Hoy, XX de diciembre del XXXX, en este frío invierno. Me he propuesto hacer lo que ninguno de mis antecesores ha hecho, pese a que la posibilidad de que hayan más puntos negativos para esto que positivos, me tomaré el atrevimiento de registrar todo lo que pueda recordar de los relatos familiares y lo poco que puedo aportar a esto. Un escrito que espero pase a las siguientes generaciones, dando un poco de luz en la espesa niebla de incógnitas respecto a nuestro linaje, oficio y sobre todo. Nuestros amos.
Será sin duda una historia inconclusa, con muchas lagunas que quisiera poder llenar, más tengo la certeza que jamás podré siquiera imaginar la magnitud de toda la historia, por lo que me disculpo de antemano. Quizá esta introducción genera más dudas que respuestas, pero conforme avance, espero dejar en claro cada hecho que pueda confirmar con veracidad. Contarle todo esto a mis queridos hijos sería más que contraproducente, ya que hemos tenido fuertes discusiones respecto al motivo de su existencia, cosa que no tomé en cuenta al conversar con mi esposa sobre la cantidad de hijos que deseaba. Más puedo afirmar, que pese a que me arrepiento de mucho, considero su existencia necesaria y no me arrepiento de traerles a este mundo para servirle a él.
Mis padres me tuvieron por el mismo motivo que yo a mis hijos, y por lo que ellos tendrán a sus hijos, aunque era tradición tener un solo hijo en nuestra familia. Mis padres me han dicho desde que tengo memoria, que hemos servido a los mismos amos desde hace siglos, cumpliendo con dejar un unigénito para que continúe honrando a nuestros amos. De niño, recuerdo tener que ir al baño en una letrina, la cual sería limpiada una vez se llenara lo suficiente.
Grandes cambios se han dado en pocos años, incluyendo el servicio de plomería, he visto el paso de los años reflejarse en nuevos inventos. El tiempo deja sus marcas en el cuerpo de quienes servimos a esta familia, cuyos amos principales nunca conocí, por lo que he dedicado mi vida entera solo a él. De niño, se me prohibió desde que tengo memoria acercarme al joven amo, por lo que mis primeros años de vida fueron muy solitarios.
La tradición de tener un unigénito me dejó sin compañero de juegos, un cómplice, alguien que cargara con tanto deber cómo yo. Mis padres me llevaban de un lugar de la mansión al otro, para cuidar de mí, manteniéndome alejado del joven amo para no importunarle. Recuerdo claramente que realizamos un largo viaje alrededor de mis seis o siete años, era justamente un crudo invierno, y llegamos a la nueva mansión en medio de la fértil primavera.
Mis ropas siempre demostraron mi estatus social, pese a que la de mis padres mostraba más ser clase media, años después entendí que era debido a todas las obligaciones que desempeñaban. Para mi buena o mala suerte, algunas veces le era inevitable a ambos salir por provisiones, para nosotros principalmente. Recuerdo un día en particular, con lujo de detalle en determinado momento, para ser preciso.
Tanto mi padre cómo mi madre habían salido, me prohibieron salir de las habitaciones de sirvientes para que no molestara al amo, más a mis ocho años de edad no me pareció un problema salir al floreciente jardín. Ahí le vi por primera vez, mi amado amo de aparentes doce o trece años, tan hermoso que hacía palidecer a cada rosa a su alrededor.
Su rubio cabello, las escasas pecas en la lechosa piel, y los profundos ojos esmeralda que me dejaron pasmado. Su ropa denotaba su estatus, por lo que no me fue difícil adivinar su identidad pese a nuestra nula presentación, sus ligeros pasos hacia mi persona erizaron cada vello de mi cuerpo. Más pese a cualquier escenario que pude prever, al estar frente a frente, mi querido amo me sorprendió al regalarme una sonrisa.
Inclinándose hacia mí, preguntó mi nombre con una melodiosa voz que me hizo sonrojar, invitándome a acompañarle con la mayor cortesía que nunca pude recibir. Desde aquel día, para disgusto de mis padres, el amo y yo empezamos a pasar mucho tiempo juntos. Con el pasar de los años, me di cuenta de muchas cosas, cómo los crecientes sentimientos que tengo por él.
Sí, tengo por él, por que aún ahora que soy un viejo reconozco que le amo. Mis sonrojos probablemente me dejaron al descubierto en más de una ocasión con él, cosa que mis padres claramente no consentían, por lo que ya no me permitían simples lujos que anteriormente me concedía incluso el amo. Cosas cómo acompañarle durante sus baños ya no eran posibles, aún cuando lo hacía para servirle, lo que realmente fue un alivio para mí en aquel entonces.
