—No puedo creer que haya despedido a Samuel—Melissa se refirió incrédula al imbécil de mi jefe mientras aparcaba delante de mi casa.
—Espera, ¿de qué conoces a Samuel?—le pregunté, dado que en realidad no trabajaba para Jason.
Ella trabajaba para una empresa de desarrollo inmobiliario, a veces trabajando en proyectos para mi jefe.
—Salió con la hermana de Jade una vez, al parecer era una absoluta basura en la cama.
—Eso es tan... informativo saberlo—, fruncí el ceño mientras ella suspiraba.
—No sé cómo lo haces, Silvia. Quiero decir, es increíblemente sexy, pero ¿los constantes cambios de humor? Preferiría estar bien lejos del buen espécimen que es.
—Gracias por eso Melissa, no, de verdad, te lo agradezco—, puse los ojos en blanco mientras ella se reía.
—Lo siento, ¡pero es realmente hilarante cómo se arrastra bajo tu piel!
—Cállate. ¿Quieres entrar un rato?— le pregunté.
—Hoy no puedo, es el cumpleaños de Blake y tengo planeada una cosita especial para él— me guiñó un ojo mientras yo me encogía.
—Vale. Entonces me voy. Nos vemos mañana, Melissa.
— Adiós—Sonrió mientras salía de su coche y entraba en mi apartamento.
Mi apartamento era bastante bonito, si se me permite decirlo: diseño vanguardista, espacioso y con clase, por fin había conseguido convertirlo en un hogar. Lo había comprado con los primeros cheques que recibí mientras trabajaba para Jason.
Para ser justos, ni siquiera estaba seguro de cómo había conseguido el trabajo. Solía pasar por delante de su oficina y admirarla todos los días, cuando un día Melissa me dijo que había un puesto de secretaria para el importante jefe cuya cara aparecía en todas las revistas de negocios del mundo, así que, naturalmente, me arriesgué y me contrataron.
Sigo pensando que hubo otras fuerzas que me ayudaron a conseguir el trabajo, pero en cualquier caso fue un milagro.
El sueldo era estupendo y el jefe... Bueno, no era precisamente difícil de ver.
Suspirando, desterré todos los pensamientos sobre Jason mientras iba a darme un baño. Me desnudé y me sumergí en el agua perfumada de vainilla, echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos. Una vez más, mis pensamientos estaban ocupados por el apuesto malévolo que era mi jefe. Su sonrisa sexy. Su espeso pelo oscuro. Sus misteriosos ojos verde-azules, dios, eran preciosos.
Gruñendo, me permití diez minutos más para relajarme antes de salir y ponerme un par de pantalones cortos y un jersey de gran tamaño.
Me dirigí a la cocina, donde calenté algo de la cena de anoche y me senté frente al televisor. Pongo un episodio de The Big Bang Theory y levanto los pies. Cuando por fin me sentí relajada y contenta, mi móvil sonó con fuerza y el nombre de Jason parpadeaba violentamente en la pantalla, probablemente reflejando su estado de ánimo.
Contesté a regañadientes.
—¿Señor Knight?
—¿Dónde están los documentos legislativos Silvia? No sé si te has dado cuenta o no, pero mi empresa no podría seguir existiendo sin la legalidad obligatoria—Siseó enfadado al teléfono.
Lo único que hacía este hombre era perder documentos, que la mitad de las veces ni siquiera estaban perdidos.
—Los dejé en su mesa de trabajo esta tarde, Sr. Knight—respondí tenso.
—¡Pues ahora no están aquí!—zumbó sarcásticamente.
—Estaré allí en diez minutos—, dije terminando la llamada. No me molesté en cambiarme, así que me puse unos vaqueros y rápidamente llamé a un taxi. En cinco minutos, estaba delante de la puerta de Jason, llamando con fuerza.
—¿Quién es usted?—Una morena alta y con piernas largas estaba en la puerta con lo que parecía una bata de seda.
¿Quién demonios era y qué le había pasado a Chloe?
—La secretaria de Jason—. Respondí con firmeza, invitándome a entrar.
—Silvia—dijo Jason sorprendido. —No te esperaba aquí tan rápido.
—Por supuesto que no—murmuré al notar sus ojos fijos en mis piernas. De repente me sentí muy expuesta y decidí que tal vez cambiarme habría sido la mejor idea. Ignorando su presencia, pasé junto a él y entré en su estudio.
—Cariño, volvamos a la cama—, le ronroneó a Jason la sensual voz de la morena.
—Cierra la puta boca y vete a esperar arriba—. Le oí gritarle antes de que se reuniera conmigo en su estudio, donde yo sostenía una carpeta con la etiqueta —legislación gubernamental.
¿Ves cómo brilla la personalidad narcisista y gilipollas?
—Sus documentos, señor Knight—Se los entregué y procedí a marcharme.
