LA CURIOSIDAD ME MATA

1734 Words
—Smith la recogerá mañana a las siete en punto, señorita Vills—me dijo Jason cuando el día tocaba a su fin. Bueno, el día de los demás ya había terminado, el mío, sin embargo, parecía no acabar nunca. —Por supuesto, señor Knight—. Respondí mientras apilaba algunas carpetas en el archivador. —Haz una reserva para cenar a las once, voy a llevar a Miranda así que sea una mesa para dos—. Dijo mirándome fijamente a los ojos mientras yo intentaba mantener a raya mi irritación. —Ahora mismo me pongo a ello—, respondí despreocupadamente, saliendo hacia mi despacho. Enfadada, hice la reserva y volví a su despacho al darme cuenta de que había olvidado cogerle un lápiz de memoria. Le había visto tirarlo en el cajón de su escritorio descuidadamente mientras yo abría el cajón. Estaba lleno de envoltorios de condones y botellas vacías de vino francés caro. Con clase. No estaba hurgando en este escritorio, pensé mientras lo cerraba. Levanté la vista y vi a un Jason sonriente apoyado con los brazos cruzados en el marco de la puerta; los músculos ondulantes bajo su camisa a medida me hicieron sentir debilidad en las rodillas. —Nunca una chica se ha quejado—, se rió mientras yo resistía las ganas de abofetearle su preciosa cara. —Cierto.—Dije en respuesta a esa afirmación totalmente idiota antes de caminar hacia la puerta para marcharme. —En realidad, hay algo de lo que me gustaría hablar contigo—, me pasó el brazo por la cintura y me guió hacia la silla que había frente a su escritorio. —¿Se trata de los documentos de ampliación? ¿O de las finanzas? Porque los he guardado... —No, Silvia, no lo es. —¿Entonces qué es? —Tu amante... Haynes—, escupió amargamente. Dios, otra vez esto no. —¿Oh?— pregunté desafiante cruzándome de brazos. —¿Qué pasa con mi amante? —No es el adecuado para ti. No sé cuántas veces voy a tener que decírtelo—afirmó bruscamente. —¿Quieres decirme por qué tú, mi jefe y solo mi jefe, tiene derecho a dictar quién es bueno o malo para mí, por quinta vez esta semana? Vale, tal vez me equivoqué de momento, pensé mientras sus ojos se oscurecían de rabia y apretaba los puños antes de levantarse de su asiento. Se levantó y se pasó la mano por el pelo, pero como yo era así, supuse lo peor y me estremecí al pensar que iba a pegarme. —¿Por qué has hecho eso?— Preguntó enfadado mientras mantenía una expresión confusa en su rostro. —¿Por qué te has alejado así? —Debería irme. Legalmente, no debería estar trabajando tantas horas—dije intentando distraerle y marcharme. —Bien. La veré mañana, señorita Vills—espetó, con los labios apretados en una fina línea. Salí del edificio más rápido que en toda mi vida. ¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve un hombre que no es más que mi jefe a decirme que alguien no me conviene? Pero lo peor era que me importaba lo que decía. Llamé a un taxi para que me llevara a casa y así poder relajarme antes de mañana, además, todavía tenía que hacer algunas otras cosas antes de irme. Sin embargo, en cuanto llegué a casa, me desplomé directamente en el sofá mientras la imagen de pasar una noche con su impecable cita consumía cada uno de mis pensamientos. Empezaba a cansarme de mis celos, no podía evitarlo, pero no sabía por qué. Sabía que un hombre como Jason nunca me vería más que como su secretaria, la mujer que le servía de pies y manos. * A la mañana siguiente me levanté de la cama, bastante nerviosa por estar fuera de casa con Jason. Me duché rápidamente y me puse una blusa de seda azul y una falda ajustada hasta la rodilla antes de maquillarme ligeramente y hacerme un moño. Volví a comprobar que lo tenía todo y cogí las maletas justo a tiempo cuando Smith llamó a mi puerta. —Buenos días, Silvia—me sonrió cálidamente cuando abrí la puerta. —Buenos días, Smith, ¿cómo estás? —Muy bien, gracias. Permítame llevarle las maletas. —Gracias. ¿Está el Sr. Knight en el coche? —Sí, está, está de muy mal humor, yo andaría con cuidado cerca de él hoy— murmuró mientras cerraba la puerta tras de mí. —Qué mala suerte—murmuré sarcásticamente mientras Smith se reía. —¡Buena suerte en el avión, Silvia! —Muy gracioso—, puse los ojos en blanco mientras me abría la puerta. Jason estaba sentado allí, con el ceño fruncido y los ojos fijos en la pantalla del portátil. —Buenos días, señor Knight—, le dije cortésmente. —Señorita Vills—, murmuró sin siquiera dedicarme una mirada. Qué hombre tan odioso. Pero un hombre sexy y odioso. Incómoda, me senté a su lado sintiéndome un poco cohibida, con la blusa muy escotada y la falda diez centímetros más corta. Por suerte, no tardamos mucho en llegar al muelle, donde hicimos la rápida transición del coche al jet. —¡Jason! Me