CAP 24 ALZHEIMER

1105 Words
Miriam negaba con la cabeza y gritó. “¡Tú la enviaste a ese curso! ¡Tú debes pagarlo!”. Rosalía la contradijo. “Pero ella pudo negarse y no lo hizo… No le importó de donde vendría el dinero para pagar, solo quería irse… es igual que tú, solo piensan en sí mismas”. Rosalía se alejó, los empleados veían todo el show, Nidia les dio algunas órdenes y todos se fueron a sus lugares. Al estar solas Rosalía le advirtió a Miriam. “Ni una palabra de esto a tu hija… o dejare de pagar su viajecito y estancia, no tendrá ni un solo centavo para pagar su estadía y comida o volver aquí, no sabe hacer nada y se morirá de hambre allá o podría pasarle algo peor…” Miriam trago, era cierto, su hija no sabía mantenerse sola a sí misma, la educó consintiéndola y dándole lo mejor sin que ella moviera un dedo. Se quedó en silencio y no podía refutar las palabras de la mujer. Rosalía giro a ver la puerta, los cargadores entraron con los nuevos muebles y pertenencias de su madre, las había perdido aquel año, Miriam vendió todo a un precio muy bajo, eran cosas que valían millones, Rosalía intento juntar lo más que pudo, Miriam observó los nuevos muebles y pertenencias, Nidia se acercó ofreciéndole la mano, pero la mujer se negó levantándose sola, caminó a las escaleras muy despacio, tenía que recoger sus cosas de la habitación. Rosalía que estaba dando órdenes a los empleados de dónde poner los muebles estaba feliz, esto era poco a lo que Miriam pagaría. Nidia se acercó hasta ella. “Necesita algo más señorita Rinaldi”. Rosalía abrazo a Nidia de los hombros. “¡Todo es perfecto!”. Se soltó y preguntó ya más seria. “¿Cómo está Laura?”. Nidia miró a Rosalía lo decía de forma muy tranquila solo ella sabía lo que dolía preguntar. “Ella está bien, su enfermedad está controlada, solo es cuestión de cuidarse y Rober…” Rosalía la ignoró e interrumpió. “Tengo que subir a mi habitación, estoy muy cansada”. Ella subió las escaleras, Nidia se quedó de pie mirándola, no le gustaba escuchar nada sobre Roberto, era un tabú para ella. Siguió con su trabajo, ya sabía dónde iban las cosas que los empleados y cargadores acomodaban en la mansión. Toda la semana se hicieron cambios y reparaciones en la mansión, el padre de Rosalía el señor Otto fue transferido del hospital a la casa, se le adecuo una habitación compartida con Miriam en el piso de los empleados, donde ella tenía que cuidarlo todo el tiempo, aunque estaba en coma, tenía muchas necesidades, la enfermera le enseñó cómo limpiarlo, darle de comer, hacer sus masajes entre otras muchas cosas. La mansión estaba completamente cambiada. Rosalía tomó la habitación de sus padres que era la principal no sin antes remodelarla completamente, el color de las paredes, la ventana, todo, odiaba que Miriam haya vivido ahí por tantos años, era la habitación de sus abuelos y después de su madre. …………………… Leonel bajó del taxi frente a una casa en los suburbios, era el hogar de su madre, era pequeña y acogedora. Saco sus llaves y abrió la puerta encontrándose con su mamá en la sala con su esposo, miraban televisión, ella giró su cabeza al escuchar el sonido, lo vio de pie cerca de la entrada y abrió mucho sus ojos llenos ya de lágrimas. “¡Hijo!”. Se levantó rápidamente abandonando a su esposo que ya dormitaba, el hombre preocupado se sobresaltó levantándose detrás de la mujer. La señora abrazó a su hijo fuerte, Leonel solo sonrió. “Mamá, he vuelto”. La recibió con mucho cariño. La mujer se alejó sin soltarlo para examinarlo detenidamente. “Mírate, eres más viejo”. Leonel se carcajeó. “Mamá”. El reclamo sus palabras. Su madre ya era una mujer mayor con Alzheimer. Su esposo camino hasta ella regañándola. “Gaby, no le hables a si a tu hijo”. Su padrastro Raúl le ofreció la mano a Leonel. “¿Cómo fue tu viaje?”. Leonel le regresó el saludo, lo respetaba mucho por adorar a su mamá, era un buen hombre que hacía feliz a la señora. “Bien, un poco cansado”. Todos entraron a la sala y conversaron por un rato. La señora Gaby nunca soltó la mano de su hijo, Leonel disfrutaba del encuentro, hacía muchos meses que no regresaba, tenía demasiado trabajo e investigaba el caso de su hermano menor. Mario llegó tiempo después. Estaban a punto de pasar al comedor. “¿No pensaban esperarme?”. Lo dijo en tono dolido. Su madre se acercó abrazando al joven. “No pensé que llegarías”. Giro a ver a Leonel acusando a Mario. “Este chico se la pasa en la escuela y no ha traído una linda chica a casa para conocerla, deberías hablar con él”. Mario negó frente a su hermano y se sentó junto a Leonel mientras la mujer y su esposo servían la cena. Ella también reclamó a Leonel no traer una linda novia, él solo se quedó en silencio recordando a la mujer de la noche anterior, después de llevar algunos platos la señora Gaby se detuvo por un momento, Raúl su esposo preguntó. “¿Gaby? ¿Te sientes bien?”. Ella empezó a tener una crisis, se tocó la cabeza moviendo su cabello. “Mi hijo… mi hijo… ¿Dónde está mi hijo? Quiero verlo…Es inocente… él es inocente”. Mario se levantó de inmediato avanzando hacia su madre. “Mamá vamos a descansar”. Ella forcejeo. “¡No! ¡Quiero ver a mi hijo!”. Empezó a gritar, Leonel se levantó mirando el semblante de su madre, la enfermedad aparecía repentinamente, le dolía verla así. Raúl la llevó a la habitación a arrastras, Mario se quedó de pie observando a la pareja irse, para después dejarse caer en la silla agotado. Leonel camino hasta él apretando su hombro, era lo que tenían que padecer cada vez que su mamá tenía crisis, Raúl la amaba mucho y quería cuidarla todo lo que pudiera en casa. “Vamos a comer”. Mario sirvió los platos para ambos mientras se escuchaba llorar a su madre y como Raúl la consolaba, fue una cena silenciosa escuchando a Raúl calmando a su madre. Mientras Mario comía sin mucho apetito, Leonel recordó aquel trágico día.
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