WILLIAM
Una pesadilla más, Helena vino en medio de mis sueños. Escuchaba sus gritos de agonía en medio de la oscuridad y yo corría en vano en su búsqueda, senti como mis pulmones se hinchaban y se ahogaban en la angustia, grite su nombre pero ella no contestaba. Por más que lo intentaba no lograba acercarme a su voz.
Logré despertar e inmediatamente me incorporé sobre la orilla del catre en el que reposaba. Últimamente siempre soñaba con eso y lo odiaba porque despertaba con una terrible sensación de impotencia al no poder hacer nada por ella.
Apoye mi cabeza sobre mis manos, di un largo suspiro convenciéndome a mi mismo que sólo eran mis temores apoderándose de mí, aterrorizandome con lo que más me mortificaba.
Me levanté y encendí una lámpara de aceite, aún no amanecía pero era cuestión de tiempo para que los primeros rayos del sol comenzarán a resplandecer en el cielo. Tome mi camisa y camine hacia una cajas de madera que improvisaban una mesa, ahí permanecía un balde de agua y un pequeño espejo con el cuál podía afeitarme.
Allí, lave mi rostro con agua fría y al levantar la mirada, contemplé en el reflejo del espejo mi demacrada apariencia,
las ojeras debajo de mis ojos eran realmente
profundas debido a la falta de descanso y había adquirido uno que otro rasguño profundo durante la batalla que se sumaban a las cicatrices de mi cuerpo.
De pronto, y de manera abrupta se escucho un grito desolador que hizo eco en todo el campamento. Rápidamente me vestí, lleve conmigo la lámpara de aceite y mi espada. Me detuve un instante sobre la entrada de la carpa y observe mi alrededor.
Todo estaba en calma.Pude ver que algunos hombres aún bebian y se relajaban a la luz de una fogata y tal vez ni siquiera se habían percatado de aquel grito.
Camine por el campamento, nadie noto mi presencia, cuando me retiro la máscara habitualmente las personas prefieren ignorarme o evitar verme a la cara si me dirijo a ellos, mis cicatrices parecen ser más terribles de lo que pensé como para asustar a un hombre adulto, tal vez me da la apariencia de un monstruo y quizás lo soy.
Cuando finalmente llegue cerca del bosque, ahí todo estaba oscuro y silencioso más de lo usualmente debería estar un lugar como ese. Los guardias en turno que vigilaban el perímetro no se alarmaron al verme, en vez de eso miraban hacia el interior del bosque, la frontera con cromenia, como si estuviesen esperando que algo sucediera.
Después se escucho otro grito, los guardias vitorearon el grito y arrojaron unas monedas a un vaso de metal que estaba sobre el suelo.
-¿Tres monedas de plata a que vuelve a gritar- apostó uno de ellos introduciendo su respectiva apuesta.
-Dos de oro a que ya murió- le propuso otro a su lado sonriendo dirigiendo su vista al bosque.
Continuaron las apuestas pero ninguno de ellos se atrevió a entrar al bosque para confirmar la apuesta del que había depositado sus dos monedas de oro. Asi qué yo lo hice, camine hacia el interior del bosque, los guardias sólo mantuvieron la vista expectantes a lo que estaba a punto de hacer, y entonces perdí de vista a los guardias . El camino estaba lleno de piedras y musgo resbaloso que me dificultó por un momento el poder llegar al origen de aquel grito. Fue alrededor de diez minutos cuando encontré un prado lodoso donde divisé cuatro figuras, tres de ellas yacían en suelo pero sólo uno se movía.
Tal y cómo se lo había encargado a Lorian, estaba consiguiendo información de la manera más cruel pero efectiva, los torturaba y estaba casi seguro que dos de ellos estaban muertos.