—¿Te vas?— Preguntó siguiéndome.
—No, creo que me uniré a ti y a la señorita morena arriba, podemos hacer un trío—, sonreí sarcásticamente.
—Silvia, tú…
—Adiós, Sr. Knight—. Respondí monótonamente sin darle oportunidad de hablar antes de salir corriendo por la puerta.
Al darme cuenta de que me había dejado el bolso en casa, me di cuenta de que no podía pagar un taxi. Tenía que comprarme un coche en algún momento, pero no había tenido tiempo.
Gruñendo en voz alta, caminé lentamente de vuelta a mi apartamento cuando mi teléfono sonó de nuevo.
—¿Sí, Sr. Knight?— Contesté cansada.
—Es de noche y no camines sola a casa. Smith te llevará a casa.
—No, gracias, alguien viene a recogerme—mentí rezando para que no pudiera verme.
—¿Señorita Kingston?—, preguntó entrometido, refiriéndose a Melissa.
—No. Otro amigo.
—Vincent, supongo—, dijo bruscamente.
—Sí. Gracias de todos modos, Sr. Knight. Adiós.
Genial, ¡ahora tenía que llamar a Vincent!
Debería haber llamado a Melissa, pero algo me decía que iba a estar ocupada toda la noche.
—¿Silvia?— Vincent contestó a través del teléfono.
—Hola. Siento mucho tener que molestarte así, pero no te importaría recogerme en Dale Gardens, ¿verdad? Si estás ocupada entonces...
—Silvia.— Se rió. —No te preocupes, estaré allí en diez minutos, nos vemos entonces.
—Muchas gracias, adiós.
Bueno, Vincent era un hombre de palabra, estaba aquí en menos de diez minutos mientras aparcaba delante de mí.
—Hola—sonrió descaradamente.
—Hola, muchas gracias por esto Vincent, espero no haberte molestado.
—¿Molestarme? En todo caso, Silvia, ¡me has salvado! Mi padre estaba borracho como una cuba una vez más despotricando sobre cómo estoy arruinando la vida de mi hermano y todo lo demás—murmuró, apretando con fuerza el volante.
—Tu padre suena horrible Vincent, no deberías hacerle caso.
—Es más fácil decirlo que hacerlo, Silvia—respondió él con tristeza. —¿Qué estabas haciendo aquí, de todos modos?
—El Sr. Knight extravió unos documentos, así que vine a buscarlos por él.
—Eso suena al típico Jason—dijo poniendo los ojos en blanco. —¿Quieres ir a ver una película?
—En realidad no estoy vestida apropiadamente—dije tímidamente.
—Creo que estás preciosa. Tienes unas piernas preciosas—me guiñó un ojo mientras yo me reía.
—Venga entonces, vamos a ver Iron Man—dije mientras él asentía con la cabeza, aún no había visto la tercera.
—Qué suerte tengo, dos citas en un día, ¡anotación!—, golpeó el aire con el puño mientras yo me reía de su comportamiento idiota.
Era extraño que accediera tan fácilmente a acompañar a Vincent al cine. No recordaba la última vez que había salido con una persona del sexo opuesto, pero Vincent era excepcionalmente relajado y fácil de llevar, era difícil negárselo.
*
—Ha sido una gran película—, comenté mientras me llevaba a casa.
—No tan buena como la primera, nada supera a la primera—, afirmó. —¿Quieres tomar algo conmigo en mi casa?
—Me encantaría, pero mañana tengo trabajo y el Sr. Knight está muy irritable en este momento—me disculpé.
—Hablando de él, ¿qué pasó después de que volvieras de comer? Hoy han despedido a un amigo mío que trabaja allí—, preguntó.
—¿A Samuel?
—Sí, Samuel. ¿Qué rayos ha pasado?
—Si te soy sincero no tengo ni idea, tampoco le ha hecho mucha gracia que hayas venido esta tarde. Ni el hecho de que saliera a comer.
—¿Sabe que saliste conmigo?
—Sí, ¿por qué?
—Por nada. Espero que no te hayas metido en muchos problemas—hizo una mueca.
—Bueno, digamos que ya no tengo derecho a una pausa para almorzar.
—Maldita sea. ¿Qué se le ha metido por el culo y se ha instalado ahí?—Murmuró mientras yo me echaba a reír.
—Gracias por traerme y por la película, ha sido genial—, le sonreí antes de abrir la puerta del coche.
—No hay problema, hasta luego, Silvia—sonrió mientras cerraba la puerta tras de mí y abría la puerta de mi apartamento, dándole un último adiós con la mano antes de cerrar la puerta y quitarme los zapatos.
Miré la hora y vi que eran las doce; el trabajo empezaba dentro de seis horas, fantástico.
Probablemente, tendría que estar allí a las cinco para evitar a Jason.