2.

4996 Words
Eres incapaz de odiar, aun si estas rodeada de tanta oscuridad. Han pasado 13 años desde que Brenda tuvo a su pequeña Helena, la cual al igual que su nombre es una niña muy linda, tiene unos hermosos ojos de color marrón, cabellos tan negros como la noche y rizados hasta su cuello. En su rostro color canela, tiene pecas que la hacen ver aún más adorable, la hija de Brenda era el vivo retrato de su padre, al cual nunca en sus 13 años ha conocido. No es como que Brenda le hable mucho sobre el hombre que la dejó, pero la curiosidad de la niña era más grande, preguntaba solo unas cuantas cosas ya que sacar el tema de su padre, a su madre, era algo que la mujer más grande no podía soportar, su corazón se oprimía al recordar como aquel hombre al que tanto amó, un día se fue y no volvió nunca más, ni siquiera al burdel a frecuentar a otra mujer. Esto fue algo que Brenda aceptó con amargura ya que no había nada que pudiera hacer, meses después empezó a tener esos síntomas inconfundibles de embarazo, su primer embarazo. Fue algo bastante difícil de aceptar, pero por alguna razón que aún no está clara para Brenda, aceptó sin mayor problemas esto, supo entonces que, aquel ser que crecía en su vientre era un pedazo del amor que sentía por aquel hombre. El día de hoy era bastante especial para Helena que creció tan sana y fuerte como cualquier otro niño, la clara diferencia a esto es que la pequeña jamás vio a otras personas mientras crecía, nunca compartió con más personas a excepción de su madre, quien le decía que debía permanecer siempre dentro de la cabaña, fuera de los peligros y de cualquier otra persona que pudiera hacerle algo. Helena aprendió a leer y a escribir, esto siendo enseñado por Brenda con bastante empeño ya que, no deseaba que su hija fuera engañada por los demás. Le enseño bien a interpretar cosas, significados y demás. Helena aprendió mucho con el paso de los años, pero jamás iría a una escuela, así que no tenía un título o algo así, pero esto lo hacía Brenda con un propósito. Había estado trayendo dinero a escondidas, siempre que era comprada por hombres millonarios, y estos se quedaban dormidos, la mujer tomaba dinero de sus carteras, joyas, todo aquello que fuera valioso, tenía una deuda que pagar y si no lo hacía, no sabría entonces que pasaría. Todo apuntaba a que podrían hacerle daño a su pequeño tesoro, que era Helena. La niña muy emocionada veía como la puerta de la cabaña de dos habitaciones se abría, dejando ver a su madre la cual volvía de un largo turno de trabajo, afortunadamente Brenda no tendría que alejarse de su hija, sabía que esos millonarios eran capaces de comprarla por horas, días o incluso largos meses. Este no era su caso, al menos no por ahora. Madre e hija se encontraban en la misma cama, listas para dormir. Afortunadamente y con el paso de los años, Brenda logró hacer de esa cabaña abandonada un hogar para ella y su bebé, la que ahora tenía 13 años, al día siguiente serían 14. —Mamá, ¿Sabes que mañana es mi cumpleaños número 14?. -Recordó esa noche la pequeña, estaba bastante emocionada, estos días cercanos a su cumpleaños eran muy especiales y la hacen sonreír sin parar, a pesar de que solo eran ellas dos, Helena jamás se dio cuenta de que algo así no era normal, o que la sociedad misma lo pintaba con que estaba mal, esto no les importaba, mientras fueran solo ellas dos contra el mundo, ¿Qué cosa podría importar? Helena recuerda como cada día en su cumpleaños, su madre le preparaba un rico postre o le daba un vestido que había hecho ella misma, con las más preciosas telas que una niña en crecimiento quisiera usar, Helena amaba cada pequeño detalle que usaba su progenitora. Brenda tenía una máquina de coser, donde también le enseñaba a hacerlo pues a su hija, quería prepararla para el futuro, así algún día Helena se convertiría en una gran mujer de cualquier digna profesión. Esto también le gustaba a la niña, ya que significaba más tiempo con su madre. —Lo sé mi niña, ya está creciendo. Lo haces muy rápido ¿no crees? .