Tu belleza radica en tu sonrisa

1456 Words
ANDREA Quería preguntarle sobre aquel labial, pero la verdad es que, aunque teníamos un contrato firmado en el cual se había estipulado el respeto, sabía que en el fondo todo solo era un arreglo, yo no podía exigirle nada, por que no había lazos reales entre ambos, solo era yo con mis ridículas ideas en la cabeza. Pero lo cierto era, que tenía que admitir, que él me atraía. Me giré a ver su rostro, estaba tranquilo, con la mirada hacia delante y hacia la pantalla de su automóvil, buscando contactos, hablando con algunos. Llamaba, daba instrucciones muy específicas, colgaba y ese ritmo se repetía en diversas ocasiones, al parecer la situación era complicada. Y yo aquí sentada. Probablemente tenía que ir a resolver el problema, pero conmigo aquí, le sería imposible poder actuar más versátilmente. Un semáforo en rojo. El seguía en llamada. Abrí la puerta del auto con rapidez. Me salí, él me detuvo, me giré a verlo, le sonreí, le dije que nos veíamos por la noche en casa solo moviendo mis labios, tratando de no soltar un sonido que pudiera alertar su llamada. Me solté de su brazo, cerré la puerta y corrí hacia la acera. Comencé a caminar por una de las calles alternas, no quería que él se preocupara por mi, así que, intenté escabullirme como intentando que él no me siguiera. Vaya, que ridícula era al creer que él podría llegar a tener algún interés en mi, sería bonito, pero había que vivir en la realidad de las cosas. Caminé por algunos veinte minutos hasta llegar al asilo. Cuando me registré fui abordada rápidamente por la mujer encargada de finanzas que me llevó a su pequeña oficina; comenzó a entregarme facturas, a abordarme con los pagos, atrasados, más los adicionales, a informarme sobre la estadía de mi abuelo, así como las consecuencias de no pagar a tiempo. -Escuche, yo sé que su trabajo es atender las cuestiones económicas, pero en este momento, no tengo interés sobre los pagos, así que, déjeme ver a mi abuelo y a hablar con el médico encargado de su caso, después ajustamos cuestiones económicas- -No, escuche, usted no está para negociar …- -Genial, escuche, su trabajo es cuidar la cartera vencida, está bien, no vamos a dejar la conversación de largo, pero antes de los pagos, está mi abuelo, quiero verlo y hablar con su médico, por que de otra manera creeré que esto es una clase de estafa…- -¿Disculpe? – -Conozco a alguien que trabaja en publicidad, la difamación no es de mi agrado, pero tengo prioridades – le dije hábilmente. Esa era una de las cosas que tenía, que cuando se trataba de mi abuelo era capaz de poder levantarme desde donde estuviera, él era uno de los motores más grandes que tenía. Ella envió a una de las enfermeras para que me llevara a la habitación de mi abuelito. Era pesado emocionalmente pasar por los pasillos de aquellos lugares, había personas de la tercera edad en los pasillos viendo a la gente pasar de un punto a otro, con su rostro iluminado cuando les sonreía. Debía de ser difícil para ellos estar separados de sus familiares, solos. Yo quería que mi abuelo estuviera conmigo en casa, pero tenía que recalcar que no podía, ya lo había intentado y no pude mantenerlo; sabía perfectamente que ahí estaban al pendiente de él, que lo alimentaban, lo cuidaban, que lo atendían. Cuando entre a la habitación compartida de mi abuelo, lo ví ahí, dormido, como la última vez, se le veía más agotado, debió de haber sido una noche agotadora para él. Tomé sus manos entre las mías, al momento en que me arrodillé a lado de su cama, le besé sus manos mientras que la otra tenía un catéter conectado una bolsa de solución que colgaba por un lado. -Lo siento abuelito, de verdad lo siento- Le susurré mientras aquellas lágrimas que había controlado afloraban una tras otra, sin detenerse. -Te prometo que te voy a sacar adelante, te lo prometo… te lo prometo – -Buenas tardes, ¿es usted pariente del señor? – Me levanté de ahí, asentí, mientras secaba mis lágrimas incorporándome para atender a aquel hombre que vestía una bata blanca. -Entonces, tu debes de ser Andrea ¿verdad? – el tono de su voz había cambiado, se le notaba más alegre. Nuevamente volví a asentir. -Es un placer conocerte, Robert, no para de