—¿Ah no? —preguntó Luca tímido.
—¿Que no era que no estabas?
Ambos reímos.
—Sólo para ti sí —respondió divertido—. ¿Entonces me disculpas?
Mordí mi labio. No podía estar molesta para siempre con él, además, era mi mejor amigo aunque era un cabezota.
—Se puede decir que sí —le contesté con una mueca—, pero lo que dijiste y lo que te dije, sigue vigente —cambié mi tono a uno más serio—. Yo no me meto más en tu vida, Luca.
—Ally… —alargó.
—Ya, Luca, dejémoslo así, ¿está bien? —no quería terminar mal nuevamente.
—Está bien —contesto no muy convencido, más bien nada convencido. Pero lo que me había dicho no se me olvidaría jamás.
—Es linda tu novia, eh —le dije sincera, tratando de cambiar de tema.
—No es mi novia —rio—. Sólo salimos, está en veremos.
—Sí, algo así escuché —menos mal me aclararon los chicos que el rumor sobre Rosi sí era falso.
—¿Paul? —preguntó obvio.
—Y Richard —reí.
—Oye… quería preguntarte algo.
—Pregúntame —le contesté divertida.
—Hoy en el partido, antes de comenzar —no pude evitarlo y comencé a reír, ya sabía de lo que me preguntaría.
—Ay, Allyson, tu risa te delata —se unió a mis risa.
—Lo siento, me fue imposible quedarme callada.
—Estás loca, mujer — aclaró su garganta—. ¿Estás consciente de que sí se enteró quien fue?
—Sí, pero no me importa —era verdad, en realidad, me divertía que supiera quién había sido—. ¡Luca! —exclamé, recordando lo sucedido con Eric—. ¿Sabes quién me habló?
—¿Quién? —se oyó extrañado.
—Bueno… sólo me preguntó que si estaba bien… —agregué.
—¿Quién? —insistió impaciente.
—Eric —dije con un dejo de emoción.
—¿En serio? —preguntó riendo.
—Sí … me dijo: ¿estás bien? y yo le dije: Sí y me dijo: No parece —comencé a hablar rápidamente.
—¿Cuándo fue eso?
—Fue después de que tú y yo… —hice nuevamente una mueca.
—Ally, en serio discúlpame —insistió.
—Luca —reí—. Esta bien, te perdono, pero solo con una condición.
—¿Cuál? —preguntó algo inseguro.
—Que vayas a apoyarme a la prueba de porristas —sonreí perversamente.
—¿Prueba de porristas? —dijo bastante extrañado—. Es broma, ¿cierto?
—No, señor —contesté risueña.
— ¿Quién te dio esa estúpida idea? —me conocía muy bien—. Tu jamás pensarías en una cosa como esa.
Tenía razón, jamás me pasaría por la mente ser porrista. No porque no me guste, sino por la capitana.
—Paul influyó un poco —reí—. ¿Entonces?
—¿Crees que me perdería eso? —dijo obvio—. Sabes yo creo que te estás preparando porque ya sabes que perderás la apuesta, y estás intentando acercarte a Carissa.
—Sí claro, Luca —solté una carcajada—. Ya te dije. Ve comenzando con mis trabajos, que de un día a otro tendré a Eric en la palma de mi mano —colgué.
Estaba preparada, era ganar o ganar.
***
Tomé un conjunto de mi closet, esta vez iba más deportivamente, ya que hoy haría la dichosa prueba. Sólo quería ver la cara de Carissa, de seguro se caía para atrás con todo y pompones.
—¿Estás segura? —preguntó Luca nuevamente al verme llegar.
—Un ciento diez por ciento —le contesté segura.
—Pero, ¿para qué quieres entrar?
—Ya lo verás… —sonreí perversamente.
Entramos al campo del colegio. De un lado entrenaban los de fútbol soccer, del otro los de Americano.
La pista que rodeaba el campo, era obviamente utilizada por los corredores, incluso los de la banda practicaban en las gradas.
Logré distinguir a las porristas entre la gran cantidad de gente que se encontraba ahí.
—¿Qué hacen todos ahí? —preguntó al ver a Richard, Paul y Alfred sentados en las gradas.
