CAP 11 NUEVA PRESIDENTA

1083 Words
Ella no abrió la puerta esperando a que se fuera. Álvaro dijo desde el otro lado tocando de nuevo. “Sé que estás ahí Rosalía, hablemos”. Ella hizo un mohín y fue a la cocina buscando más vino, relleno otra copa mientras escuchaba a Álvaro murmurar desde afuera, ella se recargo en el respaldo del sillón pensando si abrir o no mientras balanceaba su copa mirando el líquido. El hombre no dejaba de tocar y hablar. “No me iré hasta que abras, tenemos que hablar”. Álvaro le advertía. Al no tener respuesta recargo su frente en la puerta y con voz suplicante empezó a hablar más calmado. “Por favor... Rosalía, te juro que mi esposa no se va a enterar, te deseo tanto… estoy dispuesto a hacer lo que quieras… Me divorciaré si me lo pides… por favor abre…” Rosalía negó con la cabeza ya cansada de la palabrería del hombre, tomo su teléfono e hizo una llamada, unos minutos después unos hombres vestidos de n***o llegaron frente a él, Álvaro estaba recargado en la puerta, al verlos se levantó. Los hombres lo tomaron del brazo. “¡Suéltenme! ¿Qué quieren?”. Lo llevaron al elevador y lo sacaron del edificio llevándolo a un callejón donde empezaron a golpearlo sin medida. Las rosas se vinieron abajo esparciéndose por el lugar y siendo pisoteadas mientras Álvaro cayó al suelo y los hombres siguieron pateándolo. Después de estar complacidos lo subieron a un auto, en el camino le repetían que no debería molestar a la jefa, era una simple advertencia, pero muy dolorosa, llegaron al hospital con Álvaro inconsciente, lo arrojaron del auto en la calle cerca de la entrada para escapar rápido. Rosalía estaba recostada en su cama revisando su teléfono cuando llegó un mensaje -Está hecho- Ella sonrió y apagó el teléfono para dormir muy a gusto. Al día siguiente, Rosalía terminaba de vestirse desplazándose por la habitación, hoy uso un traje sastre en color rojo vino, top blanco que escondió al cerrar su saco y tacones negros de tacón de aguja, frente al espejo pintaba sus labios en tono carmín, peino su cabello recogido completamente dando una imagen muy profesional, termino lanzándose un beso a sí misma por el reflejo del espejo y se dedicó unas palabras. “Eres hermosa e inteligente, eres la mejor”. Ella salió de su habitación después de recoger sus cosas y camino a la puerta, al abrirla Pablo estaba de pie esperándola como muchas otras veces, ella cerró la puerta y caminó hasta él notando su semblante, se burló inmediatamente. “¿Qué hiciste anoche? ¿Te emborrachaste y metiste con una puta?”. Pablo resopló negando. “Solo tomé algunas copas y volví a mi casa”. Rosalía observó que su cuello tenía algunos rasguños, ella hizo una mueca y no dijo más, estuvo en silencio todo el camino. Pablo le dio la información del día mientras entraban al elevador. “Álvaro Ortega está en el hospital, tiene una costilla rota y casi pierde un ojo, estará ahí por varios días, la policía no encontró nada…” Rosalía estaba conforme, levantó su cara para ver como las puertas del elevador se abrían en el recibidor. “Espero que entienda y me deje en paz”. Ella salió del elevador y sus tacones resonaban por su camino mientras Pablo miraba su trasero. El vigilante la saludó cortésmente. “Buenos días señorita Rinaldi”. Ella cortésmente regresó el saludo. “Buenos días”. Pablo se fue detrás de ella. Subieron al auto, él chofer ya sabía a donde iban, miro por el retrovisor por un momento admirando el semblante de la mujer, parecía muy contenta su rostro brillaba. “¿Está muy feliz hoy señorita Rinaldi?”. Rosalía dio un asentamiento regalándole una gran sonrisa. “Lo estoy… Hoy es el día Jaime”. El hombre afirmó. “Lo se señorita, felicidades”. Rosalía lo observó por un momento y volvió su vista al camino. Llegaron a la Corporación unos minutos después, al entrar la recepcionista la saludó. “Buenos días señorita Rinaldi”. Rosalía asintió amablemente a la chica. “Hola, estoy aquí para la junta con los accionistas por el asunto del señor Mauricio Otto”. Melina apareció con algunas carpetas, ya había informado a los empleados de la entrada sobre el asunto. “Señorita Rinaldi, buen día, los accionistas están en la sala de juntas discutiendo quién será el presidente, no les he informado nada como usted me lo pidió”. Rosalinda estaba feliz por la eficacia de su asistente. “Subamos no los hagamos esperar más, ella caminó hasta el elevador, Pablo se fue detrás de ella y al final Melina, los tres subieron, llegaron hasta el piso donde ya se escuchaban gritos desde el pasillo, todos querían la presidencia y no se ponían de acuerdo. Pablo abrió las puertas de par en par sin avisar, Rosalía entró de manera provocativa, todo se quedó en silencio. “Buenos días señores…” Ella caminó directo a la silla de presidencia que estaba vacía, acarició el respaldo suavemente con una mirada atrevida. Uno de ellos respingó. “¿Qué haces aquí Rosalía? Estamos ocupados”. Ella tomó la silla con ambas manos sin sentarse solo se quedó de pie detrás. “Pues verán…” Ella se sentó en la silla despacio y de forma altanera, se recargo en el respaldo cruzando sus pies mostrando sus largas y bonitas piernas. “Soy la nueva presidenta de Corporación Otto”. Todos se miraron entre sí. “Eso es mentira”. Dijo uno. Otro se puso de pie. “Tu padre está moribundo en el hospital y vienes a reclamar lo que no te pertenece”. Rosalía borró su sonrisa y se recargo en la mesa, ladeo la cabeza mirando fijamente al hombre. “¿No me pertenece?”. Pregunto, ese tipo era uno de los amigos más allegados de su padre. El hombre se quedó mudo mirando a la mujer. Rosalía le hizo un gesto a Melina quien entendió e inmediatamente entregó una carpeta a cada uno de los accionistas, Pablo está de pie cerca de la puerta vigilando todo. “Señor Arista… Su padre fue amigo de mi abuelo Rinaldi ¿Tengo razón?”. El hombre miró a otros dudando y afirmó. No entendía porque ella mencionaba esto ahora.
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