5.

4349 Words
A veces las pesadillas suelen volverse realidad mientras estamos despiertos. Helena estaba corriendo, no sabia a donde se dirigía ni tampoco cuando acabara aquel tormento al que estaba siendo sometida, solo quería escapar de inmediato y estar en lo que ella esperaba fuera un lugar seguro. Sus pulmones no podían más, exigían aire y descanso al igual que sus piernas pero no podía parar, no ahora que aquella cosa que la estaba persiguiendo se fuera de su radar de vista. Sus ojos estaban llorosos y la hacían perderse todo rastro en el camino, miraba cada segundo hacia atrás para así confirmar que aquello no estaba cerca. Deseaba de una vez por todas que todo esto terminara. Todo lo que podía ver por ahora era una extensa capa de neblina blanca y nada más, el bosque que era donde había llegado a parar, el silencio era ensordecedor y al mismo tiempo agobiante, las hojas bajo sus pies estaban secas logrando que al pisarlas estaban se quebraran. Así solo hacía que su paranoia creciera y su miedo aumentara en desmesurado tamaño. Sus piernas golpearon contra el duro suelo el agudo dolor no tardó en invadirla por completo dejando que por unos segundos los cuales parecían horas, le recorrieran por completo. Paralizada se dijo que debía escapar, lo antes posible y cuanto antes. Ya no quería volver a ese terrible lugar donde le hacían sentir tan mal, humillada, como un objeto y muchas más cosas que no quería pensar. Pero sus piernas no respondieron, por más que su cerebro diera la orden de que debía moverse estas simplemente no obedecían, pareciera que no se encontraba en su cuerpo. El miedo la tenía paralizada por completo. Helena se arrastró por el piso cubierto de tierra y hojas, aún si se hacía daño con este no le importaba, sólo quería escapar de ahí y ser libre. Los vellos de su cuerpo se erizaron por completo al escuchar una risa tan escalofriante, vió hacía atrás aún cuando no quería, pero lo hizo. Ahí a unos metros de ella estaba una figura con una enorme y escalofriante sonrisa de lado a lado, esta poseía miles de ojos rojos que miraban hacia todos lados y poseía manos serpenteantes que se movían cada una a voluntad propia. Esa cosa se movía como si poseyeran vida propia. Era tan aterradora que su sangre se congeló. "¿Vas a algún lado, pequeña?" Esa voz era la más aterradora que jamás había escuchado en su vida, era una especie de voz de ultratumba y distorsionada. Era como si miles de personas hablaran al mismo tiempo. Las ganas de correr solo se volvieron más grandes. Pero no podía. —¡Déjenme!-Grito con la respiración acelerada, el miedo recorría cada parte de su cuerpo, se negaba a mirar al monstruo de pesadilla que se encontraba delante de ella.- Esas manos la sostuvieron de los tobillos empezando a llevarla con ellos. Helena usó toda su fuerza para no dejarse llevar por aquella cosa que solo podía estar salida del inframundo. Sus manos se aferraron de manera desesperada a la tierra pero fue imposible lograrlo, no tenía tanta fuerza. —¡Suéltenme!-Volvió a gritar con más fuerza, Las lágrimas salían de sus ojos mientras su corazón iba a mil por hora, si es que era posible. Aquél ser salido de sus pesadillas volvió a jalar más fuerte. Más manos la sostuvieron de las rodillas y otras más en sus muslos, apretando. Aquello era tan desagradable, lo fue aún más cuando empezó a hablar. "Bailarás en tu jaula para nosotros. Nosotros queremos más de ti, queremos tocarte. Déjate tocar por nosotros." Lo que fueron miles de voces la hicieron llorar más fuerte, sus brazos también fueron sostenidos y su boca tapada para que no hiciera ningún sonido. El pánico se apoderó por completo de ella cuando su cuerpo fue arrastrado hacía la oscuridad, aquella tan profunda y llena de secretos. Su corazón golpeó fuerte contra su pecho y sus ojos se abrieron. Helena trató de calmarse, estaba bañada en su propio sudor. Jadeo por aire y complaciendo a sus pulmones pudo tomar una gran bocanada de este, miró hacia todos lados queriendo saber que estaba en un lugar seguro, uno que no fuera ese bosque maldito. Fue un sueño. No, fue una horrible