CAP 29 ¿DONDE ESTA?

1075 Words
Rosalía ya estaba subida de copas, el calor en su cuerpo era sofocante, los labios de Leonel sabían deliciosos, cada beso, cada caricia, la hacía estremecerse, desabrochó la camisa de Leonel para tocar su fornido pecho, mientras él no perdía el tiempo subió su vestido y le masajeaba su parte íntima moviendo su diminuta ropa interior. Ella se levantó un poco para que él pudiera introducir sus dedos y darle mucho más placer mientras Leonel miraba sus gestos. Llegaron al edificio, Rosalía se despidió de Jaime, él tenía que regresar al bar por Melina y Nidia. Leonel y Rosalía entraron al ascensor para otra sesión de besos mientras subían. Al salir del elevador, Rosalía tenía las piernas enrolladas en el cuerpo de Leonel, él la llevaba en brazos cargada de los muslos, solo había una puerta negra, Leonel la llevó por el pasillo hasta quedar frente a ella, recargo a Rosalía en la pared sin dejar de llenarla de caricias, él estaba muy cerca del inicio de sus senos, ella giró un poco para poner su huella digital en la puerta, Leonel entró a la habitación oscura, Rosalía aplaudió dos veces y las luces se encendieron, ella sonrió juguetonamente. Leonel se detuvo mirándola a los ojos y preguntó “¿Habitación?”. Rosalía que jugaba con el cabello del hombre, levantó la barbilla mostrándole el camino. Él entró y la colocó en la cama sin alejarse hundiendo el colchón con sus rodillas para subir encima de ella, Rosalía solo se subió un poco más hacia la cabecera para estar más cómoda. Leonel tomó el tirante ancho de su vestido bajándolo despacio, ella se quedó quieta mirándolo, no se dio cuenta el momento en que él bajó el cierre de su vestido. Leonel se enterró en ella y de su boca salió un gran gemido, Rosalía solo se sobresaltó, él empezó a moverse en un vaivén mientras la seguía atacando, Rosalía cerró los ojos llenos de lujuria disfrutando las sensaciones… El teléfono de Rosalía sonaba sin cesar, pero estaba en vibrador, Pablo necesitaba saber dónde estaba, Nidia y Melina estaba de pie afuera del bar mirando al hombre moverse en círculos llamando a su jefa, ambas se dirigieron una mirada tácita, ellas solo le dijeron a Pablo que Rosalía se había ido con Jaime, pero no le comentaron que iba acompañada. Jaime se estacionó al verlas y bajó. Pablo caminó hasta él. “¿Dónde está Rosalía?”. Jaime miró a las mujeres y ellas negaron con la cabeza despistadamente. Jaime erguido en su lugar le dijo. “La señorita Rinaldi está en la mansión”. Pablo lo miró buscando alguna duda de sus palabras y suspiró cansado. Se peinó el cabello hacia atrás y los dejó a los tres de pie ahí, avanzó hasta su auto y subió, conduciendo a su casa. Nidia y Melina suspiraron, Pablo las había interrogado mucho tiempo y no las dejaba irse, estaba como loco, Nidia se acercó a Jaime. “Gracias”. Jaime negó. “La señorita Rinaldi es mi jefa, haré cualquier cosa por ella”. Nidia y Melina entendieron, Rosalía había sido la salvación en sus vidas, los tres le debían mucho. Pablo llegó a su casa, Dora lo esperaba, al ver estacionar el auto camino hasta la puerta, Pablo entró ignorándola, ella caminó detrás de él. “Pablo ¿Dime que pasa?”. El estaba de muy mal humor, tenía semanas así, hoy le dijo que volviera sola a la casa y él se fue dejándola en el evento. El pequeño Arthur despertó, el llanto se escuchó desde su habitación, Dora estaba a punto de ir cuando Pablo le dijo. "Iré yo, vete a dormir”. Dora se quedó de pie mirando la espalda de su esposo, ellos habían hablado hace apenas unas semanas sobre tener otro bebe, en realidad era ella quien quería ser madre de nuevo, había convencido a Pablo de intentarlo, pero Pablo estaba renuente más estos últimos días. Pablo entró encontrándose con el pequeño de pie abrazado al barandal de la cuna llorando. “Hola pequeño”. Lo cargó en sus brazos paseándolo por la habitación, Pablo hablaba bajo con el pequeño para que se calmara. Se sentó con él en la mecedora cerca de la ventana, mientras Arthur se dormía chupando su dedo pulgar, Pablo estaba perdido en sus pensamientos, tenía mucho miedo en su corazón, sentía que Rosalía se estaba alejando poco a poco desde que recuperó su patrimonio, antes siempre lo necesitaba, acudía a él, pero ahora… Lo alejaba pidiéndole que regresara con su familia… Familia… era otro de sus problemas, Dora y el pequeño Arthur dependían de él. A la mañana siguiente… Rosalía despertó entre las sábanas, había sido una noche larga de nuevo, Leonel era imparable, sentándose en la cama observo alrededor, él ya no estaba, bostezo y se levantó para lavarse, regreso a la habitación caminando solo con una toalla que cubría su cuerpo y una en el cabeza, ella buscó entre su ropa algo ligero, un conjunto blanco de pijama short corto y blusa de tirantes para estar cómoda mientras estaba en el departamento, pensaba pedir comida y luego regresar a la mansión. Salió de la habitación escuchando la cerradura electrónica de la puerta, al abrirse, Leonel entró, no llevaba el saco y tenía arremangadas las mangas de su camisa, llevaba unas bolsas de comida y café en la mano. “Hola”. Él sonrió entrando y cerrando la puerta Rosalía acomodo su cabello detrás de su oreja. “¿Pensé que te habías ido?”. Ella se dejó caer en el sillón subiendo y cruzando sus pies dejando ver sus hermosas piernas. Leonel le sonrió aún más. “No, solo fui a traer el desayuno… tome una tarjeta electrónica de llave espero no te moleste”. Rosalía negó. Las tarjetas electrónicas de la cerradura estaban en la mesita de la entrada. Leonel dejó la comida en la mesita de la sala y le ofreció la bebida. “¿Café o Té?”. Ella tomo el café. “Gracias”. Leonel se sentó a su lado y abrió la bolsa de papel, había algunos emparedados y waffles. “Quería hacerte el almuerzo, pero no tienes nada en el refrigerador”. Le explicó Leonel. Rosalía tomó un emparedado y le dio un mordisco. “No vengo aquí muy a menudo”.
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