CAP 30 SER LO QUE FUIMOS

1094 Words
Leonel también empezó a comer con ella, conversaron por un rato sobre sus trabajos y sus gustos, era una plática muy amena. “Si eres tan feliz en el extranjero y tu compañía está allá ¿Qué haces aquí?”. Leonel sonrió. “Vine a arreglar algunos asuntos personales. Mi madre vive aquí con su familia, pero yo siempre he vivido con mi padre”. Ella dijo en tono tranquilo. “Yo no tengo familia… Mi madre y mis abuelos han muerto y mi padre… bueno ese hombre ya no es más mi familia”. Pensativa bajo su rostro . Nunca habló de esto con nadie más que con Pablo, Leonel acarició su mejilla al ver su semblante cambiar. Ella sonrió sintiendo la caricia. “Entonces… ¿Eres un ex marine? Y estudiaste criminología y científico forense”. Leonel asintió terminando de comer. “Si, me he dedicado a esto por una promesa y también porque a la larga me gusta”. Rosalía estaba interesada en el hombre era muy inteligente, rico, fuerte e increíble en la cama. Leonel revisó su reloj. “Tengo que irme, el trabajo me llama”. Rosalía afirmó en silencio, Leonel se acercó besando sus labios. “¿Cuándo nos podemos volver a ver?”. Rosalía se mordió el labio desbloqueó su teléfono y se lo entregó. Él lo tomó sonriendo y de reojo noto todas las llamadas perdidas de un tal Pablo, grabó su número marcándolo. Ahora ambos tenían sus datos. Leonel se levantó recogiendo su saco y pertenencias, ella hizo lo mismo acercándose para despedirse, lo abrazó al cuello y se unieron en un ardiente beso, al separarse respiraban agitados. Leonel le advirtió. “Tengo que irme…” Ella sonrió alejándose y volviendo al sillón. “Ok”. Lo acompañó a la puerta y al cerrarla se recargo en ella suspirando. Regreso al sillón y reviso el teléfono, resopló al ver todas las llamadas, no quiso molestarse en llamar a Pablo, se levantó y se vistió para salir del departamento. Regresó a la mansión, Miriam terminaba de sacudir algunas piezas de porcelana en la sala. Rosalía entró sin tacones los llevaba en la mano. Miriam giro al verla llegar y le recriminó. “¿Por qué no le pediste a Jaime que me trajera?”. Rosalía ladeo la cabeza. “Existen los taxis, son transportes que te llevan a algún destino, usas efectivo o tarjeta para pagarles”. Miriam alterada se ofusco. “No llevaba dinero ¿Cómo querías que me regresara en un taxi?”. Rosalía levantó sus hombros. Ese es tu problema no el mío, debiste ir preparada”. La mujer no quería dejarla ir. “¿Porque cambiaste el nombre de la nuestra empresa si tu padre se entera él...” Rosalía la interrumpió. “En primera, es mi empresa, no tuya, ni nuestra, ni mucho menos de Otto, recuerda que lo que tenías es gracias a mi madre y mis abuelos. Otto siempre ha sido pobre diablo y un aprovechado, así que será mejor que cierres esa horrible boca que tienes y dejes de quejarte o dejare de apoyar a tu hijita”. Miriam se quedó en silencio. Rosalía caminó a las escaleras cansada, pero recordó algo. “¡AH! y si tu hija te llama ya sabes que decirle, debes sonar… muy feliz de vivir conmigo… ¿Entendiste?”. Se giró regresando a su camino. Miriam apretó el trapo que llevaba en la mano mirando a Rosalía subir. Más tarde… Era domingo, un día muy soleado y bonito, Rosalía conducía por la carretera hasta un cementerio, ella estacionó su coche y entró, el vigilante la saludó cortésmente, ella llevaba en sus manos un ramo de flores, avanzó algunas hileras de tumbas hasta llegar a una gran construcción, era donde su madre y abuelos descansaban, acomodó las flores en los jarrones y limpio la tumba con mucho cuidado. Quedándose de pie adorando el lugar. “Mamá... Abuelos… Estoy aquí… Recuperé todo, pueden descansar en paz ahora…los amo…” Alguien se colocó a su lado, por la altura y perfume Rosalía sabía quién era, él tomó su mano demostrándole su apoyo, ella no se negó, ellos habían venido muchas ocasiones aquí juntos. Duraron por algunos minutos hasta que Rosalía limpió su rostro y soltó a Pablo, el camino detrás de ella. “Rosalía…” Se detuvo y giro a ver al hombre, hoy llevaba un vestido n***o corto tipo panel liso, sus tacones eran negros y un bolso sencillo, su cabello caía como cascada en sus hombros. Él avanzó hacia ella despacio sin dejar de mirarla. Era una mujer muy hermosa por dentro y por fuera solo… que estaba muy herida, su corazón estaba muy lastimado, era difícil entrar a él, pero por alguna loca razón Pablo sentía que él estaba y seguía ahí, que ella lo amaba. Ya frente a ella acarició su mejilla muy cerca de su rostro. “Podemos… ¿Podemos volver a ser lo que fuimos?” No era una pregunta, era más como una súplica. El coloco su frente con la de ella. Rosalía cerró sus ojos por un momento recordando lo que han vivido juntos todos estos años. “Ella negó. No… nunca será como antes”. Ella quiso alejarse y caminar, pero Pablo la detuvo abrazándola por detrás enterrando el rostro en su cabello. “Estamos unidos para siempre lo recuerdas”. Rosalía se quedó estática recordando… Recuerdo de Rosalía… Rosalía despertó, Guillermo estaba vistiéndose, al verla despierta él sonrió robándole un beso rápido. “Me tengo que ir, recogeré a Linda en la escuela”. Rosalía preguntó. “¿No puedes quedarte?”. Era más como una súplica. Guillermo la miró y le explicó para que entendiera. “Ella es mi novia, debo estar ahí”. Rosalía se quedó muda con lágrimas amenazando con salir, Guillermo tomó su teléfono y le dijo algo más, pero ella solo asintió en silencio obedeciendo, él salió de la habitación dejando el lugar en un silencio abrumador, Rosalía se aferró a sus piernas abrazándose y lloró incontrolablemente. Su corazón dolía, después de un tiempo se limpió la cara, se levantó y se fue a la universidad, al encontrarse desde lejos con Guillermo y Linda ella empezó a tomar fotos a ambos mientras estaban muy cariñosos. Guillermo sonreía feliz y colmaba de besos y caricias a Linda, quien estaba feliz. Conversaban con amigos de la universidad, Guillermo presumía a Linda con todos.
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