—No lo sé —contesté riendo, en realidad no lo sabía. Pero me lo imaginaba.
—Estaré allá arriba —dijo negando con la cabeza.
Caminé hacia donde el montón de chicas se movían a ritmos iguales, me senté en la primera grada, quedando así de frente a ellas.
Apenas Carissa notó mi presencia, su ceño se frunció. Mientras que todas se miraban cómplices entre ellas, no era ningún secreto la pésima ‘relación’ entre ella y yo.
Me sorprendí al ver a la nueva, siguiendo los pasos de Carissa. ¿Cómo era que se llamaba? Sí. ‘Rosi’
Terminaron su rutina, y la mirada de Carissa seguía tratando de aniquilarme. Si las miradas lo lograran, ambas ya estaríamos tres metros bajo tierra. Lamentablemente, ni cosquillas hacen.
—¿Qué quieres? —preguntó con cara de pocos amigos, No era el momento de ponerme en ‘mal plan’.
—Quiero entrar —contesté como si nada, una mueca burlona apareció en su rostro, al mismo tiempo que subía ambas cejas.
No sé qué me producía más gracia, si su estúpida cara o cómo todas se miraban entre sí.
—Ay, linda —dijo hipócritamente—. La verdad, no creo que lo logres —curvó su labio inferior hacia afuera.
"¿Cómo demonios Scott me cambió por eso?", pensé.
—No pierdo nada con intentarlo —me puse de pie, dejando mi bolsa en la grada.
—Cierto, a nadie le hace daño humillarse un poco —con una seña, hizo que todas las ‘zanahorias’ se sentaran.
—Claro… digo, tú debes saberlo por experiencia propia, ¿no? —se escucharon las pequeñas risas de todas, pero se detuvieron al sentir la asesina mirada de Carissa.
— Sígueme —ya estaba molesta—, …si no puedes no te sientas mal, algunas simplemente no sirven para nada.
Comenzó con movimientos básicos, sumamente sencillos. Yo sólo me limitaba a verla y a tratar de memorizar la rutina.
Para finalizar, comenzó a agregar pasos un poco más complicados. Terminó con una sonrisa retórica. Solté una carcajada y me paré a un lado de ella, quien comenzaba nuevamente con la rutina.
Tardé a lo mucho tres segundos en seguirle el paso. La frustración en el rostro de Carissa no se hizo esperar. Cosa que me indicaba que iba bien. Ella se detuvo y yo continúe hasta terminar.
—¿Estoy dentro? —le pregunté cuando terminé.
—¡Vamos, Ally! —volteé hacia las gradas y era Alfred el que había gritado, sólo comencé a reír al igual que los chicos a su lado.
—Sí, sí fue lindo —dijo cruzándose de brazos—. Pero lo siento cariño, no entras —abría y cerraba su mano como despidiéndose.
—Entiendo que tengas miedo de que llegue a ser mejor que tú —tenía que provocarla para que me dejara entrar.
—¿Mejor que yo? —fingió indignación—. Sí, claro —agregó con sarcasmo.
—Carissa, no eres la única que puede decidir quién entra y quién no —volteé hacia atrás de mí, y me encontré con la entrenadora de las porristas—. Es buena… ¿por qué no quieres que entre? —le preguntó.
—Sí, Carissa, ¿por qué no quieres que entre? —agregué con tono inocente.
—Todas estamos de acuerdo en esa decisión, Allyson no entra —afirmó con mucha seguridad—. ¿Cierto, chicas? —les pregunto con una mirada de ‘Si me contradicen, mueren’.
Todas se miraron entre sí, poniéndose de acuerdo sobre qué decir. Excepto sus ‘clones’ quienes en automático corearon un ‘Sí, estamos de acuerdo’.
—No —todas voltearon –incluyéndome–, hacia dónde provenía la voz de la valiente chica que había contradicho a Carissa—. Es buena y debería de entrar —opinó Rosi.
Vaya, no era tan mala después de todo.
—Cállate, ¿sí? Eres nueva, no tienes derecho de opinar aquí —le dijo furiosa.
—¡Carissa!… —la reprendió la entrenadora.
—Sí, yo también creo que debería entrar —agregó una castaña y después de estos, más votos a mi favor se escuchaban a coro.
