CAP 17 EQUIVOCADA

1101 Words
Al día siguiente Rosalía fue a visitar al señor que salvó, estaba nerviosa, camino detrás del hombre de ayer por el pasillo del hospital. El hombre abrió una puerta para que ella entrara, avanzó lentamente hacia la cama, donde el señor estaba recostado con una mascarilla de oxígeno en la boca, al verla la bajo sonriéndole. “Ven aquí”. El hombre, aunque era viejo intimidaba con su voz, ella obedeció. “¿Cómo está?”. El señor tomó levantó su mano acariciando su mejilla, ella se sintió extraña y quiso alejarse, pero la tomó por la nuca. “No te vayas”. Ella no podía moverse, se quedó muda mirando al hombre, sus lágrimas querían caer, pero aguantó. “Déjeme por favor”. El hombre aflojó el agarre y la tomó de la mano sin soltarla, sus dedos estaban arrugados y llenos de pecas. Ella no hizo ningún movimiento, se quedó ahí de pie por un rato hasta que el hombre se durmió. Rosalía salió de la habitación y el hombre la esperaba. Tome, mi jefe dijo que le entregara esto, si usted necesita más se lo haré llegar cuando quiera”. Rosalía tomo el sobre y lo abrió mirando el gran fajo de dinero “Yo no puedo aceptarlo”. Ella quería devolverlo, pero el hombre no lo tomo. “Es solo una pequeña compensación por lo que hizo… hará mucho más de eso si usted coopera”. Rosalía no entendía. “¿Qué quiere decir?”. El hombre sonrió. “Lo sabrá pronto”. El entró a la habitación dejando a Rosalía en el pasillo sola, regresó al departamento contándole a Pablo tomó, él estaba preocupado por ella. Será mejor que no te acerques más a ese señor”. Rosalía se quedó en silencio pensando las palabras de Pablo, los días pasaron y el hombre seguía pasando por ella para que visitara a su jefe, ella le ocultó esto a Pablo, acompañaba al señor Arquímedes, pero trataba de estar lejos de él en la habitación, siempre sentía su mirada obscena pero ella seguía ahí porque al final del día el hombre le daba una gran suma de dinero, cuando el señor estaba listo para regresar a su casa, Rosalía lo acompañó, estaba asombrada por la gran mansión, al entrar el hombre que era el mayordomo del señor, se despidió dejándolos solos. El señor tomó la mano de Rosalía y la sentó en sus piernas, ella solo se asustó y temblaba. El hombre acarició su rostro. “No te asustes… te trataré bien”. Ella se quedó en silencio dejando que el hombre la tocara, pasó sus manos por sus senos y ella se quejó levantándose rápidamente. “¿Qué hace?”. El hombre le regaló una sonrisa divertida. “Cásate conmigo”. Rosalía no podía entender al hombre. “¿Qué?”. “Cásate conmigo, tendrás todo lo que quieras a cambio quiero tu cuerpo”. Rosalía estaba en shock. “Yo… tengo que irme”. Ella salió corriendo de la gran mansión. Al llegar a la casa le contó todo a Pablo, estaba furioso le advertía que no volviera. Rosalía se negó. “Pablo… esta es nuestra oportunidad, necesitamos ese dinero… necesito ese dinero…” Pablo no estaba de acuerdo. Rosalía se acercó tomando su mano para mirarlo fijamente. “Necesito enviar ese dinero a Laura, lo necesita, además, quiero que paguen por todo lo que me hicieron, esta es una oportunidad única”. Pablo camino por la pequeña sala donde solo había un sillón viejo, no podía darle a Rosalía los lujos a los que estaba acostumbrada, salió del departamento sin decir nada. Rosalía se quedó de pie frustrada. Pasaron algunos días y ellos seguían discutiendo por lo mismo hasta que Pablo dio su brazo a torcer, conocía a Rosalía lo haría con o sin él. Rosalía se casó un sábado por la tarde, hubo muchos invitados que ella no conocía, estaba de pie con un vestido corto blanco mientras su nuevo esposo sonreía a la gente desde su silla de ruedas, ese día Pablo se perdió en el alcohol toda la noche y Rosalía no supo de él en días. Cuando los recién casados volvieron a la gran mansión, Rosalía se bañó y se vistió con un camisón muy pequeño, estaba esperando al señor Arquímedes. El hombre entró arrastrando la silla de ruedas, le sonreía a la chica. Cerró la puerta y la miró fijamente. “Desnúdate”. Rosalía se quedó en silencio mirando al hombre. El ya cansado gritó. “¡Ahora!”. Ella obedeció temblando por sus palabras, se quitó el pequeño camisón, el hombre se levantó de la silla y los ojos de Rosalía se abrieron de par en par, pensaba que seguía convaleciente, era una de las razones por las que había aceptado casarse, el hombre nunca podría tocarla, pero estaba muy equivocada, el camino hasta ella y la tomó de la garganta recostándola en la cama… Rosalía se perdió entre recuerdos y se repetía a sí misma que todos pagarían por su dolor mientras el hombre la ultrajaba. Meses después, Arquímedes revisaba unos documentos, Rosalía entró por la puerta, el mayordomo anterior, extrañamente enfermo y tuvo que volver a su ciudad natal, ahora estaba alguien más joven que seguía a Rosalía. “Señora está de vuelta”. Ella sonrió al hombre, era la única persona en la casa que era amable con ella. “Jaime puedes sacar algunas bolsas del auto y llevarlas a mi habitación”. El hombre se inclinó en reverencia obedeciendo. Ella pasó por la sala. El hijo de Arquímedes estaba sentado en el sillón junto a su padre, al mirarla bufó. “Ahí está tu puta papá”. Arquímedes la llamó. “Ven aquí”. Rosalía se detuvo, suspiró y caminó hasta el hombre. “Me necesitas”. El hombre resopló. “¿Fuiste de nuevo de compras?”. Ella asintió mostrando las bolsas más pequeñas que cargaba en sus manos. La verdad es que había pasado toda la mañana en brazos de Pablo, había hecho el amor tantas veces para poder olvidar al viejo encima de ella. “Si… ¿Hay algún problema?”. El chico se levantó acercándose a ella. “No deberías estar gastando mi dinero”. Rosalía conocía al chico tenía 18 años ya había investigado en qué estaba metido. “Tu papá me da el dinero que yo quiera, soy su esposa”.
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