Detuve mi andar a pocos pasos de los cuerpos, ahí pude observarlos con mayor detalle gracias a la luz de una antorcha que Lorian había dispuesto sobre la tierra. Como sospechaba, dos de ellos tenían apariencia pálida casi gris era posible que aquellos hombres hubieran fallecido hace horas, tal vez por las heridas causadas por la batalla, no por Lorian pero esa triste suerte no sería la misma para el último de ellos. El otro que aún continuaba con vida estaba ya grave, Lorian lo había atado al tronco de un árbol para golpearlo y torturarlo a su antojo y se había esforzado para que cada segundo fuese el más doloroso de su existencia. Pude apreciar algunos instrumentos de tortura cerca de Lorian , algunos cuchillos y ganchos, agujas y frascos que tal vez tenían veneno, quizás de esos que te provocan dolor pero no te matan. Además también alcance a ver un par de látigos, algunos con clavos y vidrios atados en las puntas.
-No me sorprende verte por aquí William- pronuncio Lorian al percatarse de que me encontraba observando sus juguetes. Caminó hacia mi y rió satisfecho observando el resultado de su trabajo- ¿Recuerdas el entrenamiento en la academia militar? ¿Las clases especiales?
-Por supuesto-respondí suspicaz. Su actitud aconteció con total normalidad pero su mirada era orgullosa y altiva, un método que utiliza para provocar que me enfade. Podía percibir un sentimiento de rabia desenfrenada que tal vez había sido provocada por la adrenalina que te genera el morbo de torturar a un hombre-¿Ha dicho algo esté bastardo?
-Lo suficiente-contesto en seco sin siquiera mirar el cuerpo que masacraba. De reojo vi un charco de sangre en donde reposaba aquel hombre, mi presencia le había traído un poco de descanso a sus pulmones pero quizás ahora podía sentir la agonía en sus llagas, las punzadas seguramente eran crueles pero al verlo tan apacible lo único que pensé fue que su cuerpo había estaba débil, a tal punto de ya no moverse o gemir a pesar de que sufría -al parecer hubo un infiltrado en nuestras filas.
-¿Como pasó?- le cuestioné enseguida. Me negaba a creer que ese tipo de intromisión hubiese sucedido en el ejército que yo había erigido, pero si así era, no tendría porqué sorprenderme, no eran hombres de honor y su fidelidad la ganaba quien mejor pagaba.
-En el ejército real-expresó con cierta lentitud en su forma de hablar, yo lo describiría como una acción de culpabilidad debido a ese descuido.Esas filas eran suyas tal vez no lograba asimilar la información que el mismo había conseguido- Luchamos durante mucho tiempo y muchos batallones fueron eliminados, tuvimos que utilizar jóvenes inexpertos que se enlistaron de todas partes del reino, incluso utilizamos mujeres, niños y ancianos, seguramente aprovecharon esa oportunidad para infiltrar a uno de los suyos.
Analice la información y no podía culparlo por más que deseara hacerlo. Él estaba demasiado ocupado en asuntos estratégicos como para revisar a cada soldado que se enlistara en sus filas.
-¿Ha dicho ya el porqué de la captura de Helena?- cuestione un poco exasperado. Tenía tantas dudas sobre lo que había ocurrido y sólo ese maldito que sollozaba en la mugre de la tierra podía resolver las dudas que me atormentaban cada noche.
-Descubrieron quien era ella- reveló sin dudar lo que había pronunciado. Me quedé en silencio, perplejo o quizás aturdido por aquella noticia, me había tomado de imprevisto.
-¿¡Pero cómo lo hicieron, maldita sea!?- demande una respuesta rápida antes de ir yo mismo a arrebatársela de las entrañas al hombre que Lorian torturaba.
-Pronto lo sabremos- indicó con tranquilidad acercándose nuevamente a su víctima-¿Recuerdas como aprendimos hacer esto?-volvió a insistir evocando recuerdos del ayer.