—Entonces no hay nada más que decir, Allyson está dentro —informó la entrenadora, dándose media vuelta.
—Pero entrenadora… —la siguió Carissa, después de mirarme furiosa, solo le sonreí victoriosa. Caminaba desesperada tras la entrenadora.
—Gracias, chicas —les dije seriamente, sí había que agradecerles, pero tampoco quería que pensaran que estaba tratando de socializar con ellas—. Gracias, Rosi
—No es nada, eres buena, merecías entrar —dijo como si nada, me acerqué a las gradas y tomé mi bolsa.
Quizás quería reivindicarse luego de lo que me dijo y estaba dispuesta a darle una oportunidad.
Caminé un poco, alejándome de las zanahorias (el uniforme es naranja) y volteé hacia las gradas donde todos me miraban, esperando noticias.
Con una enorme sonrisa, puse ambos pulgares hacia arriba indicándoles que había entrado. Seguido de esto, todos se pusieron de pie y gritaron fuertemente ‘¡Yuju!’
Todos bajaron corriendo hasta llegar a mi lado.
—¿Y por qué quieres ser porrista? —preguntó Paul.
—Para que preguntas idiota, si tú le diste la idea —le regañó Luca.
—Yo sólo lo dije por su grito del partido.
—Pero algún plan debes de tener, ¿no? —preguntó Richard, mientras que Luca sólo negaba con la cabeza.
—Algo así… —sonreí.
Caminábamos hacia el estacionamiento, cuando Carissa se paró frente a nosotros, cruzándose de brazos con sus enormes pompones de color naranja con blanco.
—¿A dónde crees que vas, cariño? —preguntó, con toda la hipocresía del mundo.
—A mi casa —le contesté, usando el mismo tono.
—¿Qué no era que querías ser porrista? Ahora a entrenar —me indicó.
—¿Ahora? —pregunté con asco, la verdad, no tenía ganas de quedarme.
—Sí, ahora, el siguiente partido es en unos días y no dejaré que lo arruines —bien, ahora que lo pienso, ya no quiero ser porrista.
"Valdrá la pena", mi perversa mente me motivó.
—Entonces… nos vemos chicos —me despedí.
—Suerte —me abrazó Luca y depositó un beso en mi frente.
Más vale que valga la pena, porque no es nada sencillo, llevábamos una hora completa sin dejar de practicar las mismas rutinas.
Ya me las había aprendido al derecho y al revés pero insistía en seguir practicando. Seguramente Carissa solo lo hacía para hartarme y que saliera huyendo, y tengo que aceptarlo que sí lo pensé al inicio. Pero ahora no le daré el gusto.
La formación era un triángulo, la punta obviamente era Carissa, las dos siguientes eran sus clones. Las señoritas No-tengo-vida-propia-y-amo-copiar-a-Carissa.
Las tres siguientes no tengo ni la menor idea de cuáles eran sus nombres ya que Carissa se refería hacia ellas como ‘Tú’. Y finalmente las últimas cuatro eran otro par de ‘Tú’, Rosi y finalmente, yo.
Rosi discriminada por ser ‘la nueva’ y yo, simplemente por ser odiada por Carissa.
—¿Allyson? — preguntó Rosi algo insegura.
—¿Sí? —le contesté, mientras seguíamos con la estúpida rutina.
— ¿Tú … tú tienes algo con… con Luca? —volteé a verla, sin detener mis movimientos.
Alcé una ceja.
—Así es —le contesté segura y vi como bajaba su cabeza, ¿desilusionada?—. Una muy buena amistad —agregué y rápidamente dirigió su mirada hacia mí—, es como mi hermano.
Se veía avergonzada, seguramente pensó que Luca y yo teníamos algo más y por lo celosa que me porté, no la culpo.
Sólo esperaba que se portara bien a partir de ahora o ya me iba a conocer.
Aunque hubiera sido divertido decirle que Luca y yo salíamos, para cobrarme lo que me había dicho y que mi mejor amigo ahora de verdad tuviera motivos para decirme que no me metiera en su vida, no lo hice.
A Luca le interesaba y además, de no ser por ella, mi plan de entrar a las porristas hubiera sido frustrado.
Digamos que le estaba pagando el favor.