pesadilla. Ella jamás había tenido una. sin embargo al saber lo que sería de ella desde aquel día en adelante no podía conciliar correctamente el sueño. Pero temía que de ahora en adelante dormir fuera cosa del pasado. Volviendo a sus sentidos se dio cuenta de que estaba en su habitación. Lejos de la casa Kahler, pero no a salvo. Jamás estaría a salvo mientras no escapará de la fortaleza en la que se encontraba. Viendo el reloj eran las 3:33 de la mañana. Helena no sabía si podría volver a dormir. Lo dudaba mucho. (...) —¿Has puesto atención novata?, si no lo haces bien, Morgan se enojara y te dará dolor de cabeza solo escucharla.-Le dijo una chica de cabellos morados (pintados) y piel tan pálida como la nieve. Le estaban dando una lección de cómo debería moverse si algun día le tocaba estar en el tubo, rodeada de personas y más vale que rezara que nadie la pidiera para un grupo cerrado.- —Sí, no puede pegarte porque sería un abuso de poder. Pero dudará en hacerlo porque es la jefa.-Comentó otra chica del fondo, la cual descansaba recostada en la pared de espejos de la sala de ensayos donde las chicas se dividieron en grupos. Bueno, aparte de este, habían muchos mas.- —N-no creo poder hacerlo...yo...-Los ojos de Helena se volvieron un mar de lágrimas acumuladas. Una de las chicas ahí presente se acercó a ella para darle una suave palmadita en el hombro, se supone que cada quien debe preocuparse por si misma pero algunas de las que estaban ahí no podían evitar sentir empatía. Solo era una niña ahí, ¿Quién podría culparla?- —Escucha novata, no fue fácil para ninguna de nosotras, no eres la única. Muchas veces sientes miedo y asco, sientes que no puedes hacerlo pero debes de tener una gran razón para salir de aquí por tu cuenta, eso claro si es que no fuiste vendida al jefe.- Respondió la chica. —Si nos vamos a ver hasta quién sabe cuánto será mejor conocernos... Soy Amber y la chica de allá Iris.-La mencionada llevaba el pelo de muchos colores.- Eso le hizo ver que de alguna manera, había cierta clase de apoyo. No significaba que serían amigas o algo por el estilo, sin embargo Helena no podía culpar a ninguna mujer, solo cumplían con su trabajo, ellas también sienten miedo y si no hacen caso, entonces sería su fin. —Soy Helena.-Respondió en un murmullo, dejando ver una pequeña sonrisa y apartando las lágrimas. No se sentía tan miserable en estos momentos.- —Me pregunto cómo es que acabaste aquí, luces bastante joven. ¿Tenías necesidades o responsabilidades?-Helena negó con la cabeza, la verdad es que ella tampoco sabía por qué había parado allí, jamás le hizo nada malo a nadie. ¿Por qué quitarla de los brazos de su madre?.— ¿Te vendieron tus padres?-Una mueca se instaló en su rostro.- —Nunca he conocido a mi padre.-Respondió dejándose caer lentamente en el suelo. —Unos hombres me arrebataron a mi madre...No sé por qué lo hicieron.-Murmuró aquello último. Recordarlo era sentir que un balde de agua fría.- —Siento escuchar eso.-Amber se sentó a su lado dándole leves palmaditas. Era el primer gesto amable que alguien hacía por ella. La hacía no sentirse sola, no tan sola como hace mucho tiempo. —Mis padres me vendieron, era la única opción que tenían ya que mi madre era ya muy mayor, los hombres del señor Kahler escogen a las hijas o esposas que se llevaran pero en mi caso. Era la única chica de mi familia y mis hermanos no servían para este trabajo.-Contó con pesar.—Tenía solo 23 años cuando sucedió.- —Eso es horrible.-Ella asintió. Helena pensó que era algo inimaginable que tu propia familia tenga que venderse por algo que no hiciste, era el dinero o la vida. Pero supone que una causa “humanitaria” de evitar mancharse las manos era tomar como paga a mujeres indefensas. —¿Por que hicieron algo cómo eso?—Preguntó Helena, Amber sonríe de manera triste, no es algo que desee pensar mucho.- —Deudas...Todo se debe a las deudas y no tenían dinero para pagarle al señor Kahler. No tuvieron más alternativa que hacerlo, al llegar del trabajo, me llevaron sin siquiera dejar que me despidiera de mi vida.-Helena escuchó con atención.