SILVIA
A la mañana siguiente, me desperté con el sonido de unos suaves ronquidos. Jason me abrazaba con fuerza y yo tenía la cara hundida en su pecho.
Levanté la cabeza y lo miré, con sus facciones tan relajadas y contentas; sonreí antes de separarme de su abrazo.
Miré el reloj y vi que eran las siete, menos mal que era sábado.
En silencio, me metí en la ducha y volví a mi habitación con una toalla alrededor del cuerpo, maldiciendo el hecho de no haberme comprado la ropa.
—Buenos días, Silvia—me dijo la voz sexy y medio dormida de Jason mientras lo veía sentarse, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Buenos días. ¿Has dormido bien?— pregunté, con las mejillas encendidas.
—Muy bien, gracias— sonrió con satisfacción.
—Estupendo. La ducha está disponible si necesitas usarla— le insinué