-La mujer levantó una ceja, pero en el fondo deseaba tanto que su niña no creciera más, no quería que le arrebaten la inocencia. Este pensamiento hacía que el corazón de Brenda se encogiera, no recuerda en qué momento fue que su pequeña empezó a crecer cada vez más y más, y sin embargo ahora, se parecía cada vez más a su padre, el hombre que no conocía. El miedo era algo que seguía estando presente la mente de Brenda pero, ella impediría que su niña viviera todo lo que ella alguna vez tuvo la desgracia de pasar, no dejaría que nada ni nadie pudiera lastimarla, se lo había prometido en el día que dio a luz.—Te daré un regalo.-Brenda careció los cabellos rizados de su niña, aquellos tan negros como la misma noche, su carita parecía iluminarse por la sonrisa que crecía cada vez mas en su rostro.- —Mamá ¿Este regalo puede ser diferente a los demás? .- preguntó Helena con un poco de timidez en su hablar, ella había estado pensando en aquello desde hace bastante tiempo, pero ahora tomó el valor para hablarlo con su madre. Brenda la miró extrañada, ella tenía planeado darle un vestido, de esos que la hacían ver tan linda. Un pastel con glaseado blanco, pastelitos que encarga o ella misma preparaba, o tal vez un libro, su hija gustaba de leer cuentos y obras dramáticas llenas de primeros amores. Pero ahora, Brenda notaba como su hija parecía querer decirle algo importante. —Claro, cariño. ¿Qué quieres decirme?-Helena toma aire unas cuantas veces antes de decirle a su madre que desea pasar su cumpleaños número 14 con ella.- —¿Puedes pasar todo el día conmigo? .-Preguntó con inocencia y timidez al mismo tiempo. —Es lo que siempre he querido.-El corazón de la mujer se encogió, deseaba tanto estar todo el día con su pequeña Helena, pero eso no sería posible, Brenda debía estar en el lugar de trabajo hasta llegado el día siguiente, claro que quería cumplir el deseo de su hija, pero por más que quisiera, no podía. —Mi pequeña...-Murmuró acariciando esta vez la carita de su hija. La cual bajó la mirada, sabía que esto sería imposible de hacer, pero valía la pena intentarlo ¿No?. Brenda pensó por un rato en esto, y no hacía mal en no presentarse en el trabajo, después de todo solo sería un día, suspirando, le mostró una leve sonrisa. —Veré que puede hacerse.-Murmuró Brenda mientras veía con amor a su niña. —¡Gracias mamá, gracias gracias gracias!-La niña saltó a los brazos de su madre. Eso le hacía tan feliz. Brenda abraza a su pequeña Helena, y mientras la niña sigue sonriendo con felicidad en su pecho, Brenda no puede evitar sentir que algo no estaba bien. ¿Estaba haciendo lo correcto? Al día siguiente tal y como su madre le prometió pasó todo el día y noche con ella. Helena despertó con besos en su carita, y con un suave feliz cumpleaños por parte de su madre. Su corazón se sintió tan feliz por la hermosa sorpresa, amaba a su madre. Era la única persona que veía, y por extraño que fuera ella nunca vio a nadie más que a su madre. Tal vez, a una señora que la cuidaba de más joven, pero dejó de venir cumplidos los 6 años. Esta había sido enviada por el jefe de Brenda, tal y como le dijo que lo haría en ese momento que la encontró tras dar a luz. Desde ahí, Helena se quedaba sola en la cabaña, ya se había acostumbrado a la soledad tan calmada y ahora era más funcional en algunos sentidos, Helena sabía hacerse de comer cosas simples. Helena era como una esponja, todo lo aprendía con facilidad pues sentía que debía ser de utilidad todo el tiempo. Ella junto a su madre, se divirtieron en su pequeño hogar, el mismo lugar donde su madre dio a luz y el cual habilitó para ambas con el largo paso de los años. Tenían poco, pero eran felices las dos. Y no necesitaban a nadie más. Aunque Helena tenía la sensación de que con un padre, su familia estaría completa, justo como en esos cuantos que tanto leía hasta quedarse dormida. ¿Estaba siendo ambiciosa por desear más de lo que tenía?, quizás sí. —Dulces sueños mi pequeña.