SILVIA Hacía dos semanas que habíamos cenado en casa de los padres de Jason y había ido genial. Su familia era increíblemente maravillosa, su padre hacía que me ahogara en mi propio aliento con su humor insultante dirigido a mi novio. Mi novio. Sonaba tan poco familiar y extraño llamar a mi jefe mi novio. —¿En qué estás pensando?— me preguntó, mirándome extrañado mientras conducía de vuelta a mi casa después de terminar el trabajo. —No lo estoy—, sonreí mientras él ponía los ojos en blanco. —¿Quieres entrar? —Sí, necesito asegurarme de que estás a salvo antes de dejarte. Odio que estés sola, Silvia—frunció el ceño. —Estoy bien, Jason, a veces disfruto de la soledad—me encogí de hombros, saliendo del coche y abriendo la puerta principal. —¿Vas a alguna parte?— inquirió mientras yo s