—Iris llegó por cuenta propia, pudo encontrar a alguien cercano a la casa que inmediatamente la miró y le ofreció el empleo, quiere reunir dinero.—Murmuró.- —Así tenga que venderme hasta morir lo haré.—Respondió la que ahora conoce como Iris.—No es que tenga donde ir de todos modos, es la única manera legal por la que puede proceder a conseguir lo que quiero...Las historias de estas chicas son tristes, algunas más desgarradoras que otras. Hay quienes no tuvieron alternativa.— Helena no podía imaginar siquiera lo que cada una había pasado antes de llegar a la casa Kahler. Muchas de esas chicas habían entrado por las deudas del mundo externo, como en el caso de Amber, no fueron tomados sus deseos en cuenta y tampoco lo harían por supuesto. Muchas hijas fueron vendidas incluso antes de nacer. Esposas que fueron tratadas como mercancía por sus esposos, no considerando lo que eso haría en ellas. Mujeres que no vieron otra salida más que tomar ése "empleo", habían quienes escapaban de sus hogares por no soportar el maltrato, de parte de padres y esposos. ¿Dónde iban a parar?. Todas y cada una llegó a la casa Kahler. En manos del mismo Johann, muchas de las que estaban ahí, no por voluntad propia. Conocieron lo que era estar en el mismo infierno. Entonces se daban cuenta de que no había otra cosa mas que hacer, sus almas se corrompían y entonces ellas olvidaban lo que alguna vez fue, tener una vida normal. Lo poco que supo Helena es que los hombres que frecuentaban el lugar eran hombres de alto rango y dinero. De familias adineradas que no sabían cómo gastar el dinero. Tal y como dijo Morgan. Hasta los hombres más religiosos llegaban para probar el fruto prohibido, ese que era moralmente incorrecto impuesto por la sociedad. Pero vamos, eso era lo que más les gusta, lo prohibido, lo no debían tocar. En las noches de subasta las chicas eran llevadas por los millonarios para pasar una noche con ellos. Una semana, hasta un mes. Otras eran compradas completamente por multimillonarios, pagan por tu vida lo que significa que se las debes a ellos. Si tenías suerte no acabas muerta, tendrías a ese hombre solo para ti. Algunos tenían su propio harem de bellezas traídas de la casa Kahler, servían como adorno. No había muchas opciones, las que tenían embarazos dentro de la casa tenían un trato especial. -O bien tenían la opción de seguir o no con el embarazo, ellas debían tener cuidado al momento de tener sexo, si no tenias un paquete de píldoras no esperes que el cliente lleve si quiera protección. Johann se encargaba de hacer exámenes de sangre cada mes para saber que ninguna de sus chicas estuviera contagiada de alguna enfermedad de transmisión sexual.- Pero quienes decidían seguir con sus embarazos tampoco se salvan de trabajar. Ya que habían algunos que tenían un fetiche con las embarazadas. Los niños nacidos o tenían el destino de sus madres o podían comprar su libertad. (Casi imposible de lograr.) Los varones nacidos trabajaban también para el señor Kahler al crecer, pero de manera diferente a la de la casa. La mafia. —¡Bueno ya basta de platicas, zorras sin suerte, deberían estar trabajando!.—Morgan apareció con el mismo hombre que había visto Helena la última vez. Éste se dio cuenta de que lo miraba y le guiño un ojo, logrando escalofrió en la chica mas joven del lugar. - —No seas tan dura con ellas.-Dijo el hombre al lado de Morgan. Este la tenía sujeta de las caderas y lentamente la fue soltando.—Señoritas espero den una buena presentación hoy. Y disfrutar de sus servicios, claro.-Dijo con una pequeña sonrisa en sus labios seguido de una reverencia. Dio media vuelta y se marchó con paso elegante. —¿Quién es ese hombre?-Preguntó en un murmuro Helena, tenía curiosidad siendo que este vestía de una manera elegante, usaba palabras que casi no entendía.- —Es el alcalde.-Su boca se abrió un poco.-Si, él también está metido en el bajo mundo de la mafia...