-Murmuró Brenda, besando su frente. Le gustaba estar al lado de su pequeña y saber que nada malo les pasaría, pero sabía que se estaba metiendo en donde no debía, aún así, vale la pena ver la sonrisa de su hija. Helena durmió inmediatamente, deseando que las cosas siempre se quedarán así, solo ella y su madre. Siendo felices. Pero no era algo que sucedería. En la noche del día siguiente no fue una gran noche para Brenda, quien creía trabajaría como todas las noches, hasta que la llevaron a otro lugar con el único propósito de darle una terrible golpiza que casi la deja sin vida, no presentarse en el trabajo y encima no dar información de donde estaba era una de las cosas que no debías hacer, la mujer que dirigía el lugar de trabajo de Brenda se encargó de hacerle ver que, ella era quien mandaba en ese lugar. Como si no fuera poco, tuvo que trabajar en esas condiciones, fue una suerte que Brenda en un estado moribundo no cayera inconsciente mientras iba de camino hacia donde estaba Helena. Una vez así lo había logrado, le dio el susto de su vida a su hija quien se preguntó entre lágrimas y gritos quien le había hecho eso a su madre. Helena desconocía totalmente a que se dedicaba su madre, Brenda estaba reacia a decirle a su hija de donde conseguía el pan de cada día, ya que, no quería arriesgarse a que su hija la odiara. Pasaron semanas para que Brenda pudiera volver en sí misma, semanas en las que Helena se sintió sola, a pesar de que estaba ahí con su madre, no verla moverse lograba hacerla llorar hasta dormirse. Las cosas parecieron mejorar de alguna manera, pero esto no era cierto, el día en que Helena le suplicó a su madre querer conocer el pueblo que estaba alejado, fue el día en el que ambas no se volverían a ver. Ellas se habían estado preparando para salir y ¿Por qué no? conocer un poco aquel pueblo al que nunca iban, o jamás habían ido a visitar en el caso de la niña, mientras Helena se veía en el espejo, escuchó una fuerte golpe que llamó su atención, el sonido inconfundible de la puerta de la cabaña siendo azotada, Helena también escuchó a su madre decirle que se escondiera y eso hizo, no se le ocurrió un mejor lugar que el gran armario de madera que su madre consiguió hace tantos años atrás, cuando ella aún era una bebé, Helena sentía un mal presentimiento, aunque no sabía que estaba sucediendo allá afuera. —¿Dónde está la niña?-Una voz que jamás había escuchado Helena resano, su cuerpo sufrió escalofríos de miedo, ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué había alguien más ahí? ¿Helena había hecho algo malo? —No sé de qué estás hablando.-Hablo Brenda en la sala de la cabaña de dos habitaciones, valientemente se enfrenta al hombre que ya conocía, desgraciadamente aquel hombre junto a sus subordinados tomaron a Brenda de ambos brazos, ella seguía insistiendo en liberarse, pero dos montañas la sostenían. Aquel gran hombre soltó una fuerte carcajada, aquella mujer lograba hacerlo reír, cambiando casi de inmediato tomó de la mandíbula a Brenda.- —Más vale que hables maldita zorra.-Escupió con odio, desprecio y más sentimientos negativos. Helena miró con horror todo, aquellos hombres entraron a la habitación donde ella y su madre solían dormir, afortunadamente no la había visto. Helena no sabía quién era ese hombre, ¿Porqué insultaba a su madre?, ¿Qué quería y qué hacía ahí?.—¡Si no me dices ahora juro que te matare de una vez por todas!.-Amenazó el gran hombre haciendo que Helena se estremezca de miedo.- —¡Ella escapó y está muy lejos de aquí! .