hablar de su nieta, la versátil- dijo mientras me extendía su mano y estrechar la mía. No obstante, aquellas palabras que decía no sonaban tanto como un cumplido. – Soy el Dr. Lascurain, el encargado de vigilar la salud de tu abuelo- El médico era un hombre de edad avanzada, pero parecía agradable, él comenzó a explicarme que mi abuelo hablaba maravillas de mí. Que casi comenzaba a considerarme su nieta. El hombre era agradable, me dijo que mi abuelo había tenido una recaída debido a un descontrol con su azúcar en la sangre por un medicamento, no obstante, ya había comenzado un nuevo tratamiento, que aseguraba una ligera mejoría, sin embargo, la enfermedad que él tenía ya lo tenía más cansado, que hacía que su cuerpo no pudiera reponerse tan fácilmente, que tal vez para mañana su estado de ánimo mejoraría. Aquellas palabras me animaban mucho. Él se merecía lo mejor. Todo lo mejor. Y se lo daría . Salí de ahí cubriendo una parte de los gastos, ya que, como intuía los gastos rebasaban mi estabilidad económica actual. Pero gracias al Doctor, me dieron la oportunidad de aplazar mis pagos por unos días más. Así que, por una parte podía descansar. Mi teléfono comenzó a sonar. -Andrea, ¿Dónde estás? – -Vine a ver a mi abuelo, tuvo una…- -Ya no puedo cubrirte más, dime que ya vienes- -Si, llego en veinte minutos. Descuida – Colgué. Se me había olvidado hablar al restaurante y avisar sobre mi retraso. Salí corriendo sin pensar en nada más. Jamás en mi vida, había corrido como en aquel momento. Llegué agitada, llegué atareada, medio atolondrada por tal corrida. Comencé a atender mesas como acostumbraba, mientras que el encargado solo me veía, pero no decía nada. Su mirada era pesada. Si quería reclamarme algo, no podría hacerlo, gracias a Diego, el ayudante del chef, es que mis tiempos se acomodaron maravillosamente. Él era increíble. Aquel día salí más cansada de lo usual, probablemente había sido por la noticia de mi abuelo, o tal vez, que a veces me abrumaba mucho con las cosas. -Andrea, espera- dijo Diego, a quien últimamente se le estaba haciendo la costumbre de acompañarme a la parada. Sinceramente, no quería lanzar indirectas incorrectas, pero la verdad es que, sentía que su amistar era realmente auténtica, al grado que me hacia pensar en mi mejor amigo, sabía las circunstancias para estar molesto, no obstante, creo que discutir en aquel momento, le dio la mejor inspiración para salir de las faldas de su casa. Había lanzado una colección impresionante de fotos que estaban en la galería de la universidad de Juilliard en estados unidos, era un retiro que el necesitaba, uno que le permitiera salir de este mundo cuadrado. Aunque de momento no tenía acceso a un dispositivo con internet o r************* , había visto su trabajo, realmente era hermoso y de una calidad espectacular. Gracias a él, había descubierto mi pasión por la fotografía, edición, diseño y ambientación de espacios. Gracias a él y a su familia, quienes me habían acogido como una persona más en su familia. Su mamá era una mujer espectacular, a la que nos gustaba sacarle fotos, tenía un porte natural, tan perfecta que nos encantaba. Una mujer con belleza natural. -Oye Andrea, ten- me dijo Diego, sacándome de mis pensamientos abruptamente, me entregó una charola. – Llévalo a casa y cómelo – -¿Eh? , no como crees – -No, tranquila, estoy practicando para mi proyecto de titulación, así que quiero que lo pruebes y me digas si te agrada su sabor, textura, color, forma, todo, ¿De acuerdo? – yo asentí rápidamente, algo sorprendida – Tu transporte, anda- me dijo. Cuando llegue a casa las luces estaban apagadas, no estaba su auto, probablemente estaría trabajando, pobre, puedo entender que no ha de ser nada fácil lidiar con tantas personas, responsabilidades y clientes exigentes. Destape aquella charola, Dios mío, se veía espectacular, el olor era fantástico, comencé a comerlo víctima del hambre y ansiosa por deleitar aquellos aromas en mi paladar. Era espectacular. Gracias Dios, por no dejarme sola, por hacerme ver, que siempre estarás ahí conmigo, ¿Qué es eso? Vi el final del platillo había una nota envuelta en plástico. Tu belleza radica en tu sonrisa.
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