SILVIA —No, Melissa. Se quedó a dormir—, suspiré mientras empezaba a explicarle todo lo que se había perdido en los últimos días. —Dios, lo siento mucho, Silvia, no debería haber. —Melissa, está bien, creo que mi jefe y yo nos ocupamos de él jodidamente bien—, sonreí satisfecho mientras ella me miraba con tristeza. —He sido una amiga de mierda, Silvia—. Murmuró. —Después de que pasara todo lo de Vincent, no estuve ahí para ti tanto como debería haber estado porque pensé que el cabrón de mi ex novio y su fracaso musical me necesitaban más. Y, ahora, con esta excusa pervertida de hombre, prácticamente te mandé a la mierda. —Bueno, no con tantas palabras—, le guiñé un ojo mientras ella gemía. —No quiero que vuelvas a disculparte, Melissa. Toda tu vida está a punto de cambiar y creo que e