-Un silencio mortal se hizo presente. Parecía que la mujer y el extraño tenían una guerra de miradas: Seguidamente el hombre prosiguió a hablar en un idioma que Helena no conocía. —Mach die Frau bewusstlos, das Mädchen ist irgendwo versteckt. Wir werden auf sie warten und dann werden wir sie nehmen... (Noqueen a la mujer, la niña debe estar escondida en alguna parte, la esperaremos y luego nos iremos.) Dicho esto ambos hombres salieron y con ellos se llevaron a su madre la cual seguía luchando por liberarse, esto era un inútil intento y gasto de energías. Helena solo pudo mirar con lágrimas cayendo de sus ojos y hacer un fuerte esfuerzo para no gritar. Después de un momento, no escucho nada más que la puerta ser azotada. Quizás esos hombres ya se habían ido de una vez por todas, esto fue lo que pensó Helena, pero ¿Y su madre?. Helena bajó de aquel gran armario, necesitaba saber que su madre estaba bien, por lo que haciendo el máximo silencio en sus pasos llegó a la sala, donde se encontraba su madre tirada en el suelo, esto hizo que la niña sintiera como el pánico junto con la ansiedad se apoderaba de su joven corazón, con miedo ella se acercó más y así asegurarse de que su madre no estuviera muerta, afortunadamente aún respiraba pero estaba inconsciente, llorando la movió en un intento de que despertara. —Mamá, despierta por favor...Mamá.-Sollozo cada vez más y más alto, Helena, con el corazón roto, seguía llorando mientras se abrazaba al cuerpo de su madre. Entonces, la niña Sin darse cuenta de que la puerta se abría sin emitir algún sonido, lentamente el mismo hombre entró.- —Pequeña Mädchen (Niña), sabía que estabas aquí.-Sin tener siquiera tiempo de reaccionar Helena fue arrebatada del lado de su madre inconsciente. Gritando y llorando pidió que la soltaran pero eso no estaba en las intenciones de aquel hombre que solo veía con diversión el inútil intento de la pequeña en escapar.—Esto te dolerá un poco.-Advirtió el hombre desconocido, sacando una jeringa mientras se alejaban cada vez más de su casa. Helena no dejaba de llorar y patalear sin conseguir nada, lo último que sintió Helena, fue un pinchazo en su cuello que le sacó un sollozo de dolor, sus ojos pesaron al igual que todo su cuerpo de inmediato. —Mami…-Murmuró la pequeña al mismo tiempo que sus ojos se cerraron dando paso a dejarla dormida Todo se oscureció. (...) Helena había tomado consciencia cuando en un sobre salto a su cuerpo llegó, aquella pesadilla en la que unos extraños la separaban de su madre fue algo realmente traumatizante hasta el punto en el que sentía como lágrimas frescas bajan por sus mejillas, sin embargo esto no sucedió en lo absoluto, Helena que se encuentra en la oscuridad absoluta de su habitación, se intenta calmar a mi misma, no deja de repetirse una y otra vez que aquello solo fue una pesadilla. Sin embargo algo no parece estar bien, en el primer momento que su cuello tiembla ante la primera punzada de dolor que la hace sollozar, instintivamente llevó su mano ahí y duele, es entonces cuando sudor frío recorre su espalda, siente como su corazón se acelera de manera inmediata. Helena se da cuenta de que no está en su hogar, no está en su cama y aquello no fue una pesadilla. ¿Su madre estará bien?, el recuerdo repentino de su madre hace que la niña empiece a sentir como la ansiedad se va apoderando de su cuerpo. No puede ver nada, ya que todo está oscuro, pero se apega a lo que cree es una pared. Pasó mucho tiempo, tal vez una hora desde que Helena estaba asustada, temblando y llorando, mientras en murmullos se preguntaba dónde estaría su madre. La atención de la niña se ve llamada de inmediato ve como lo que parece ser una puerta en medio de la nada es abierta, personas entran y con un paso tras otro llegan hasta donde está. Ante el miedo que siente en estos momentos los ojos de Helena se llenaron de lágrimas, quería ir con su madre, abrazarla tan fuerte y que le dijera que todo estaría bien. Pero ella no tenía ni la más remota idea de donde se encontraba. Solo pudo acurrucarse en la pared de donde sea que estuviera una vez más mientras escuchaba esos pasos acercarse, débiles sollozos salieron de sus labios, estaba tan asustada. ¿Qué le harían esas personas?, no lo sabía. Pero lo que sea que ellos quisieran, solo rogaba estar pronto con su madre. El silencio junto a sus débiles sollozos creaban una especie de sonido sordo. De aquellos que te dejan una incómoda sensación de silencio luego de estar entre tanto ruido y sonido. A lo lejos escucho voces junto con los pasos acercarse más, y podía decir que ninguna de ellas pertenecía a la de su madre. —Niña levántate.