicó Samael. Selene saludó tranquilamente y la chica la miró con nerviosismo. —Es que... ¿podrías limpiar la habitación del príncipe Demyan? Prometo que estaré contigo cuidándote de que no te ocurra nada —explicó rápidamente Selene. Ella empezó a jugar con el dobladillo de su falda, aunque parecía que no estaba muy feliz con ello. Finalmente, miró a los gemelos, dedicándole una mirada a cada uno, para luego responder: —A-aceptaré, pero quiero pedir algo a cambio —comentó Laika, sonrojada. —Lo que quieras —se ofreció rápidamente Selene. —Después de terminar la limpieza. Iré después de mediodía. Selene y Samael asintieron y se fueron a dar una vuelta para practicar algunos hechizos que habían aprendido leyendo sus libros. ... En la tarde, después de separarse de su hermano, explicándole que iría con Demyan a explicarle y estudiar un rato (cosa que no agradó en lo más mínimo, se encontró con Laika por los pasillos y subieron a la habitación del príncipe Demyan juntas. Laika no habló en ningún momento, sino que se puso manos a la obra, especialmente al ver la cantidad de suciedad que había en el lugar. Mientras tanto, Demyan empezó a comentarle todo el contenido que había repasado y explicarle citando de memoria todos los tipos de piedras-runas. —¡Vaya! ¡Me sorprende, Su Alteza! Ha hecho casi toda la tarea de Runas Básicas —lo felicitó Selene y él pareció tomarlo como si se estuviera burlando de él, por lo que le dio un puñetazo en el brazo, que ella tuvo que apretarse y alejarse por un momento—. Eso dolió —se quejó ella. —Sí, sí, lo que digas. Eres bastante molesto —se quejó Demyan—. Aunque agradezco el premio que me trajiste —comentó mientras veía a la mucama agacharse a recoger cosas en el piso y le daba un ojo al enorme trasero que tenía. Selene sintió repulsión por ese gesto, pero intentó no mostrarlo en su rostro. —No deberías meterte con la señorita Laika, por cosas así nadie quiere limpiar tu habitación. Tienes que aprender a tratar adecuadamente a la mujeres —le reclamó. —Oye, oye... yo trato bien a las mujeres, busco satisfacerlas y hacerla felices. —Eso no funciona así, Su Alteza. Dejaron la conversación y Selene se encargó de orientar la conversación a los deberes de Demyan, hasta que sonaron las campanadas de la media tarde, que coincidió con que Laika terminara con lo más básico de limpieza. La joven solicitó permiso para terminarlo el siguiente sábado, porque no había tenido tiempo de organizar el armario, y Demyan aceptó. —No entiendo por qué debes irte —le dijo a Samuel. —Es mi cumpleaños, Su Alteza, iré a celebrar con mis amigos. Regreso mañana. Él la miró con tristeza. —Y yo estaré encerrado y solitario. —Mañana vendré a continuar sus clase, Su Alteza, no se preocupe. Como respuesta, el príncipe puso una cara algo macabra, pero finalmente les permitió irse a Laika y a ella. Salieron de la habitación, con dirección al pasillo principal, desde donde Selene iría hacia su habitación para prepararse para la salida de cumpleaños con sus amigos. Antes de separarse, Laika hizo un gesto para llamarla. —Puedes hablar sobre lo que quieras. —Mi pedido es... salir con usted, fuera del castillo —pidió Laika con una reverencia—. Yo, Laika Blemius, jamás había conocido alguien así, siempre lo observo y... ¡quiero salir con usted! Laika hizo una reverencia, pero Selene no pudo evitar quedar pasmada ante tal solicitud. La joven rubia salió corriendo nerviosa en ese momento, sin esperar respuesta alguna. Tendría que esperar a la siguiente semana para saber qué decir, y no le quedaba de otra que pedirle asesoría a los hombres que conocía. Sólo esperaba no terminar en un embrollo peor.

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