Mí joven cuerpo reaccionaba contra mi voluntad, así me di cuenta que no era un simple enamoramiento, momento en que mis padres decidieron sería el momento propicio para contarme la historia familiar.
Hace cientos de años, cuando éramos pueblerinos indefensos y a la deriva, nuestros ancestros fueron atacados repentinamente por extrañas criaturas. Parecían humanos, pero poseían la fuerza de un monstruo, y por lo tanto se alimentaban cómo tal. Sin importar sexo u edad, se alimentaron de los pocos humanos que vivían el día a día de la tierra, hasta que dos hermosos seres rescataron a dos de mis ancestros para ser preciso.
Cómo p**o, sin nada más que ofrecer, además de haberlo perdido todo en el ataque. Mis ancestros ofrecieron su vida a aquellos seres, para después descubrir que eran igual a aquellos monstruos, con una ligera diferencia. Nuestros amos solo beben la sangre que les es ofrecida cómo ofrenda, ofrecían su protección en vastas tierras, las cuales son trabajadas por humanos.
Aunque por un tiempo temieron por sus vidas, el trato delicado que tenían para con ellos, además del latente agradecimiento por salvarles la vida. Se convirtió en un profundo respeto, el cual se intenta inculcar generación con generación, por lo que nos hemos convertido en los sirvientes de confianza de los amos. Sí, desde hace cientos de años, nuestros amos han sido los mismos.
Más los padres de mí padre, vieron el inicio de una horrible guerra de seres sobrenaturales iniciar, y con ello les fue conferida la seguridad de su amado hijo.
Así es cómo mis padres me han urgido a considerar de múltiples potenciales parejas, una compañera con la que se me permitiera procrear una siguiente generación, a lo que claramente me opuse. En aquel tiempo incluso busqué el apoyo del amo en esto, más su intervención fue limitada, ya que cómo él decía. Alguien debería de ceder.
Mis padres me dieron sólidos argumentos, cómo la indefinidamente prolongada juventud del amo, además de.. ¿Quién le serviría al joven amo cuando yo muriese, quién le haría compañía? Fue así cómo decidí contraer matrimonio.
Mi joven esposa, por supuesto, con su sabiduría femenina pudo adivinar la verdad de mis sentimientos hacia el joven amo. Más no intervino, con el paso del tiempo, mientras yo envejecía, convirtiéndome en un adulto bajo toda regla. Mi etéreo amo con dificultad y se había hecho un par de cortes de cabello, lo que me llevó a, conforme con las costumbres familiares, verme en la necesidad de producir herederos.
Decidí darle a mi amo, después de ver su felicidad por mi primer hijo, el regalo de un segundo niño corriendo por los pasillos. El joven amo sonreía más al ver que a diferencia de mis padres, le dejé pasar tanto tiempo con mis hijos de bebés cómo él lo permitiera, e incluso le permití tocar el estómago de mi esposa mientras les llevaba en su vientre. Aunque nunca pude prever los actuales acontecimientos.
Mi hijo, Dios le ayude al tener también mis preferencias, mostró el mismo interés por el amo. Quién ahora con aparentes 16 años, cada vez que sus padres le ordenan algo hace completamente lo opuesto, incluido el darle esperanzas a mi hijo. Ahora mi hijo, con 30 años de edad, con pleno conocimiento de nuestro amo.
A quien incluso ha visto alimentarse, se niega a producir herederos, con la esperanza de poder emparejarse con el joven amo. Es para mí tan doloroso ver a mi amado joven amo, quien con el tiempo veo aprendí a ver cómo un viejo interés romántico, siendo ahora meramente mi amado joven amo con quien jugué de niño y fue mi amigo toda mi vida. Lastimar a mi querido hijo, con la simple acción de no serle indiferente, ya que con besos le ilusiona.
Sé que le resulta divertido jugar con el hombre que se ha convertido el niño que corría por la biblioteca, arrepintiéndose solamente de momento al ver mi angustia, más sus impulsos producto de la juventud incluso le han apartado de mi hija. Conforme pasan los meses me desespero más y más, siendo justamente él quien me da palabras de consuelo, recalcándome que pronto mi hijo cederá cómo alguna vez yo lo hice. Si es de su conocimiento todos los besos que les he visto compartir, es un misterio para mí, pese a que en mi memoria baila la imagen de su mirada en la mía en una de aquellas ocasiones con una sonrisa en sus labios.
Pese a lo que han podido deducir de estos seres mis ancestros, mis pesadillas no son con la imagen de nuestros hermosos amos alimentándose, si no con la idea de dejar a mi amado joven amo solo en este mundo. A mi hijo la idea no le ha hecho ceder, pero puede que el joven amo tenga una idea diferente en mente, solo espero que nuestro amor por él sea lo suficientemente fuerte para esto.