-Helena se paralizó del miedo al escuchar aquella voz de nuevo, era la misma que llegó tirando la puerta de su hogar, lo que Helena no sabía es que ese mismo hombre estuvo presente en el día de su nacimiento. Al menos la mayor parte como para hacer que su madre tuviera aquellas fuertes contracciones, la voz que también pertenecía al hombre que la alejó de su progenitora. —¡He dicho que te levantes ahora!-Del miedo la niña abrió los ojos, estaba paralizada y de sus labios no salía una sola palabra, su joven corazón no soportaría esos estruendosos gritos, temblando aún más que antes, Helena se apegó más a la pared. Jamás le habían hablado así y eso solo lograba que quisiera llorar. Sin embargo no estaba sola junto a ese hombre, uno más estaba ahí. Era muy difícil no ver a aquel hombre que con ojos tan azules la examinaba de los pies a la cabeza, solo que tenía el cabello blanco, un traje impecable del mismo color, también usaba un bastón con una especie de diamante en la punta. El hombre de blanco levantó su mano, haciendo que el otro hombre, aquel que la alejó de su madre, no emitiera palabra alguna. —Esas no son formas de hablarle a una jovencita, Fothen.-Habló el extraño vestido de blanco, este aparentemente tenía una actitud mucho más calmada y benevolente hacia la pequeña que temblaba sin parar cual gelatina. Su voz a pesar de la del otro hombre era calmada y con unos tonos bastantes bajos. —Por favor lindura, levántate. Te prometo que este hombre no te hará daño.-Helena parpadeo procesando lo que decía el extraño, ¿Cómo él impediría que ese hombre horrendo no le hiciera daño? ¿Eso era acaso posible de creer?, lo que no sabía la niña es que, el hombre que vestía de blanco era el jefe, Helena aun con temor se levantó. En ningún momento dejó de temblar. El hombre de blanco sonrió.—Muchas gracias pequeña niña, por favor dime tu nombre.-Pidió con amabilidad y tranquilidad. Helena pensó que había algo extraño en la voz de aquel hombre, tenia una especie de acento marcado, no era igual al de su madre, o al de aquella señora que dejó de cuidarla a la edad de 6 años, era diferente.- —He...Helena.-Habló por primera vez la niña, aun sin confiar en las personas que tenía enfrente, ella sospechaba que tal vez aquel hombre tenía que ver con la separación entre ella y su madre.—Me llamo Helena, señor.-Respondió esta vez con mejor claridad, debía ser valiente y no demostrar que estaba asustada, tal vez con esto, ella podría volver a los brazos de su madre. Helena no dejaba de preguntarse que paso con ella, y si estaría bien, tal vez esté igual de asustada.- —Es un nombre hermoso, así como tu, pequeña.—El hombre de blanco halaga su nombre, ella no sabe qué pensar, y si Helena supiera que aquel extraño ya conocía de su existencia, tal vez no le pasaría tan extraño.— Kahler Raymond, es como me conocen, pero me puedes llamar Johann.-Extendió su mano lentamente hacia la niña, quien por educación aceptó su mano. Pero solo unos cuantos segundos, luego volvió a llevarla hacia ella, en un intento de protegerse. —¿Sabes por qué estás aquí? .-La niña negó, era claro que ella no sabía nada. A sus 14 años ella conocía muy poco o nada del mundo fuera de su casa. Ciertamente era sorprendente ver como una niña que había crecido alejada del mundo exterior pudiera tener un buen control en sus palabras y acciones. No hablaba fuera de lugar y tampoco parecía ser una salvaje.- —Quiero ir con mi madre.