alegro de volver a verte—. Un hombre alto y voluminoso que supuse era el piloto se acercó a nosotros una vez sentados. —¿Y este quién es? —Carlos, esta es Silvia mi secretaria. Silvia este es Carlos, mi piloto. —Encantado de conocerte, Silvia—, sonrió extendiendo una mano. —Igualmente—sonreí, estrechando su mano. —Bueno, disfrutad del vuelo los dos—le dio una palmada en la espalda a Jason y salió de la cabina. Me sentía muy mal y nerviosa por estar en un avión, hacíamos frecuentes viajes a otros estados siempre que mi padre estaba fugado durante los primeros años de mi vida y basta decir que no eran especialmente agradables. Mi nerviosismo debía de ser evidente cuando levanté la vista y vi a Jason mirándome con un brillo divertido en los ojos. —¿Tienes miedo, Silvia? —No, señor Knight, no tengo miedo—, respondí cruzándome de brazos con valentía. —¿Has viajado antes en avión? —Sí, lo he hecho. Solo que no me gusta especialmente el concepto de estar en un tubo a miles de kilómetros del suelo, sabiendo que todos podríamos caer en picado hacia la muerte en cuestión de minutos. —Silvia—se rió. —No tienes por qué preocuparte, Carlos tiene mucha experiencia y nunca te pondría en ningún tipo de peligro. Se me encogió el corazón al oír sus palabras, pero enseguida recapacité, dado que sería él quien estaría bajo la lupa de la policía si yo muriera en su jet y eso solo le alejaría de su preciada oficina y de sus preciados miles de millones. Volví mi atención hacia él, se desabrochó el cinturón y se sentó a mi lado. —Si te hace sentir mejor—sonrió, poniendo las manos detrás de la cabeza. —Claro que sí—dije sarcástica, agradecida de que no pudiera oír los latidos erráticos de mi corazón. —Solo estoy bromeando Silvia, relájate. —Con usted nunca se sabe, señor Knight—murmuré bajándome ligeramente la falda. —Supongo que se refería a mi reciente exhibición de... —¿Imbécil?— solté antes de llevarme las manos a la boca. ¿De verdad acababa de decir eso? Jason enarcó una ceja, pero su expresión era más divertida que enfadada. —Iba a decir comportamiento inaceptable, pero está claro que eso no basta—, sonrió satisfecho cuando mi cara enrojeció considerablemente. —Me disculpo, estuvo mal de mi parte decir tal cosa—dije monótonamente mientras él reía antes de detenerse lentamente. —En realidad, Silvia, quería pedirte disculpas. Fue increíblemente egoísta y grosero por mi parte tratar a una dama como tú de la forma en que lo he hecho en los últimos días. Fue muy poco caballeroso—. Dijo sinceramente mientras sacaba una caja de Tiffany's del bolsillo de su americana. —Espero que le guste. —Sr. Knight, yo... —Silvia, solo tómalo, por favor. Me ayudará a dormir sabiendo que estoy perdonada—bromeó tendiéndome la caja mientras yo se la cogía a regañadientes. Tiré suavemente de la delicada cinta y descubrí un collar de diamantes perfectamente colocado en el acolchado de satén. —Señor Knight—jadeé en voz baja. —Es precioso, muchas gracias. —Me alegro de que te guste, Silvia—, sonrió mientras yo ahogaba un bostezo. —Deberías descansar un rato. Te sentirás más cómoda mientras estemos en el aire. —Gracias—le dediqué una última sonrisa antes de darle la espalda y cerrar los ojos, sintiéndome por fin satisfecha. * JASON —Señor Knight—, jadeó mientras abría la caja de Tiffany's. —Es precioso, muchas gracias. Sentí que se me caían los hombros de alivio, me preocupaba tanto que no le gustara. —Me alegro de que te guste, Silvia. Deberías descansar un rato, te sentirás más cómoda mientras estemos en el aire.— Le dije mientras ella parecía exhausta. —Gracias—sonrió antes de darse la vuelta y quedarse dormida. Ella también roncaba bastante rápido. Empezaba a resultarme extremadamente difícil controlar mis sentimientos por Silvia, tanto, que pensé que tratándola como lo hice podría superar mis sentimientos, lo que claramente no fue así. Lo que más me enfurecía era el tonto con el que salía: Vincent Haynes. Era malicioso y confabulador, siempre utilizaba una historia triste en su beneficio, sobre todo cuando se trataba de mujeres. Lo despreciaba después de cómo había tratado a mi hermana y me irritaba aún más ver a Silvia en sus brazos. Hablando de Silvia, se revolvió en sueños mientras se alejaba arrastrando los pies, con la blusa de seda subida dejando al descubierto su piel besada por el sol. Mientras admiraba la vista, noté algo extraño: una gran marca rosada le manchaba la piel a un lado del estómago, moví con cautela la blusa más arriba al ver que la marca continuaba en diagonal a lo largo de su cuerpo. Tiré suavemente de la tela hacia abajo mientras permanecía confuso. ¿Qué rayos era aquello?
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