CAP 23 ME TIENES A MI

1122 Words
Rosalía le comentó con mucha tranquilidad. “Sabes… Si mueres nadie llorará por ti… hablarán de la chica que se lanzó de la azotea de un edificio por algunas semanas, después nadie recordará el incidente, ese hombre que te lastimó se saldrá con la suya y tu madre estará feliz de deshacerse de ti… ¿Eso quieres?”. La chica se quedó callada y pensativa. “No tengo nada ni a nadie”. Rosalía la contradijo. “Me tienes a mi…” La chica giro su rostro analizando a la mujer. Rosalía le explicó. “Me gusta la gente que toca fondo, esas personas son las más leales si los ayudas…” Rosalía se levantó y se bajó de la orilla recogiendo sus tacones. “Habitación 201, si cambias de opinión, estoy dispuesta a ayudarte, la única condición es que seas fiel a mí el resto de tu vida”. Ella caminó a la puerta saliendo de la azotea contoneando su trasero. La chica pensativa miraba a Rosalía salir del lugar después giró y miraba el vacío, era muy alto, trago grueso y se agacho aferrándose al suelo, lloró por mucho rato, acurrucándose a sí misma. Se levantó y bajó por donde llegó. Busco la habitación que Rosalía le comentó y en la entrada había un hombre muy guapo recargado en la pared, Rosalía hablaba con él ambos giraron al ver a la chica que se acercó tímida. Rosalía sonrió y la abrazó. “Mira Pablo, ella es…” Se quedó en silencio porque no había preguntado su nombre, se giró a verla. “¿Cómo te llamas?”. La chica levantó la vista mirándolos a ambos. “Melina… Mi nombre es Melina”. Fin del recuerdo… Mario llegó a la mesa. “Hola, siento llegar tarde”. Melina sonrió tímida y le ofreció la carta del menú, el chico, la tomó regalándole una gran sonrisa. Rosalía se recargó en la silla del escritorio, con el encuentro con Pablo y el trabajo en la empresa para recuperarla estaba demasiado cansada, se levantó cerrando la computadora, tomó su bolso y salió de la oficina, la nueva secretaria María al verla se levantó. “Señorita Rinaldi”. Rosalía escudriñó a la chica, Melina la envió a trabajar con ella, pero aun era muy tímida y al parecer le tenía miedo. “Ve a casa a descansar, mañana nos vemos temprano”. La chica asintió mirando a su jefa contonearse hasta el elevador, al cerrarse las puertas ella respiro hondo, sería difícil trabajar para Rosalía, pero no imposible, Melina le dio muchas advertencias de cómo tratar con ella. Jaime esperaba a Rosalía abajo. “Hola”. El hombre mayor la saludo ayudándola a subir. “¿A dónde quiere que la lleve señorita?”. Rosalía con una gran sonrisa le dijo. “A casa Jaime”. El entendió y encendió el auto conduciendo por la ciudad, llegaron a la gran mansión, dos mudanzas estaban ahí ya esperándola. “Buenas tardes a todos”. Los hombres la miraron de forma lasciva, a ella le encantaba eso, caminó frente a ellos hasta que la puerta se abrió, una joven muy parecida a Laura la anterior ama de llaves la saludó cortésmente. “Buenas tardes señorita Rinaldi”. Rosalía entró saludando a la chica de forma amable con una gran sonrisa. Los hombres entraron detrás. Miriam bajó las escaleras. “¿Qué quieres aquí?”. Le recrimino a la mujer. Rosalía se dejó caer en el sillón cruzando sus piernas de forma coqueta. “¿Qué forma de tratar es esa a la dueña de la casa?”. Miriam bajo el último escalón. “¿Dueña? Esta casa es mía”. Rosalía se carcajeó con mucha fuerza, se limpió las lágrimas significativas de lo tanto que se había divertido hasta llorar. Y al terminar se puso seria para advertirle a la vieja mujer. “Esta casa les pertenece a los Rinaldi, por ende, es mía”. Miriam negaba. Rosalía hizo un ademán con la mano hacia los trabajadores que esperaban órdenes, ellos empezaron a sacar todos los muebles. “¡¿Qué hacen?!”. Miriam quería detenerlos. Rosalía le explicó. “¿No lo ves? Van a sacar toda esta basura de mi casa”. Miriam golpeaba y peleaba con los hombres, uno forcejeó con ella tirándola al suelo, empezó a llorar como una magdalena, Rosalía solo la miraba atenta, recordaba aquellos años en que ella estaba en la misma situación por su culpa. Sacaron todo, Rosalía llamó a los empleados, el jardinero, la nueva ama de llaves que le abrió la puerta y la cocinera estaban de su lado, ella misma hizo los arreglos para que entraran a trabajar en la casa, todo estaba fríamente calculado. Había otras chicas nuevas que ayudaban en las recamaras. Rosalía camino hasta ellos. “Nidia”. Le dio la palabra para que hablara. La chica asintió y se dirigió a todos ahí. “La señorita Rosalía es la dueña y señora de esta casa… siempre lo ha sido”. Lo dijo con un tono orgulloso. Nidia estaba sola cuando era niña, estudió una carrera gracias al apoyo de su tía Laura y de Rosalía, hoy estaba devolviendo el favor Miriam levantó la vista para observar a la chica, era sobrina de Laura la antigua ama de llaves, ella la recomendó cuando decidió jubilarse. La chica siguió. “Nilton el jardinero ahora será encargado de esta casa, todo lo referente a las necesidades diarias, deben comunicarse con él. Los empleados miraron al hombre, era alto con barba larga y ropa vieja, que usaba para trabajar en los jardines. Él sonrió inclinándose y comentó con voz grave. “Eso lo haré después de que las rosas florezcan”. Rosalía sonrió alegre. “Gracias Nilton, sé que quedarán tan hermosos como los que adoraba mi madre”. Miriam estaba incrédula tirada en el piso, nadie la ayudaba. Nidia les dijo a las empleadas. “Las cosas de la señora Miriam serán cambiadas a una de las habitaciones de empleados…” Miriam levantó la vista y miraba a todos con odio, esto era una humillación para ella. “¿Qué dices?”. Rosalía se acercó a ella resonando sus tacones en el suelo. “¿No pensarás que te tendré aquí de gratis?, debes pagar tu comida y estancia, cuidando de tu esposo y haciendo la limpieza en la mansión, además, alguien debe pagar el curso de tu hija en el extranjero, es mucho dinero que no podemos darnos el lujo de solventar”. Ella le mostró una sonrisa sínica.
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