-Torturándonos el uno al otro- respondí enseguida, di un suspiro intentando calmar la ira que ardía en mi cuerpo. Esos recuerdos no eran del todo gratos pero fue en ese entonces que comprendí que el mundo y el sistema con el que verdaderamente se rige es cruel y despiadado-¿Sigues siendo tan sanguinario cómo entonces?
-Por supuesto, no niego lo que soy y lo que he hecho pero...- respondió haciendo una breve pausa- ¿Y tú?
-Yo no soy como tú-dije intentando aliviar un
poco la tensión, pero él
permaneció serio, mirándome
como si pudiera ver a través
de mi cuerpo.
-Lo sé- murmuró pero su voz hizo eco en el bosque-¡tú eres un hipócrita!
Había puesto mucho énfasis en sus palabras, y su
voz sonaba tan llena de
desprecio. Comprendí entonces lo que estaba por suceder
-Pudiste engañar a todo el mundo, incluso a tu esposa pero yo sé todo lo que hiciste en el pasado- prosiguió.
-Lo has dicho bien-le interrumpí- aquello de lo que me acusas fue en el pasado.
-Causa y efecto- impugnó, parecía dispuesto a
iniciar una ardiente discusión
sobre ese asunto, pero yo no quería hablar más de ello.
Sentía miedo, miedo al
pensar que podía provocar mi rabia al mencionar mis equivocaciones- y ahora te persiguen las consecuencias de tus errores.
-Soy consiente de ello y no necesito que un maldito bárbaro inhumano me lo recuerde- deje escapar los pensamientos que se me venía en gana. Muy en el fondo, sabía que sus palabras estaban llenas de razón y sabiduría porque él estuvo cerca de mí, como un amigo, un cómplice, un hermano. Él presenció todo lo malo y absurdo que hice y estuvo a mi lado incluso cuando sabía que estaba mal y cuando recapacite sobre aquel asunto simplemente me ayudó a ocultarlo. Pero ahora utilizaba esa información en mi contra, porque en su corazón ya no existía ese cariño fraterno, Lorian ya no era mi amigo.
-Aun me pregunto ¿Cómo tenías la decencia para mirar a los tuyos a la cara? ¿Cómo podías mirar a Helena con ese secreto tan oscuro?-enseguida desenvolvió un látigo que cargaba en su cinturón- Tu secreto mató a tu padre y ahora matara a tu esposa.
Su voz resonó en el aire, como si el sonido de una campana se hubiera extendido a nuestro
alrededor, golpeando justo en lo que más me dolía. Dio media vuelta ignorando mi presencia. Siguió golpeando al hombre con todas sus fuerzas con el látigo de cuero en sus manos y éste gritaba con cada golpe que volvía a herir las llagas de su cuerpo.
Camine de regreso, estaba enfadado dispuesto a retornar a mi carpa para ocultar mi pena, mi vergüenza, pero al levantar la mirada me vi frente a la carpa medica, inconscientemente busque un refugio, un consejo para aliviar mi propio dolor.
Mucho más allá de esta guerra, había un motivo, uno que yo había iniciado y para ocultar mi error me mostré impecable, el perfecto, implorando cada noche apesar de que sabía que Dios ignoraba mis súplicas porque mi alma cargaba la muerte de mi padre.
¡No soy más que un miserable en este mundo y cada latido de mi corazón me recuerda que no merezco estar vivo!
Hay sangre en mis manos, sangre que no puedo lavar. Todo ello por un amor fugaz y efímero que en su momento creí eterno.
Me adentre, sin importarme que él estuviera dormido. No había muchos catres ocupados en el lugar, durante la batalla no hubo tantas bajas como había previsto lo cual me alegraba pero también me mortificaba porque mi amigo, al parecer el único dormía aquí porque había sido herido. Dejé la lámpara de aceite sobre el piso del lugar y me senté sobre un catre al lado de mi amigo, lo observe un rato, tal vez me había equivocado al venir pero entonces suspiro.
