Entré y la casa parecía aún más grande por dentro que por fuera, la verdad no me extrañaría que al igual que Millie e Ethan sus padres fuesen un mismísimo dulce de leche. Lo que me seguiría extrañando sin duda alguna, sería Eric y su notoria amargura. —Millie, Ethan —los llamó, ya que corrían por la escalera—, quiero que hagan la tarea ahora —indicó seriamente, no el grosero tono que usa conmigo, obviamente—. Estaré aquí abajo por si necesitan ayuda —a pesar de su ruda forma de hablar, me mataba de ternura. Ambos niños asintieron con la cabeza y subieron las escaleras, Millie agitaba su mano con una enorme sonrisa, como diciéndome adiós. Le devolví el gesto. Me gire hacia Eric y le sonreí. —Parece que a tu hermana le agrado a pesar de ser plástica y hueca —solté una carcajada divert