-Helena no respondió ya que Morgan dio órdenes de que era hora de prepararse. Helena jamás podría acostumbrarse o nunca lo haría a ese vestuario. No había temática alguna que relacionara animales sexys u algo por el estilo. Pero tampoco le hizo bien saber que el día de hoy era; "Oro, dinero y joyas" Algunas de las chicas portaban ropa hecha solamente con billetes verdes, ropa interior dorada o portadora de diamantes y joyas relucientes. Su vestuario era un mini vestido color oro rosa ajustado a su cuerpo y joyas delicadas que adornaban su cuello. Algunos de los mechones de su cabello portaban accesorios dorados. Nuevamente fue llevada a aquella jaula, su corazón volvió a golpear con fuerza contra su pecho. No era una pesadilla pero tampoco se alejaba de la realidad. Aplausos, silbidos, palabras obscenas y miradas lascivas fue lo que recibió Helena. La música llegó a sus oídos y nuevamente se quedó paralizada, sin saber qué hacer. Ella vio de reojo a la chica que estaba en la otra jaula. Sus movimientos eran precisos y calculados. Pero su mirada estaba muerta. No hacía expresión alguna ya que daba la espalda al público. Todo lo que hacía, parecía que había un robot ahí. Subía su ropa y recibía dólares mientras que las demás se encargaban de desfilar por la pasarela que estaba pegada al escenario. Otras bailaban en los tubos, algunas se sentaban sobre los caballeros. Helena se dio vuelta y levantó su vestido, mostrando las ajustadas bragas de color carne que traía puesta, moviendo su cuerpo al ritmo de aquella música, Helena acariciaba sus brazos en un intento de sentirse menos sucia al respecto. Los espectadores aplaudieron y aullaron por ella. La chica nueva mostraba algo interesante ahora mismo, y sus inocentes movimientos hicieron que más de uno tuviera una erección bajo sus pantalones. Lo que nadie vio, fueron las lágrimas que bajaban por sus mejillas. —Los caballeros se volvieron locos contigo novata. Si sigues así un apuesto multimillonario podría comprar tu primera vez o comprarte a ti para siempre y que seas tu esclava de sexo de por vida. Pero no sueñes tan alto, podría tocarte cualquiera... Quizás un muy horrendo y nada apuesto hombre mayor.-Morgan río de manera burlona hacía Helena, asustándola con todo lo que le decía. Aquello le dejó aterrorizada. No quería tener intimidad con un desconocido. La idea solo la hacía sentir náuseas. Pero sobre todo miedo. (...) Los 2 siguientes años fueron pasando y para bien o para mal Helena se fue acostumbrando a una rutina todas las noches luego de estar en la casa Kahler. Los bailes se siguieron organizando, primavera, invierno, verano y como siempre Johann organizaba los de otoño. Y este jamás despegaba la mirada de Helena. Algo que ella no sabía cómo interpretar, ya conocía las miradas cargadas de deseo y perversión. También las de odio, eran las que Morgan le daba. Finalmente las de compasión que era la que rara vez le daba Marlene. Tenía un horario donde en las mañanas no tenían que ensayar con las chicas y luego de una comida debían prepararse como por dos horas para el espectáculo. Siendo que estos podrían tardar hasta entrada altas horas de la madrugada, casi todos los caballeros que ahí iban salían con una o dos chicas. El resto, se quedaba para observar los obscenos espectáculos de las chicas. Debía decir que de no ser por Marlene o algunas de sus compañeras como Amber o Iris, jamás sobreviviría ahí. No sabia que le había hecho a esa Morgan para que siempre la estuviera tratando de humillar entre otras cosas peores. Tampoco era un sueño hecho realidad que tuvieran que tocarla, a veces en las que las jaulas bajan pero sin abrirse dejando que los clientes puedan tocarlas, no solo a las que se mantienen en las jaulas sino que también a aquellas que desfilaban o bailaban. Había días donde los caballeros tocaban a la chica que más les gustaba. Ellos solían acariciarle el pelo o tirar de este, tocaban su rostro, su labios y mejillas. Por no mencionar otras cosas. Helena solía acurrucarse contra la fría jaula y cerrar sus ojos. Deseando no estar ahí. El día más temido para ella fue el día de su cumpleaños número 21. Al fin había alcanzado la mayoría, eso significaba que estaría en la subasta. Lloró como nunca la noche de ese día, estaba aterrada. No mejoró