—¿No era que no querías nada conmigo? —pregunté, ya que ayer no me quería ni cinco centímetros cerca de él.
—Eso aún sigue vigente —contestó serio—, no me interesa en lo absoluto tenerte cerca —afirmó—. Pero son demasiadas preguntas las de la guía.
—Ay, qué lindo —dije con voz enternecida, acariciando su mejilla—. Me estás diciendo que me necesitas.
Inmediatamente frunció el ceño
—¡No, claro que no! —dijo casi en un grito—. ¡Yo nunca dije eso!
—¡Allyson, Allyson! —era Luca, quien venía corriendo hacia donde estábamos Eric y yo.
Llegó y me tomó rápidamente de la muñeca para alejarnos un poco.
—Dame tu auto —dijo en tono de súplica.
—Oh, sí claro —dije sarcásticamente—. No te preocupes por mí, yo tengo un árbol de autos en el patio de mi casa junto al árbol de dinero —le sonreí y ro
