Una hora más tarde, mientras terminaba mi llamada con un inversor, sonó mi teléfono móvil.
—Catherine—dije temblorosamente.
—Buenos días, Silvia—saludó ella. —Tengo algunas cosas importantes que tenemos que discutir.
—¿Podemos resumirlas brevemente antes de reunirnos?
—Tu padre tiene una vista en el juzgado dentro de unos meses y posiblemente nos planteemos iniciar una nueva apelación.
—¡Silvia!—La voz atronadora de Jason sonó mientras abría la puerta de golpe.
—Un minuto—le dije suplicante. Se puso contra la puerta cruzándose de brazos y dando golpecitos con el pie impaciente, mirándome fijamente.
—Silvia, en menos de cuatro meses podría salir impune si no hacemos este llamamiento.
—¿Qué?— Susurré sin confiar en mí misma para hablar.
—Tenemos que poner las cosas en marcha, ¿cuándo podemos vernos?
—Mañana, a las ocho, me pasaré por tu despacho.
—No quiero que te agobies por esto. Recuerda que tienes al mejor equipo detrás y conseguiremos encerrarlo para siempre, Silvia. Te veré mañana.
—Adiós, Catherine.— Respondí miserablemente olvidando momentáneamente que Jason estaba allí. —Lo siento, Sr. Knight, ¿qué necesitaba?
—Silvia, ¿de qué iba eso?— Preguntó caminando hacia mí, pero, en cambio, había preocupación en sus ojos en lugar de enfado.
—Nada, Sr. Knight, está bien.
—¡Sí, eso explica por qué estás tan pálida y aturdida!— Dijo sarcásticamente deslizando su brazo alrededor de mi cintura y arrastrándome hacia una silla. No pude evitar fijarme en lo perfectamente amoldada que tenía su mano a mi cintura, pero enseguida lo olvidé.
—Estoy bien, señor Knight, solo necesito recuperar el aliento—sonreí poniéndole la mano encima, sus ojos se abrieron de par en par durante una fracción de segundo antes de que sonriera y se relajara apretando mi mano.
¿Muy poco profesional? Sí, pero ni ella ni yo hicimos nada al respecto mientras nos sentábamos en silencio hasta que me puse de pie.
—Siento lo ocurrido, ¿necesitabas algo?
—Silvia, no te lo preguntaré otra vez, ¿de qué iba eso?
—¡No es de su incumbencia Sr. Knight, hay algunas cosas en mi vida que deseo mantener en privado!— solté enfadada.
—En ese caso, no traigas tu vida privada a mi oficina mientras trabajas. Me contestó: —No te p**o para que hables por teléfono todo el día, Sil...
—¡Alto ahí! ¿Está todo bien?— Preguntó Vincent entrando. —¿Silvia?
—Todo está perfectamente bien, Haynes.— Dijo Jason apretando los dientes.
—¡No se ve muy bien para mí, Reina! ¿Silvia? ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien, el Sr. Knight y yo solo tuvimos un pequeño desacuerdo.
—Será mejor que no le hayas hecho nada a esta joven Jason, el universo entero sabe de reputación con las mujeres—Dijo Vincent advirtiendo a Jason.
—¿Qué intentas decir Vincent? Porque la última mujer con la que te acostaste fue la novia de tu propio hermano así que no me hables de mi reputación con las mujeres. Nunca le pondría una mano encima a Silvia.
Sí, porque es fea, pensé. Ja, ¡espera a ver las cicatrices!
—Te aconsejo que mantengas la estúpida boca cerrada, gilipollas—le espetó a Jason. No lo soportaba, estaba colmando toda mi paciencia.
—Y yo te aconsejo que te vayas a la mierda—replicó Jason con frialdad. —Ya.
—¡Vale, dejémoslo ahí! Todos hemos acordado que todo está perfectamente bien, dejémoslo así, ¿les parece, caballeros?—. Intervine antes de tener que escribir otra declaración policial y acabar en el juzgado. Otra vez. Ambos me miraron mientras yo cambiaba mi mirada de Jason a Vincent.
—Adiós, Silvia—, Vincent sonrió dándome un beso en la mejilla. —¿Sería un mal momento para pedirte tu número?
—Sí. Sí, lo sería Vincent—Di una sonrisa falsa mientras me guiñaba un ojo.
—Siempre hay una próxima vez—. Él sonrió satisfecho deteniéndose para darle a Jason una mirada larga y dura antes de irse.
—Bastardo.— Oí murmurar a Jason.
—Estoy de acuerdo—. Yo también murmuré pensando que no me había oído.
—¿No te gusta?— Preguntó de repente.
—No lo conozco lo suficiente como para decidir eso. Pero parece un poco raro—, admití, sin que mis ojos se encontraran con los suyos.
—Mírame, Silvia—. Su tono autoritario y dominante. —Si vuelve a aparecer no quiero que te quedes a solas con él, tienes que avisarme lo antes posible. Es un hijo de puta intrigante y no quiero que te acerques a él, ni en el trabajo ni en ningún otro sitio, ¿está claro?
—Sr. Knight le aseguro que no...
—¡Silvia! ¿Queda claro?
—No, en realidad, no. Pero déjame que te ayude—, le espeté, mirándole fijamente. —No soy tu puta ni te pertenezco. No puedes dictar con quién decido hablar o ver en mi vida privada.
—Silvia...
—Y también te agradecería que te abstuvieras de usar ese tono conmigo. Puede que funcione con tu perro, pero no conmigo.
Agarrando la pila de papeles que tenía sobre el escritorio, lo dejé atrás y me dirigí a la sala de fotocopias, todavía un poco sin aliento.
Jason y yo nos habíamos acostumbrado mucho el uno al otro, pero de vez en cuando el gilipollas que llevaba dentro ponía a prueba mi paciencia y me cabreaba que pensara que hoy me quedaría callada. Está muy equivocado si eso le pasa por su pequeño cerebro. Yo no soy de las que se deja fácilmente.
Suspirando, supe lo que vendría a continuación: mi jefe de veintiséis años convertido en un niño de cinco en plena rabieta.
Me moría de ganas de que acabara esta semana.