cuando algunas de las chicas que llegaron vírgenes relataron cómo les fue el día que la compraron. Relatos aterradores donde hombres con cero delicadeza eran los encargados de tomar su virginidad de forma brusca, no se preocupaban por el placer de las chicas que se encontraban ahí tan aterradas y temblando, claro que no. Solo procuraban el placer ajeno pero ¿por qué lo hacían? bueno, algunos pensaban que una mujer con sus paredes internas era como estar en el puto paraíso, aquel al que renuncio Adam por ir tras de Eva. Les excitaba el miedo de esas jóvenes que llegaron puras e inocentes a sus manos. Podría decirse que algunas, aquellas que eran verdaderamente afortunadas eran tocadas por hombres que a pesar de comprarlas, se enamoraban a primera vista, queriendo un mejor futuro para ellas. Pero claro, solo eran viejos cuentos de chicas que ya no se encontraban ahí. Si quieres comprar tu libertad debes reunir casi una vida para hacerlo, Johann perdonaba las deudas de las personas, pero una vez entregaban a las chicas, salir era casi imposible. Al menos del 100% de lo que ganabas el 55% era para la casa y las chicas se quedaban con lo restante. Si tenías suerte todo acabaría rápido y sería cosa de una noche. Pero en cambio podrían comprarla por una semana, un mes. O de por vida. Saldrías de ese infierno y estaría en otro. No había diferencia alguna. No tendría libertad ya que no tenias una vida propia, ya no importaba lo que quisieras, tus opiniones no importaba más, era cosa del pasado. Aún estaba el vago recuerdo de cuando su madre se quedó con ella y la llenó de mimos y besos. Se sintió tan feliz, lamentablemente luego de eso fue alejada de ella. Pero Helena no era tonta, sospechaba que tal vez su madre había tenido alguna especie de contacto con Johann, con la casa Kahler. ¿Acaso su madre trabajaba ahí? era lo más razonable y por X o Y razón, tomaron a su hija. Había noches donde Helena la extrañaba y se preguntaba qué fue de ella. ¿Estaría bien? ¿Seguiría viva?. Eran cosas que no sabía, y que Johann jamás le diría, no es que pudiera preguntarle de todos modos, no veía a Marlene seguido por lo que tampoco ella le podría responder, tal vez ni siquiera su madre. Sin embargo a pesar de todo lo que pudiera pasar ella extrañaba muchísimo a su madre, fue lo primero y único que conoció por 13 años. Ahora solo estaba el vago recuerdo de lo que alguna vez fue su vida, si tan solo pudiera volver al tiempo le diría que escapasen de inmediato así no tendría que pasar por cosas horribles.. También pensaba en Axel, aquel joven de cabellos tan rubios como el sol y ojos tan azules cual zafiro, aquel que jamás la hizo sentir incómoda en ningún momento y que en su mirada no veía lo mismo que en los demás. ¿Cuándo volvería? ¿Seguiría luciendo igual?, ¿Tendría pareja ya?. Era posible, era muy atractivo, tenía un aire de misterios que volvería loca a cualquier chica que estuviera delante suyo. Recuerda con cariño ese primer y único beso que habían compartido hasta esa noche, luego al día siguiente sólo pudo ver como su único amigo se iba por tiempo desconocido. Pero le consolaba que él de verdad quería sacarla de ahí, pero ahora solo quedaría como algo que jamás podría volverse realidad. En ocasiones Helena soñaba con la llegada de Axel y que él le sacaba de ahí, tenían una vida juntos y felices sin tener que vivir a costa de que alguien más manejara que debían hacer y que no. Lejos de personas que buscaban la perfección que no existía. No hubo libro que Helena no leyera con hambre sobre el amor, el amor de cuentos de hadas o novelas trágicas, historias apasionantes de dos amantes que se aman con locura. Quizás. Ella podría vivir uno algún día. Pero antes, debía salir de la casa Kahler lo antes posible. Dudaba mucho que podría encontrar el amor en un lugar así, o que alguien le quisiera por ser obligada a esa vida, ¿Quién acepta amar a una mujer que ha sido obligada a vender su cuerpo y cometer actos carnales que no deseaba hacer? puede ser que alguien con muchísima suerte puede ser. La sola idea solo le hacía sentir mal inmediatamente. Como