-Pidió con un tono de voz dulce y bajito, tenía miedo de que aquellas personas le hicieran daño, así que se mantenía en un bajo perfil que pudiera ocasionar problemas, en la mente de la pequeña existe la esperanza de que lograra salir de aquel lugar, pero sintió una clase de peso en su corazón todo esto al mirar los ojos de aquel hombre que no mostraba absolutamente nada. El señor delante de ella mostró una sonrisa sutil, ella no sabía qué quería decir aquello, ¿Se estaba burlando? ¿La dejaría ir? ¿Acaso se desharía de ella?.- —Eso no era posible, mi pequeña. He de pedirte que olvides todo, tu casa, amigos y madre. Nunca volverás ahí, solo debes recordar tu nombre y nada más.- Estas palabras logran hacer que los ojos de Helena ardan casi de inmediato, ¿Estaba diciendo la verdad? ¿Acaso era una broma pesada? Sus palabras a pesar de ser suaves y amables eran cortantes y tan frías como un balde de agua fría para ella. No quería olvidar a su madre, ni a la casa donde creció todos estos años de su corta y joven vida, Helena no tenía amigos, tampoco había visto a otros niños, y aunque así haya sido, jamás sería capaz de olvidarlo.- —Por favor...-Suplicó en un murmuro, sus ojos amenazaban con llorar y es que faltaba tan poco para que sus lágrimas empezaran a bajar por sus mejillas. El hombre negó con la cabeza, jamás cedería a una petición como esa, no importa si se trataba de una niña indefensa, él buscaría beneficio de eso a toda costa. Lamentablemente esto debía hacerlo por negocios, su madre ha sido comprada por un hombre que estuvo dispuesto a comprar su libertad y esto no incluía a la jovencita de 14 años, pero esto no es algo que le importara, los negocios eran lo importante ahora, y él, tenía planes para entonces.- —Lo siento lindura, pero acepta lo que te he dado y dale gracias a todos los cielos que he sido benevolente contigo y tu madre quien hace tantos años tenía una deuda que pagar. Desde ahora en adelante tienes una nueva familia.-Explicó con calma aquel hombre que ahora sabe se llama Johann, pero la niña estando aun mas asustada y temblando no prestó gran atención a sus palabras desde que este le dijo que ir con su madre sería cosa imposible, mas ella escuchó la palabra “familia” ¿Tendría esto que ver con su deseo de tener una familia completa? ¿Era esto alguna clase de castigo por su egoísta deseo de tener más de lo que ya tenía?. Helena tuvo un mal sabor en su paladar, amargo. —¿Familia? .-Helena preguntó sin saber exactamente qué pensar, su corazón pega nuevamente contra su pecho haciendo que esto duela, ella no quiere otra familia, desea estar de nuevo al lado de su madre pero esto parece ser muy tarde. —La mafia alemana será tu nueva familia... Pasaron días y los días se fueron volviendo semanas en las que Helena no se atrevía a salir a ningún lado, siendo que ahora no era libre, se sentía prisionera en una especie de jaula dorada. Las noches en las que su madre le daba las buenas noches desaparecieron por completo y ahora no había nada que ella pudiera hacer. Aquel hombre llamado Johann le había dado una habitación para que pudiera decorarla tanto como le gustara, también le había dicho que recibiría educación, comida y cuidados en el momento que sufriera algún daño o se enfermara. Helena estaba agradecida por saber que al menos estaría viva, sin embargo no sabía bien para qué fines la quieren viva. Helena pasaba largas horas en la habitación que se le había dado, no salía para nada más que hacer sus necesidades y tomar agua de vez en cuando, provocando que bajara terriblemente de peso sumado a la carga emocional que sentía en estos momentos, tan solo era una joven de 14 años y a pesar de todo, la pequeña no se sentía bien, lloraba hasta quedarse dormida. Nadie podía ir para consolarla pues no la conocían lo suficiente y nadie sabía bien qué hacer, Johann no podía ir para saber qué pasaba ya que, como jefe, él tenía cosas a las cuales