-¿No debería estar dormido, majestad?-murmuro aún con los ojos cerrados- las próximas horas son cruciales y tal vez no volverá a dormir en varios días.
-Sabes bien que no me puedo permitir dormír en situaciones como ésta-conteste con el ánimo decaido-¿Como te encuentras
-Bien, lo superaré pero me preocupa que no pueda encontrar esposa con esta apariencia- se mofo para amenizar la crueldad de su realidad. Intenté reincorporarme pero fue imposible hacerlo con sinceridad- ¿Le preocupa algo mi señor?
-¿Que te hace pensar eso?
-El que usted esté aquí antes del amanecer- respondió.
-Tengo tantas cosas en mente que me es imposible conciliar el sueño y cuando lo hago simplemente tengo pesadillas, pero esta noche me preocupa algo más. Mi pasado.
-No pensé que volvería a mencionar ese asunto a estas alturas ¿Que ocurrió señor?
-Lorian hace insinuaciones sobre ese tema, creo que pretende revelar mi secreto.
-¡Ese mal nacido!- se quejo-Aunque no me sorprende, tanto usted como yo somos conscientes de que él tiene otros motivos para atacarlo señor y no es precisamente que desee cortejar a la reina.
-No importan ya esos motivos, lo que importa ahora es salvar a mi esposa e intentar terminar con la guerra contra cromenia.
-¿Estará bien dejar ese cabo suelto? Si Lorian pretende sacar ese A's bajo su manga puede destruir su reputación y también alejara a la reina de su lado.
-Si Lorian no lo hace, yo lo haré. Es mi culpa que esto esté ocurriendo y el que mi esposa haya sido secuestrada es un terrible daño colateral que no anticipé.
-La guerra no fue por causa suya, si no por deseos egoístas del zar.
-Si, pero yo influí en él para que deseara a****r a mi pueblo ¿Que clase de soberano hace eso?
-En primer lugar, lo que ocurrió fue en una época en la que usted era un príncipe, era joven y estúpido. Fue rebelde igual que todos en un momento de nuestras vidas y p**o el precio por sus errores así que ya no es momento de culparse. Debe enfrentar con valor los problemas que le persiguen desde hace años, hagalo por su esposa y su hijo.
-Tengo miedo- me atreví a decir- de perderla, pero tampoco puedo retenerla junto a mi cuando sepa la verdad, ella me odiará y repudiara.
-La reina apesar de su corta edad, condujo y sostuvo el reino durante un año ella sola, con un hijo y muchas obligaciones sobre sus hombros. A mi parecer no debería tener ese tipo de pensamientos, pues ella se ha esforzado por demostrarle que aún lo ama. Si usted creé necesario el decirle la verdad entonces hagalo, ella al final lo perdonara porque ambos se aman, pude verlo cuando regresamos al palacio, usted le dirigía miradas furtivas y ella a usted sin que uno se diera cuenta que el otro lo hacía. No haga caso de las palabras de Lorian y sus insinuaciones hacia la reina él sólo la está utilizando y usted lo sabe, desea cobrar venganza de una vez por todas por lo que le sucedió a su esposa y ahora el atacarlo es una forma más de demostrarle que lo apuñalara en la espalda cuando menos lo espera. No debe fiarse de Lorian.
-Lo sé Máximo, pero tal vez en el fondo creí que Lorian había olvidado esas viejas rencillas y que me ayudaría como en el pasado a solucionar mis problemas. Pero ya nada es como antes.
-Mantendré vigilado a Lorian todo lo que pueda señor.
-No es necesario, debes descansar antes de partir pero si te puedo pedir un favor me gustaría que le dieras la ubicación de Ileana a Lorian por favor.Mientras tanto alistare todo para marchar en cuanto él llegue con Ileana.
-¿Cree que ella aceptará? ¿Nos ayudará?
-Eso espero.
-¿Y si no lo hace?
-Tendré que obligarla.