todas las demás Helena obtuvo una habitación propia para que tuviera sus cosas, todas las que una vez tenía en la casa de Johann, sus libros, cobertores, espejos y hasta su propio estante de maquillaje con espejo incluido. Si bien la “casa” era más bien una mansión con dimensiones realmente grandes, el lugar de las chicas estaba abajo en el sótano que no parecía uno, debía decirse que Johann pensaba en todo, y en la seguridad de sus chicas. Claro que sus habitaciones eran tan individuales como las que utilizaban por si los clientes querían en ese mismo momento poseer por una hora o dos, quizás toda la noche a la chica escogida. El lugar de las chicas debía mantenerse en secreto, era un lugar donde solo el personal autorizado de la casa debía conocer, lo demás era secreto. Al vivir en la mafia se era propenso a que los enemigos atacaran de la noche a la mañana sin decir nada. Ahí en el sótano se mantendrían ocultos. Todo esto claro está, Helena no lo sabía y jamás debería hacerlo. Pero por ahora no había nada que temer, sin embargo en todo el lugar había cierto aire de distinción. Ese día había un aire diferente en todo el lugar, las chicas notaron que algo estaba pasando pero no tenían permitido hacer alguna pregunta al respecto, no al menos que les digan de manera oficial que estaba pasando . Los empleados limpiaban y arreglaban con devoción, había flores por todos lados. Personas que llevaban comida y ponían manteles. ¿Había un baile acaso? ¿Alguien de mucha importancia llegó? Nadie supo dar respuesta alguna y Marlene ese día tampoco apareció por ningún lado. En la casa Kahler pasaba lo mismo, todo estaba limpio y las ventanas estaban abiertas dejando que la luz del sol pasará. -algo que pocas veces o nunca solían hacer.- Todo se volvió confuso cuando el mismo Johann los llamó a todos para decir algo importante. ¿Qué estaba pasando?. —Escuchen y háganlo con atención, porque, como muchos sabrán odio tener que repetir las cosas. El día de hoy es especial.-El murmullo que había se fue y dio paso al silencio.—Mis queridas chicas no tendrán que trabajar hoy, tómenlo como una especie de día en el que pueden divertirse, mas no se fíen. Entrada la noche como es costumbre volverán a su labor.-Johann hizo una pausa, mirando todos los rostros de sus empleadas, hubo uno que llamaba su atención de manera inconsciente, Helena.—Marlene se encargará de decirles que esta pasando personalmente, solo debo decirles que este día, será uno que no olvidaran jamás.-En ningún momento Johann, dejo de ver a Helena. Lo que le provocó un leve escalofrío, una punzada de miedo, Johann jamás tuvo alguna intención oculta y eso es algo que llenaba de alivio a Helena. Tal vez, sea porque de alguna manera la vio crecer y esforzarse cada día de su joven vida, Johann sin más se marchó, dejando más preguntas que respuestas. —¿Qué fue todo eso?-Preguntó Helena, una vez que el bullicio volvió, solo las chicas se quedaron ya que, Marlene sería la encargada de decirles que suceda a continuación, pero ahora mismo no había algún rastro de ella.- —Ahg, No puedes ser más estúpida. ¿Es que no lo sabes?-Morgan le miró mal, como era costumbre, le irritaba con solo verla y tenias grandes ganas de hacerla desaparecer. Ojalá alguien cumpliera su deseo de ver a esa mocosa hundida en la miseria y la agonía. Algunas personas se quedaron mirando la escena bastante divertidas. Cuando Morgan no se desquitaba con alguien que no fueran ellos era divertido de ver. Para entonces Helena se sentía apenada, ella no logró entender lo que quiso dejar dicho Johann, y bueno tampoco era su culpa. —No...-Respondió empezando a sentirse mal. ¿Por qué Morgan quería en todo momento humillarla y hacerla sentir mal?, no recuerda haberle dicho algo jamás, desde que entró en la casa Kahler, pero para Helena era difícil imaginar que Morgan estaba celosa de ella por ser tratada tanto tiempo por el mismísimo jefe de la mafia alemana. Simplemente lo odiaba y su sola presencia en el burdel era una indirecta señal de guerra.- —El hijo de Johann volvió.
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