su atención debía ser dirigida. Es por esto que un día, decidió que Helena necesitaba una figura femenina que le enseñara todo lo que una jovencita en crecimiento debería hacer. La mejor para este trabajo era sin duda, Marlene. Helena leía un libro con bastante empeño en acabarlo y saber que pasaría luego, era aquella adición al mundo de la lectura, siempre el libro que tomaba se volvía cada vez más y más interesante, se decía a sí misma que “solo una pagina mas y ya” pero en realidad era un medio de escape de su triste realidad. En esos días Johann le dijo que podía pedir cualquier cosa que ella quisiera. (Obviamente no podía dejarla ir.) Por lo que resignada a cualquier medio para irse de ese lugar, pidió libros y así entretenerse leyendo, Helena era una joven bastante lista y aprendía rápido gracias a los distintos libros, pero estando tan medita en su mundo, Helena casi salta de su lugar al escuchar la puerta ser abierta, dejando ver a una elegante mujer, alta, cabello tan rubio casi dorado que parecía costar una fortuna. Sin duda aquella mujer que salió de la nada dejaba sin habla a cualquiera y Helena no era la excepción. Sin dar un paso más, la mujer la miró de los pies a la cabeza y en su rostro no había expresión alguna y esto le recordaba mucho a Johann. Es entonces cuando lentamente, Helena vio como la extraña sonreía de la nada. —Du bist das Mädchen, von dem Johann mir erzählt hat. (Eres la chica de la que Johann me habló.) -La mujer habló nuevamente en ese idioma tan extraño que desconcertaba a Helena, no lo conocía y menos lo entendía. Helena frunció su ceño un poco ya que quiere saber qué dijo la mujer de cabellos dorados. —Disculpe no le entiendo.-Murmuró dejando de leer, de inmediato Helena tomó asiento en la cama que ahora partía a ella junto con toda la habitación, era tan solitario estar ahí todo el día y sin embargo Helena utilizaba sus libros como el medio perfecto de escape. —Qué tonta soy, tu mi querida kleine Rose (Pequeña Rosa), no sabes hablar alemán.-Esta vez sí pudo entender a la extraña rubia, Helena ahora comprende que ese idioma en el que todos en la gran casa de donde se encuentra es alemán. También, Helena no evita darse cuenta de que el acento de esa mujer era bastante marcado, sin dejar el anterior solo que ahora hablaba español con perfección. —Marlene Giesler, es mi nombre y estoy aquí para cuidarte y enseñarte.-Se presentó y en ningún momento dejó su elegancia. Desde que aquella mujer ahora llamada Marlene entró, Helena pensó que tal vez era la esposa de Johann, pero ¿Y si estaba usando su apellido de soltera para presentarse? ¿Y qué tal si de verdad era la esposa de Johann?, bueno, esto era algo que Helena quería saber pero no se animó a preguntar- —¿Enseñarme que? .-Aquello llamó la atención de Helena, por lo que, dudosa no evitó preguntar, la mujer frente a ella sonrió. —Con el tiempo lo sabrás, y te aseguro linda, que nos vamos a divertir bastante.-Aquello era lo único que tenía que decirle la rubia mujer, a Helena, pronto esta también le había dicho que debía de comer lo suficiente y estar lista para lo que venía, es entonces cuando unas personas entraron por la puerta del cuarto, trayendo consigo una gran cantidad de comida la cual, Helena debía de comer, y es que en las palabras de Marlene, Helena estaba extremadamente delgada cosa que no la hacía lucir para nada bien. Para cuando toda la comida se había terminado y con ello una Helena que se había quedado dormida, no tuvo tiempo para llorar hasta quedarse dormida ante el recuerdo de su madre. Marlene estuvo manteniendo a la joven bastante ocupada, tanto que ni siquiera tenía tiempo para hacer más que acostarse a dormir. Algo parecía estar sucediendo y es que la niña no lo sabía, pero la verdad era que la estaban preparando para su futuro, uno del cual no podría escapar por más que así lo quisiera.
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